"La soledad"Artículos destacadosOtros trastornos

La huida de la soledad, que la mayoría de las veces hace que el individuo se sienta aún más solo, es una dinámica que puede observarse continuamente no solo en la vida social juvenil, sino también en la de muchos adultos. La ecuación fracasada que subyace tras la conducta hipersocial es:

soledad angustiosa = falta de relaciones; por lo tanto,

si estoy en compañía no estoy solo = no sufro.

Esta visión se basa en la teoría psicosocial conductista, hegemónica en el mundo académico y en la investigación psicológica dominada desde hace decenios por la producción científica anglosajona sustentada en las ideas skinnerianas (Skinner, 1965) y que determina enfoques claramente influyentes en el ámbito clínico, tanto diagnóstico como terapéutico. Según este enfoque, la sociabilidad es sana y la falta de sociabilidad, aunque motivada, siempre es insana; de ello se deriva que cuanto más sociable más sano, esto es, menos enfermo.

Esta cadena de silogismos elementales, aunque basados en un “realismo ingenuo” (Salvini, 1989), dominan la escena de las publicaciones y de las informaciones psicológicas consumidas por el gran público e influyen en gran medida en las actitudes y conductas de los individuos y de los grupos, incluidos los numerosos especialistas del sector. De ahí que entre los jóvenes esté muy extendida la idea de que, si te presentas a un sitio solo, eres un perdedor, por lo que la mayoría de ellos se niega a salir si no es con la garantía de ir acompañado, para evitar este estigma social. La ecuación en este caso es:

solo= perdedor, perdedor = persona que hay que evitar

Sin embargo, soledad y sociabilidad son las dos caras complementarias de la medalla que representa el equilibrio sano y funcional de la persona; una necesidad de interactuar constantemente consigo mismo, con los otros y con el mundo sin que ninguno de estos tres componentes de su existencia domine sobre los demás, porque, inevitablemente, este desequilibrio produce efectos adversos. Convertir la relación con los otros en el fundamento de la gratificación personal y del equilibrio individual es una estrategia fallida, ya que no hay nadie contigo cuando estás delante de un espejo, o cuando estás solo antes de dormirte o al despertar, o en el dolor de una pérdida y en el sufrimiento de una enfermedad.

Igualmente, también se experimenta de modo individual una sensación intensa de placer incluso cuando esta es compartida, porque la compartición íntima es el vehículo o el multiplicador de un sentimiento feliz que, en cualquier caso, constituye una percepción subjetiva.

Como puede observarse, el otro nunca es suficiente sin el uno mismo y, viceversa, el uno mismo nunca es suficiente sin el otro, y ambos no son suficientes sin el mundo circunstante; no se trata de filosofía teórica, sino de vida vivida, realidad tangible que ni el príncipe de los escépticos puede negar.

Parafraseando a Pascal, no hay nada más patógeno que no considerar la razón o considerar solamente la razón.

 

(Extraído de aquí)

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