La dieta de la paradoja es la expresión acuñada por Nardone, en el ámbito de la psicoterapia breve estratégica, para indicar un tipo particular de dieta (entendida en su sentido original de “estilo de vida”) basada en el placer y no en el control forzado.
Observando que la mayor parte de las dietas no consiguen mantener en el tiempo los resultados, se ha revelado que la razón del fracaso reside en que todas se basan en la idea del control, de la limitación y del sacrificio. Esto las convierte antes o después en insoportables, porque interfieren fuertemente con la sensación fundamental sobre la que se basa la relación del hombre con la comida: el placer.
La dieta paradójica permite salir de esta trampa al colocar la sensación del placer como fundamento del programa alimenticio, haciéndolo así eficaz y persistente en su equilibrio.
Pasos
Esta organización alimenticia se articula en varios pasos.
- El primero, el de las fantasías agradables: guía a la persona a orientar sus propias fantasías en la dirección de los alimentos más deseados, evocando sus sensaciones, para después elegir qué comer durante el día. Se trata de una autoinducción sugestiva por la que las tentaciones alimenticias se convierten en una posible elección voluntaria y no ya en una pérdida de control.
- El segundo paso consiste en concederse comer, en las tres comidas principales del día, sola y únicamente aquello que guste más. Cuidándose el momento de la comida en todos sus detalles, para así hacerla lo más agradable posible. En virtud de esto, a partir de una elección inicial de los alimentos antes prohibidos, la persona descubre que, una vez concedidos, estos ya no son los deseados. A la larga, la dieta de la paradoja se transforma en el despertar de una disposición más natural hacia la comida: que las necesidades orienten las elecciones y que lo que apetezca coincida con lo que hace bien.
- El último paso fundamental de esta organización es la integración en la propia vida de una actividad motora, también siguiéndose el criterio de lo placentero en su elección. Solo de esta manera, de hecho, la actividad física permitirá experimentar sensaciones, emociones e inducir pensamientos, activando así toda la psicología del sujeto y no solo su aparato motriz.