"El arte de la estratagema"Estratagemas orientalesenturbiar las aguas
La confusión al enturbiar las aguas

Así como los peces no consiguen orientarse en las aguas turbulentas, los seres humanos se pierden en el desorden y la confusión, quedando privados de sus puntos de referencia. Y precisamente como los peces buscan la luz saliendo a flote, los seres humanos acuden donde piensan que encontrarán una explicación que reordene la situación inaceptable de confusión y desorden.

Pero a menudo huyen del fuego y acaban en las brasas, sobre todo cuando la confusión y el desorden son creados expresamente para inducirles a perder el control.

Esta estratagema tiene algo en común con una de las variantes ya tratadas de mentir diciendo la verdad, o sea, la técnica de la confusión. Pero si en aquel caso se utiliza la confusión para luego introducir la verdad deseada, en este, en cambio, se trata de producir desconcierto y pérdida de control en el adversario para inducirle a la rendición. El caballo de Troya es el supremo ejemplo de este artificio. Los troyanos se confundieron hasta tal punto por el hecho de haber recibido este regalo inesperado que perdieron su capacidad de analizar qué podía esconderse detrás de ese extraño acontecimiento.

Pequeña historia

En tiempos modernos y en un contexto diferente, Alfred Polgar, en sus Pequeñas historias sin moraleja nos ofrece otro magnífico ejemplo. Una mujer se lamentaba de su marido, que prefería salir siempre con los amigos, dejándola sola en casa. Después de meses de quejas, súplicas e incluso disputas, una tarde, cuando el marido está a punto de salir, la mujer le acompaña a la puerta y le desea, con una dulcísima sonrisa: ¡Diviértete, cariño!

El marido, hasta aquel momento orgulloso de no ceder a las quejumbrosas solicitudes de su esposa, se pregunta: ¿Por qué me habrá dicho eso?

La duda le penetra en la cabeza como la carcoma, le atormenta mientras está en el bar y no le permite divertirse como de costumbre. Al final, incapaz de resistir, vuelve a casa, donde la esposa aún sonriente le acoge diciendo: ¿Cómo es que has venido tan pronto, amor? ¿No te has divertido?

Desde entonces, salir con los amigos ya no será tan divertido, porque la duda le acompañará turbando sus momentos de esparcimiento. Esta pequeña historia es muy actual, además de iluminadora respecto del poder de esta estratagema.

La duda

La duda devora la mente e impulsa a luchar por su anulación. Pero de costumbre, la duda que es combatida genera otras dudas en una escalada formidable. El efecto es una especie de “trastorno obsesivo planificado” del cual la víctima quiere librarse a toda costa. Este proceso, en la mayoría de los casos, tiene efectos devastadores. Si una persona es inteligente y, por tanto, firme en sus convicciones, es difícil hacerle cambiar de opinión de manera directa, pero si se insinúa en su mente una duda que crea desorden en su orden y confusión en su claridad, su tendencia a querer retomar el control le conduce de cabeza a la trampa.

La espiral de la duda que genera duda toma vuelo y destruye la capacidad de reaccionar de manera positiva. El intento de reconquistar el control conduce al efecto contrario de perderlo cada vez más. Hasta que, para salir de este estado insoportable, se confía en las capacidades ajenas.

Vencer sin combatir

El enemigo se rinde espontáneamente: el general romano Quinto Fabio Máximo, llamado “el Contemporizador”, era especialista en vencer batallas sin combatirlas, sino induciendo al adversario a la fuga gracias al uso de esta estratagema.

Hacía acampar a su ejército cerca de las posiciones enemigas, luego desplazaba de manera vistosa las retaguardias, dando al enemigo la sensación de acumular nuevas tropas. Era tan hábil en este engaño que los ejércitos enemigos, convencidos de estar en minoría, se daban a la fuga. Esta variante de Enturbiar las aguas para que floten los peces es uno de los máximos niveles de estrategia, porque permite obtener lo máximo con el mínimo esfuerzo, o sea, vencer sin combatir. En este caso, el resultado se consigue a través de un engaño producido con arte sobre el enemigo.

Porque, como diremos más adelante, el objetivo supremo del pensamiento estratégico es no tener necesidad de combatir, siendo temidos por el adversario y demasiado amados por los propios seguidores.

(De “El arte de la estratagema. O cómo resolver problemas difíciles con soluciones simples“. Giorgio Nardone. Integral)

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