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El mito de descargar las emociones

La idea de que las emociones funcionarían como un sistema hidráulico continúa difundiéndose (…) La imagen de la carga emocional negativa como reservorio demasiado lleno o como dique que corre el riesgo de derrumbarse por la presión excesiva del agua es tan inmediata que parece verdadera (…)

Desafortunadamente, las dinámicas emocionales funcionan de manera muy diferente a las de un sistema hidráulico que, una vez liberado de la sobrecarga, reanuda el funcionamiento correcto (…)

Desahogarse de la ira

Si, por ejemplo, trato de desahogarme con una persona dispuesta a escuchar mi ira contra alguien que me ha agraviado, no solo no disminuye la ira, sino que aumenta en virtud del hecho de que quien me escucha, aceptando mi tesis, confirma su veracidad. En el momento del desahogo verbal tengo la impresión de aligerar el peso del agravio y descargar la tensión debida a la ira, pero sin embargo esta termina presentándose potenciada y en nada reducida.

Desahogarse del miedo

En el caso del miedo, el mecanismo es aún más sutil: si hablo de él, con el objetivo de reducir la ansiedad que me atenaza, termino exacerbándolo. Socializar el miedo lo hace más real (Nardone, 1998, 2013), y si nuestros interlocutores intentan apoyarnos, más intenso aún.

Desahogarse del placer

Si tratamos de liberarnos de un placer al que ya no queremos estar subyugados, el efecto es más directo, pero cuanto más hablamos de él, más nos place y terminamos siendo atraídos por él de un modo irresistible

Desahogarse del dolor

Desahogándonos con alguien que intenta consolarnos desencadenamos una dinámica por la que el mismo hecho de sentir dolor ya produce una peligrosa ventaja secundaria: la de considerarnos importantes para el otro que nos atiende. Esto tiende a hundirnos en el dolor en lugar de librarnos del mismo. A menudo, ser víctimas seduce porque nos permite atraer más atenciones afectuosas (…) Al principio nos sentimos aliviados, pero luego quedamos forzados a enfrentarnos a un empeoramiento de la condición.

Darles rienda suelta

Más deletéreo es descargar la emoción que nos atormenta consintiéndola libremente o dejándonos llevar como si estuviera a punto de agotarse (…) Si me suelto a la ira llevaré a cabo acciones de las que me arrepentiré amargamente (…) Si me abandono al dolor corro el riesgo de que me absorba hasta el punto de autodestruirme (…) Abandonándome al impulso del miedo, evito todo lo que temo y pido protección (…), actuando así me siento seguro, pero alimento la fuerza del miedo (…) Si me dejo llevar libremente por el placer, hasta el punto de que me atrapa, ya no seré libre de elegir: algo que debería liberarme me aprisiona.

El mito del control

Cualquier exceso de virtud se transforma en defecto (…) En cuanto a las emociones, el exceso consiste en querer controlarlas a través del razonamiento inteligente con el intento de someterlas a la lógica que nos permite planificar, medir, cuantificar o resolver problemas. Sin embargo, (…) las emociones son competencias sin comprensión que funcionan de otra manera y no respetan reglas ni lógica racional (…) Las emociones siguen lógicas completamente diferentes a las del razonamiento. La gestión de las emociones requiere actos mentales y de conducta que a menudo contradicen la lógica ordinaria.

Por ejemplo, puedo explicarme racionalmente el miedo a algo que no existe, como los fantasmas, pero esto no hará mella en mi miedo en lo más mínimo (…) El miedo no puede gestionarse de manera racional porque es una reacción emocional fundamentalmente irracional, como lo son las otras tres emociones primarias. Por este motivo, no pueden gestionarse con los instrumentos de la lógica (…)

A todos nos ha pasado, al menos una vez, que no hemos logrado controlar la ira frente a una frustración tras recurrir a razonamientos. Pensemos también en lo difícil que es mantener a raya un deseo reflexionando sobre su peligrosidad (…)

Es imposible gestionar las emociones enjaulándolas, reprimiéndolas o sometiéndolas a un orden del cual por naturaleza escapan (…) Se trata, de hecho, de la psicotrampa más solapada (Nardone, 2013)

Gestionar las emociones estratégicamente

El primer paso importante para aprender a gestionar las emociones consiste en concedérselas o en evitar oponerse a ellas. No solo porque sería como querer frenar la crecida de un río empujando el agua con las manos, sino porque dejar que se expresen hace que fluyan naturalmente sin exacerbarlas o transformarlas, como sucede, en cambio, cuando tratamos de reprimirlas o controlarlas (…) No significa ceder a ellas pasivamente, sino secundarlas en su curso para utilizar su fuerza en sentido constructivo (…)

  • El miedo, en efecto, como demuestran tanto la sabiduría antigua como la investigación moderna, puede transformarse en coraje si se lo acepta, si se le sigue la corriente y se lo empuja voluntariamente al exceso, en el momento en que desaparece nos hace sentir dueños de nosotros mismos.
  • El dolor se debe aceptar y superar concediéndole espacio y tiempo. Es necesario tocar fondo muchas veces para emerger de nuevo.
  • La ira ha de ser canalizada y drenada dándole la posibilidad de expresarse en direcciones no destructoras sino incluso productivas.
  • El placer ha de experimentarse y vivirse concediéndonoslo en espacios y tiempos definidos para poder gozar sin ser poseídos y abrumados (…)

La única forma de manejar nuestro tigre interior es hacerlo amigo nuestro: nuestras emociones son tan potentes como grande y feroz es el felino, pero son parte de nosotros. Por eso no podemos enjaularlas en un recinto, ni mucho menos evitarlas (…)

Cada uno de nosotros puede construir su propia nave y convertirse en hábil timonel que se deja empujar por el viento en lugar de dejarse arrastrar por él, orientando la navegación hacia nuevas tierras por descubrir.

 

(Extraído de aquí)

 

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