Se considera terapia breve toda aquella que resuelve sus casos en unas 30 o 40 sesiones. La Terapia Breve Estratégica, con precedentes en la escuela de Palo Alto y la psicoterapia ericksoniana, pone sin embargo su límite para evidenciar el cambio en las 10 primeras sesiones.
Pero la principal diferencia con respecto a otros modelos, en especial el psicoanálisis, es que trabaja con el presente y el futuro, sin expediciones arqueológicas al pasado en busca de traumas originarios y posibles culpables. Porque conocer la causa de los padecimientos (en los casos en los que pueda conocerse), no permite la solución: no es más que otra falsa creencia, un mito. ¿Como podrían entonces padecer fuertes trastornos de estrés postraumático aquellos que identifican perfectamente el accidente, la violación o el maltrato que les truncó la vida?
La Terapia Breve Estratégica no se hace en el pasado, por tanto, indagando en él. Se hace en el presente, estudiando el mecanismo del problema, cómo funciona y cómo se alimenta. Por ejemplo, en el caso del sujeto fóbico, el problema se alimenta cada vez que se evita aquello que lo asusta. Mediante una serie de estrategias establecidas en protocolos de actuación que se adaptan a cada situación particular, y que proceden de estratagemas de la sabiduría antigua oriental, se modificará la manera de actuar de manera sutil y se romperá el círculo vicioso que nos hace actuar de una determinada forma infructuosa y perjudicial ante una determinada situación.
Un ejemplo de cambio de percepción
Pongo un ejemplo con una antigua historia china, tal y como se haría durante una sesión:
“Cuenta una fábula china que un hombre no encontraba su escudilla por ninguna parte. El hombre sospechaba del vecino, un muchacho que a sus ojos se movía y hablaba como un ladrón. Cuanto más tiempo pasaba, más convencido estaba de su culpabilidad.
Unos meses después encontró en su casa la escudilla que nadie había robado, sino que su mujer había cambiado de sitio. Cuando el hombre volvió a encontrarse al vecino, vio con gran sorpresa que se movía y hablaba como la más honesta de las personas”
Las prescripciones modifican la percepción de la realidad
A consecuencia de la aplicación de las estrategias y técnicas específicamente diseñadas, primero cambia la forma de actuar del sujeto y a consecuencia de ello cambia su forma de percibir la misma realidad, cambian sus emociones y también sus concepciones. Esto puede considerarse una verdadera herejía con respecto a la forma más tradicional de hacer psicoterapia, para la que primero se debe cambiar la forma de pensar si se quiere cambiar la de actuar.
Sin embargo, este orden supuestamente inverso es precisamente el que permite acortar la terapia. Porque son los propios hechos demostrados, los descubiertos por sorpresa al realizar la prescripción, los que convencen de una nueva forma de ver las cosas. Y no largas y complicadas explicaciones que sólo van a darse con el muro de la resistencia.
En la misma línea actúan las historias (como la de la escudilla), las anécdotas, metáforas, aforismos, imágenes y todo tipo de lenguaje analógico indirecto: permiten sentir de manera diferente sin alertar la resistencia. Permiten la modificación interior sin violentar el cambio, que por tanto sucede rápido.
Falsas creencias sobre la terapia breve
Por último, quería señalar dos puntos también muy arraigados en el pensamiento tradicional y completamente falsos:
- El primero de ellos es que hace falta una terapia larga para un problema grande. Los hechos demuestran lo contrario. Y las numerosas investigaciones al respecto, de las que citaré sólo algunas: Avnet 1965, Butcher y Koss 1978, Gurman y Kniskern 1978, Luborsky y Singer 1975.
- El segundo es que las terapias breves son superficiales y sólo sintomáticas, por lo que al poco tiempo se producen recaídas. Ninguna terapia bien hecha termina sin la fase de consolidación de los cambios (para la que hay sesiones de seguimiento). Y sin la creación de un nuevo equilibrio tras la ruptura del anterior equilibrio disfuncional. Así que el porcentaje de recaídas es cercano a cero.
Pero sobre todo existe una importante diferencia entre una terapia que dura un promedio de 14 sesiones y otra que dura un promedio de 835 (el promedio de duración de los tratamientos psicoanalíticos analizados por el Menninger Foundation Psychotherapy Research Project): el costo existencial (no digamos el económico, calcúlese).
¿No es el anhelo de todo paciente (y de todo psicoterapeuta que se considere ético) conseguir que se terminen los sufrimientos cuanto antes para antes ser considerablemente feliz y durante más tiempo aprovechar esta nueva oportunidad?
Baltasar Gracián nos dice al respecto: “Lo bueno, si breve, dos veces bueno “.
1 comentario