Estratagemas terapéuticas principales:
Estratagema: surcar el mar a espaldas del cielo
La primera de la colección de las 36 estratagemas chinas representa aún hoy la esencia del pensamiento estratégico. Hacer algo que tiene evidentes efectos sin que nuestra acción sea advertida permite evitar las resistencias al cambio que queremos producir. Como hábiles prestidigitadores, debemos desplazar la atención de los demás hacia detalles de nuestra actuación poco relevantes, pero distrayéndoles, mientras a sus espaldas se ponen en marcha las acciones importantes.
El ejemplo más sorprendente del poder de esta refinada estratagema parece el citado por Oliver Sacks. El nos recuerda a un paciente suyo con graves lesiones neurológicas que le impedían caminar. Un día, el famoso neurólogo se acercó a él haciendo botar una pelota de tenis y le dirigió la palabra mientras seguía caminando y haciendo botar la pelota.
El paciente se puso a su lado caminando bien y rápidamente. Respondiéndole mientras miraba los rebotes de la pelota. Recorridos unos metros, Sacks le advirtió que estaba caminando. Entonces el paciente se bloqueó inmediatamente y empezó de nuevo a quejarse. La mente distraída está en condiciones de hacer cosas que la mente atenta no puede ni siquiera soñar.
Y gran parte de los fenómenos de anestesia hipnótica se realizan desplazando la atención de la mente del sujeto a una parte de su cuerpo distinta de aquella por anestesiar. El uso de esta estratagema para la superación de los miedos patológicos es quizás la aplicación más elegante y eficaz.
Usando técnicas inspiradas en ella es posible hacer que las personas afectadas por estos trastornos afronten situaciones hasta entonces impensables. Esta estratagema resulta indicada para todas aquellas situaciones en las cuales afrontar directamente el obstáculo que se interpone entre nosotros y nuestro objetivo resulta ineficaz, peligroso o excesivamente costoso.
Estratagema: mentir diciendo la verdad
Cuando el otro espera que mientas, la verdad lo penetra como el mandoble de una espada inesperada.
Al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes anunciaron varias veces el ataque a Francia sin ponerlo en práctica. Luego, cuando los franceses empezaron a considerarlo una falsa amenaza, los alemanes atacaron por sorpresa, encontrando a las tropas adversarias completamente relajadas.
Entre dos maestros de combate se tiende a esperar elaboradas técnicas llenas de trucos y movimientos escondidos. Si uno de los dos ataca abiertamente como si fuera un principiante, tiene muchas probabilidades de coger por sorpresa al adversario, que no espera un ataque tan elemental.
En efecto, el máximo de la complejidad es la simplicidad, no la complicación. Durante una importante conferencia de psicólogos y psiquiatras celebrada en París en 1993, Paul Watzlawick fue agredido verbalmente por uno de los participantes durante su ponencia. Él replicó, sin alterarse:
¡Usted tiene toda la razón, desde su punto de vista!.
Después de lo cual prosiguió con su exposición entre los aplausos del público, dejando descolocado a su agresor.
Si mi interlocutor propone brutalmente sus posiciones como inamovibles, puedo replicar con prontitud: Mire, usted no me parece tan agresivo como quisiera, es más, su determinación y arrogancia me están ayudando, por tanto, le ruego que insista, porque eso me facilita las cosas. De esta manera se captura su fuerza y se la utiliza en su contra, neutralizando su intento.
La aplicación a la comunicación interpersonal quizás más elegante está representada por la técnica de la confusión. Consiste en despistar al interlocutor con una complicada serie de afirmaciones retorcidas y carentes de sentido, para luego, de golpe, declarar directamente aquello de lo que queremos persuadirle. Él se aferrará a esta última afirmación como un náufrago al salvavidas.
Estratagema: hacer subir al enemigo al desván y luego quitar la escalera
Es la base de todo tipo de trampa, en la cual se hace entrar a nuestro adversario y de la cual le impediremos salir. Un espléndido ejemplo de aplicación nos es ofrecido por la tradición judía. Esta cuenta la historia de un juez astuto que debía juzgar a un codicioso comerciante sin escrúpulos por una pequeña estafa. Él deseaba dar una lección vital a aquel hombre más allá del delito cometido. Por tanto, le propuso al imputado tres alternativas para expiar su culpa: pagar una gran multa, sufrir un castigo corporal de cien varazos en la espalda, o comer 10 kilos de cebollas crudas. Naturalmente, el codicioso comerciante eligió comer las cebollas.
Por desgracia para él, después del primer kilo tenía el paladar en llamas, el estómago en ebullición y una sed insoportable. Aguantó y comió otro kilo, después de lo cual, desesperado imploró agua y suplicó que lo sometieran a la vara. Los varazos en la espalda fueron tan dolorosos que al llegar a los 50, destruido por el tormento, pidió poder extinguir la pena pagando la multa.
Con la trampa elegante basada en la ilusión de alternativas, el juez había conseguido hacer sufrir al imputado, a su elección, las tres condenas.
La ilusión de alternativas es la clave
En el ámbito de la retórica de la persuasión, esta técnica representa un modo de convencer al otro haciéndole creer que es él mismo quien elige. Si yo quiero, por ejemplo, inducir a mi interlocutor a aceptar hacer algo que no quiere hacer, puedo declarar que hay dos modos de afrontar la situación. Luego le propongo la primera modalidad, que deberá ser decididamente costosa y comprometida. Después, le propongo la segunda alternativa, la que yo querría que practicase y que, por más que es difícil de aceptar, lo es mucho menos que la primera. Generalmente, la persona elige inmediatamente hacer aquella que queremos como si hubiera hecho un buen negocio, puesto que ha evitado una peor.
(De “El arte de la estratagema. O cómo resolver problemas difíciles con soluciones simples” Giorgio Nardone. RBA Integral)
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