La señora Johns experimentaba desesperación y pánico respecto de su matrimonio. Se quejó de que el esposo con frecuencia salía por la noche sin ella, que volvía hacia las 4.30 de la madrugada o directamente no regresaba al hogar. Él le decía que lo pasaba con un amigo soltero y ella le creía. Siempre que expresaba su molestia, el esposo la confortaba, le daba seguridades sobre la relación matrimonial y afirmaba que no había nada por lo que debiera preocuparse. En consecuencia, la mujer continuó aceptando esas salidas, e incluso le daba un beso de despedida y le deseaba “que lo pasaran bien”, porque ella sentía que saldría de todas maneras, sin importarle lo que dijera o hiciera.
Objetivo: salvar el matrimonio
Mientras tanto, ella permanecía en el hogar y sufría dolores de estómago, diarrea, depresión, crisis de llanto, dolores de cabeza y recientemente ideas suicidas, que rechazaba porque tenía dos hijos, de 4 y 6 años. Pero sus prioridades eran claras: quería salvar ese matrimonio y estaba dispuesta a hacer casi cualquier cosa para lograr que funcionara.
Ella había tratado de hablar con el hombre sobre el problema; trató de aceptar la situación pasivamente; después le volvió a hablar algo más. Puesto que con regaños y sufrimiento no había logrado retenerlo en la casa, quería saber qué hacer para que las cosas cambiaran. Veía con claridad que cualquier cambio tendría que ser suyo, puesto que para el marido todo estaba perfecto. Si no podía impedir que saliera por las noches, quería poder aceptarlo sin sentirse emocionalmente trastornada (…)
El detective
El señor Johns era detective, y a los detectives por lo general les gustan los misterios. Este hecho (…) impulsó el diseño total para resolver el problema.
El terapeuta felicitó a la señora Johns por su honestidad (…) pero parecía que no había sido lo suficientemente misteriosa. Todo matrimonio necesita de algún misterio, y puesto que la señora Johns se describía a sí misma como un libro abierto, el terapeuta sospechaba que su esposo detective, que necesitaba más que la cantidad promedio de misterio, se sentía desocupado.
El terapeuta preparó entonces una lista con una variedad de cosas que la señora Johns podría hacer para ganar en misterio, como por ejemplo vestirse y salir antes de que él se fuera, sin explicaciones, o no estar en la casa cuando él volviera a las 4.30 de la madrugada, y no aclarar nada.
Se le previno que no hiciera demasiadas cosas muy rápidamente (…)
Al comienzo de la segunda sesión, la señora Johns dijo: “Supongo que en cierto sentido he logrado mi objetivo. ¡Mi marido no salió esta semana!” Por primera vez en dos años, había transcurrido una semana sin que el hombre saliera solo de noche. Puesto que tenía un plan, sentía que controlaba la situación. En la tercera noche posterior a la sesión previa, la señora Johns salió sola y volvió a la 1. Él estaba esperando, pero no hablaron sobre el punto (…)
El terapeuta la congratuló por lo que había hecho de diferente y por lo que había planeado hacer en futuras noches si el señor Johns salía solo y ella no quería que lo hiciera. El terapeuta también sugirió que ella misma lo urgiera a salir una noche, y que insistiera en que no regresara hasta la 1 o hasta las 2. A la señora Johns le gustó particularmente esa idea (…)
Dosis de misterio
En la primera semana posterior a la sesión previa, el señor Johns había salido, pero ella supo que iba a hacerlo con la suficiente antelación como para preparar un plan. Llamó a una baby-sitter, salió de compras y alquiló una habitación de motel para pasar la noche. Cuando volvió a las 5 de la madrugada, él ya estaba en la casa. Había regresado a las 2. No le preguntó a dónde había ido o qué había estado haciendo, y ella no tomó la iniciativa de decirle nada. Él no volvió a salir.
Cuatro semanas más tarde, el señor Johns le pidió permiso para salir (nunca lo había hecho antes). Ella respondió: “Tienes que hacer lo que sientas que tienes que hacer”. Él decidió salir e invitarla a pasar la velada con su amigo y la novia. “Consideré que no era deseable, porque entonces sabría exactamente dónde estaba yo y qué estaba haciendo, de modo que le dije: “No, ya hice planes para salir”. Unas horas más tarde él le propuso: “Cancelemos los dos nuestros planes y pasemos la noche juntos”. Eso fue lo que hicieron. El cambio en la conducta del esposo fue exactamente el que la mujer deseaba que se produjera, y por lo tanto se había alcanzado la meta de la terapia.