La bulimia nerviosa (vomiting): perfeccionar el trastorno para anularlo
Llega a mi consulta una pareja, porque la hija se negaba a venir, diciendo que no tenía necesidad. La hija, afectada por el “síndrome del vómito”, la bulimia con vómito o bulimia nerviosa (vomiting), no quiere saber de terapias, ya que está bien así. Los padres describen el caso y cuentan que han intentado todas las formas de minimizar los daños, guardándole la comida, limitándole el dinero a la hija para que no pudiera consumir grandes cantidades de alimento. Todo esto no ha servido para nada porque la hija, si no tiene dinero, roba en los supermercados, por lo tanto han preferido dárselo y, en cualquier caso, si le esconden la comida, ella consigue encontrarla.
Por lo tanto, han llegado a una posición de resignación completa. La hija no quiere que la curen, sino seguir adelante con su trastorno y, en los últimos tiempos, no hace otra cosa que comer y vomitar; ya casi no sale, se ha encerrado en casa para comer y vomitar.
Después de escuchar todo esto y de considerar que me encontraba frente a un caso de transgresora consciente y satisfecha, procedí con la estrategia habitual para estos casos resistentes.
¿Qué quieres hoy para comer y vomitar?
La prescripción es la siguiente:
De aquí a la próxima semana le pido que usted (dirigiéndome a la madre) todas las mañas despierte a su hija, ni demasiado pronto ni demasiado tarde, antes de marcharse a trabajar, y le pregunte: ¿Qué quieres hoy para comer y vomitar? Además, quiero que haga una especie de menú, es decir, aquello que su hija le diga que se tomará, y vaya a comprar todo lo que ella le indique. Si se niega a hacer el menú, como creo que usted sabe perfectamente lo que ella come habitualmente para vomitarlo después, compre cantidades abundantes de todo eso y después vuelva a casa y póngalo encima de la mesa de la sala.
Le pido que no sea en la cocina, sino en la sala, que se vea bien. Después coja un post-it y escriba en él: “comida para comer y vomitar de” con el nombre de su hija. Les pido que ninguno toque esa comida, es únicamente para ella, sólo para el rito de su hija.
Efectos
Los padres a la semana siguiente me contaron que la hija se rebeló violentamente al ver la comida en la mesa y se negó a comerla. Incluso la cogió y la escondió en los armarios. Y la madre continúa: Para seguir con la tarea prescrita, siempre que hacía esto yo se la sacaba de nuevo y le añadía más. Hemos llegado a tener una montaña de comida. Pero lo verdaderamente interesante es que sus atracones se han reducido muchísimo, no han desaparecido, pero sí se han reducido mucho.
A lo que digo a los padres:
Bueno, esto es lo que nos anima y hay que seguir así; por lo tanto, señora, le pido una cosa más: tiene que recordarle a su hija más veces al día, y usted también señor, que puede comer y vomitar, que la comida está toda allí y que, como ustedes han comprendido que para ella es muy importante, quieren ayudarla a hacerlo mejor. Les pido que al menos cuatro o cinco veces al día animen a su hija a comer y vomitar, ya que han comprado toda esa comida para su disfrute.
El placer que deja de serlo
A la semana siguiente vuelven y me dicen que el síntoma de su hija se había reducido más y que, incluso, se enfada siempre que le dicen que se vaya a comer y vomitar. Normalmente a estas órdenes responde molesta: Pero ¿por qué me lo decís?
Es más, ¿sabe lo que me ha dicho mi hija, doctor?, me dice la madre. Que se lo he estropeado todo, que ahora ya no es como antes, que si antes le gustaba, ahora ya no y que no va a hacerlo más. Incluso me ha preguntado si puede venir aquí porque quiere dejarlo del todo
En este caso, la estratagema utilizada es apagar el fuego añadiendo leña: añadir para reducir, amplificar para disminuir, prescribir para que cese.
LA VOMITADORA SEDUCTORA: DEL PLACER A LA TORTURA
Era francamente atractiva y sensual, con un porte elegante, y cada mínimo gesto suyo parecía que estaba estudiado para impresionar a su interlocutor. Como se observa, esta persona, literalmente, había hechizado a sus terapeutas y precisamente por eso fueron incapaces de ayudarla. Se le prescribió la tarea más laboriosa que tienen que realizar las personas afectadas por el síndrome del vómito:
De aquí a la próxima vez que nos veamos, dentro de dos semanas, usted podrá seguir tranquilamente comiendo y vomitando, siempre que quiera, pero deberá hacerlo de la manera siguiente: coma lo que le apetezca libremente hasta que se sienta tan llena que crea que va a reventar y esté preparada para vomitar. En ese momento, párese, mire su reloj y espere una hora. Cuando haya pasado una hora, ni un minuto antes ni uno después, corra a vomitar.
Efectos de la técnica del intervalo para la bulimia nerviosa (vomiting)
Al siguiente encuentro con una sonrisa encantadora me explicó que había seguido perfectamente mi cruel prescripción, pero que le había sucedido algo imprevisto. En efecto, después de los primeros días en los que había respetado por completo la consigna de vomitar una hora después del final de la comilona, su deseo de vomitar, como por arte de magia, había desaparecido y lo había dejado de hacer. Además, al interrumpir el vómito, su apetito famélico se había reducido y, desde aproximadamente una semana, por primera vez después de muchos años había consumido comidas sanas y agradables sin pánico a engordar.
Como resulta claro en este caso, transformar el placer en tortura alterando la secuencia temporal del ritual, estructurado en fases consecutivas ha sido lo que lo ha llevado a su extinción y ha permitido eliminar la compulsión irrefrenable. Este tipo de intervención, con algunas variantes, representa la técnica principal para afrontar con éxito el tratamiento del síndrome del vómito y ha sido aplicada a centenares de casos, la mayoría de los cuales ha conseguido superar el resistente trastorno en el intervalo de algunos meses.
Una vez más, el problema profana un misterio y la solución profana el problema.
(De “Más allá de la anorexia y la bulimia”. Giorgio Nardone. Paidós). La bulimia nerviosa (vomiting)
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