"La dieta de la paradoja"Temática trastornosTerapia Breve EstratégicaTrastornos de alimentaciónla dieta de la paradoja

El problema esencial de cualquier dieta no reside en su eficacia sino en su mantenimiento a lo largo del tiempo. Es más, la desilusión que se deriva de la repetición del fracaso habitualmente conduce a una actitud depresiva de renuncia. Pero si, como hemos dicho, el problema no está representado por las soluciones sino por su mantenimiento a lo largo del tiempo, la atención debería desplazarse al segundo factor en lugar de estar constantemente centrada en el primero.

El motivo de que las dietas fracasen es que todas se basan en la idea de control, de la limitación y del sacrificio; por consiguiente, antes o después se vuelven insoportables porque chocan pesadamente con la sensación fundamental en la que se basa nuestra relación con la comida: el placer.

Las reacciones que aparecen durante o después de un periodo de restricción alimentaria son numerosas y diferentes entre sí. A veces son incomprensibles, pero todas comparten el efecto de un intento de control que conduce a la pérdida de control. Esta es la estructura paradójica connatural a cualquier dieta.

Si se desea salir de esta trampa, el placer debe ser el fundamento básico y no el accesorio de un programa alimentario.
De ahí nace la idea de la dieta de la paradoja, es decir, de una gestión de la alimentación basada en el placer y no en el sacrificio y el control forzado.

Además, es una evidencia para los lógicos y los terapeutas más sofisticados que un dilema representado por una paradoja puede resolverse sólo con una solución basada en una contraparadoja.

Si te lo concedes podrás renunciar

Como expresa un aforismo que utilizo desde hace años para comunicarme con las personas que presentan problemas con la alimentación: si te lo concedes, puedes renunciar a ello, pero si no te lo concedes se vuelve irrenunciable. Con esta sentencia se quiere indicar que la relación con cualquier cosa placentera, para que sea funcional y equilibrada sólo puede basarse en el placer. Sin embargo, para no vernos arrollados es necesario usar con uno mismo una estratagema particular que nos permita asumir el control.

Mientras quien se abstiene carga siempre consigo el deseo del objeto de su abstención, quien se concede el placer de lo que desea, al cabo de cierto tiempo ya no lo desea tanto como antes. Si me concedo aquello que me gusta, al cabo de poco tiempo dejará de agradarme tanto y podré renunciar a ello sin esfuerzo ni frustración.

El primer paso para la elaboración de una dieta eficaz es concederse las comidas más deseadas para convertirlas gradualmente en algo cada vez menos atractivo y subyugante, procediendo así de forma paradójica respecto a las dietas habituales. Concederse todo aquello que a uno le gusta comer representa sólo la primera sugerencia de nuestra dieta de la paradoja, acompañada de la prescripción de hacerlo sólo y únicamente en las tres comidas. La indicación es:

La dieta de la paradoja

Come solo y únicamente lo que más te guste. Solo y únicamente en las tres comidas: desayuno, comida y cena. Nada entre comidas.

Esta regla se basa en la ambivalencia de ser libre de elegir a partir de los propios deseos, con el vínculo de las tres citas cotidianas. El procedimiento permite establecer una colaboración, en lugar de enfrentarlos, entre placer y deber, lo que induce a la autorregulación más que a un control forzado.

No es por casualidad que esto sea también la meta en el tratamiento de los desórdenes alimentarios graves, mientras que el equilibrio entre placer y regulación representa el punto de partida de la patología.

Por otro lado, en las sociedades opulentas, el cuerpo ha olvidado el placer del movimiento pues casi nadie realiza trabajos manuales y se tiende a una vida sedentaria. Por lo tanto, es frecuente que para apreciar el placer del movimiento haya que superar una cierta inercia inicial que nos hace sentir como algo placentero el estar parados, el vagar, el no usar el cuerpo. El mejor sistema para salir de este estado de inmovilidad consiste en dedicarse a la actividad motriz con un poco de constancia. El cuerpo, si se lo sabe escuchar, no tardará en enviar señales positivas, de placer y bienestar. La selección del tipo de gimnasia o deporte se convierte en una cuestión crucial.

Lo importante es que la actividad nos agrade porque así la practicaremos con constancia. Para que la actividad motriz se convierta en una exigencia agradable es necesario que ésta compense los posibles desequilibrios de nuestras obligaciones cotidianas.

Ejemplo de un caso

Era una mujer elegante y refinada pero esos 5 ó 6 kilos de más la hacían un poco torpe, por más que ella se encargara de ocultarlos bajo una indumentaria adecuada a sus formas. Se había decidido a pedir ayuda porque le resultaba insoportable no sólo contar con unos kilos de más sino, especialmente, ser incapaz de controlar su tendencia a comer chocolate y dulces fuera de las comidas. No se trataba de atiborrarse, sino de unas porciones normales de bollería que, al ser una práctica cotidiana, no le permitían guardar la línea. Cuando le recomendé la dieta de la paradoja me preguntó atemorizada si esto quería decir que debía sustituir su sana alimentación por los dulces.

Pero lo que más le desconcertó no fue mi respuesta afirmativa, sino la siguiente prescripción: siempre que comiese algo entre horas, debería comprometerse a comer cinco veces lo mismo. Probaría a seguir mis sorprendentes indicaciones.

Experiencia correctiva

La experiencia le resultó realmente correctiva ya que a medida que iba comiéndose los pastelillos, dejaron de parecerle tan gustosos para convertirse en algo desagradable. Hasta tal punto fue así que para llegar a la dosis establecida tuvo que esforzarse mucho, procurándose un buen empacho. Desde entonces no volvió a haber paradas en la pastelería, es más, la mera idea de hacerlo le generaba una sensación de rechazo.

No obstante, había aportado una variación a su dieta cotidiana al introducir platos más gustosos que los que se consideraban adecuados por ser más sanos. Pero lo más increíble era que había adelgazado dos kilos.

En el curso de los dos meses siguientes su peso y equilibrio alimentario se estabilizaron: se permitía un café y bollos por la mañana, pasta o arroz, verduras y fruta al mediodía y carne o pescado con verduras o fruta por la noche y una chocolatina como colofón. La última vez que la vi me trajo como regalo una magnífica bandeja de dulces de lo más refinado de su pastelería favorita

(De “La dieta de la paradoja. Cómo superar las barreras psicológicas que te impiden adelgazar y estar en forma”. Giorgio Nardone. Paidós)

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