"Emociones"Comparación con otros modelos de terapiapercepción

Santo Tomás de Aquino afirmaba que “no hay nada en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos”, mientras que el filósofo empirista George Berkeley (1710) declaraba que “ser es ser percibido”, estableciendo una clara diferencia entre sensación y percepción, un concepto fundamental para entender correctamente cómo se desencadena una emoción y cómo puede ser regulada y gestionada.

La contaminación del paleoencéfalo

Es indiscutible que los sentidos juegan un papel fundamental en la activación de las reacciones emocionales. Pero está lejos de ser evidente que las percepciones lleguen incontaminadas al paleoencéfalo y a la corteza cerebral; más bien está claro lo contrario.

En otras palabras, nuestro sentir no es puro porque está influenciado por múltiples factores, como:

  • el estado de ánimo
  • las experiencias previas
  • los esquemas adquiridos de respuesta automatizada
  • la perspectiva desde la que se mira, escucha, se toca o se huele algo

Las sensaciones son, por lo tanto, el fruto de una interacción entre el funcionamiento de un sistema vivo complejo y el estímulo que activa el sentir, ya sea exterior o interior.

¿Existen los colores?

A este respecto, quizá el ejemplo más sorprendente sea el descubrimiento, a menudo ignorado incluso por los científicos, de Heinz von Foerster (Foerster y Glasersfeld, 2007), el cual demostró que los colores que vemos no existen en la realidad externa, sino que son producto de la elaboración de la refracción de luz en el nervio óptico y de las dinámicas de procesamiento de la información visual.

En otros términos, los colores que percibimos y que influyen en nuestras reacciones no son “reales”, es decir, objetivos; son producto del funcionamiento de nuestro sistema sensorial. Esta hipótesis sorprende generalmente: las sensaciones solo serían, por tanto, un engaño del que deberíamos emanciparnos para ser realmente amos/dueños de nosotros mismos.

Es también lo que afirman muchos filósofos idealistas y místicos que proponen el camino de la liberación de la esclavitud de los sentidos. Se trata de una posición ideológica difícilmente aplicable: aunque elimináramos los sentidos quedarían las percepciones y las elaboraciones mentales, que los sustituirían de una manera ciertamente menos fiable.

La cuestión es que nosotros percibimos la realidad y no tenemos de ella una sensación pura: nuestros sentidos están influenciados por numerosos elementos típicos de nuestro funcionamiento como organismo vivo, que en el transcurso de milenios de evolución se ha hecho cada vez más complejo.

Como han dicho muchos poetas y escritores, “la belleza está en los ojos de quien mira” y no simplemente ahí fuera; lo que para nosotros es “real” es el resultado de la interacción entre la cosa misma y nuestra percepción (…)

(Para leer otro ejemplo científico, el experimento de los tres cubos, pulsa aquí)

El constructivismo moderno: la realidad se construye en la mente

El estudio de las emociones debe tener en cuenta el hecho de que lo que las desencadena no son las sensaciones puras, sino las percepciones de la realidad interna y externa al individuo; toda la epistemología constructivista moderna (Watzlawick, 1981) parte de esta perspectiva (…)

La percepción, por lo tanto, anticipa las emociones, las cuales una vez activadas retroactúan en la percepción misma, alterando su funcionamiento. Percepción y emoción, por consiguiente, interactúan de un modo interdependiente.

Todo esto, como sostiene el neurocientífico Christof Koch (2012), sucede en un 80% por debajo del nivel de la conciencia, la cual llega con retraso respecto a la dinámica-emoción-reacción. Se sigue de ello que nuestras reacciones no pueden ser gestionadas casi nunca de un modo consciente debido al retraso insalvable de la conciencia a la respuesta emocional.

Frente a esa evidencia experimental decaen todas las teorías que ven en los procesos cognitivos los primeros responsables de las dinámicas emotivas (Searle, 1990). Lo mismo puede decirse de todos aquellos enfoques teóricos-aplicativos que consideran el pensamiento y la voluntad consciente como motores reguladores de las emociones (…)

Pensar que la llamada mente “superior” controla la llamada mente “inferior” ya representa un sublime autoengaño.

(Extraído de aquí)

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