Los pacientes que se ven atrapados por esta contradicción suelen quejarse de estados de terror o de ansiedad. Por ejemplo, fobias, timidez, bloqueos en la escritura o en otras áreas creativas, bloqueos en el rendimiento (hablar en público, miedo a salir en escena), y de fenómenos similares (…)
Las fobias constituyen un excelente ejemplo de esta categoría, y nos brindan una clara ilustración acerca de cómo surgen y se conservan los problemas de este tipo. Con gran frecuencia, las fobias comienzan de un modo inocuo. El futuro paciente fóbico no experimentaba ninguna dificultad para llevar a cabo determinada tarea. Pero en un momento dado, choca con inconvenientes inesperados e inexplicables para realizarla. Se trata muy a menudo de una tarea que implica cierto riesgo.
Después de haber experimentado la dificultad, el futuro paciente comienza a especular sobre ella. Y se alarma al pensar que podría reaparecer en circunstancias peligrosas, mortificantes o humillantes para él.
A esto lo solemos llamar la feliz idea de “qué pasaría si…”:
¿Qué pasaría si me da un vahído mientras voy conduciendo el coche, pero estoy en el puente y no puedo salir de la carretera?
¿Qué pasaría si se atasca el ascensor, no puedo salir, y pierdo el control de mi mismo?
El problemático estado de la cuestión suele agravarse al principio del proceso, cuando el futuro paciente decide que se está comportando como un tonto y que necesita probarse a sí mismo. Por lo común, su aprensión provocará una profecía que se cumplirá a si misma. Una vez confirmados sus peores temores, el sujeto se halla en disposición de adquirir una fobia perfectamente desarrollada.
Sin armas para matar al dragón
El problema puede llegar a niveles fóbicos o limitarse a ser una reacción de ansiedad pero el futuro paciente considera que el acontecimiento temido es algo que él no está en condiciones de dominar. En es como si el acontecimiento fuese un dragón que el sujeto tiene que matar, pero para lo cual no posee el arma secreta que, al parecer, tienen todos los demás.
El hecho de que la mayoría de las personas no parecen tener dificultades con el dragón constituye un factor que el futuro paciente utiliza como elemento de su intento de solución: se dice a sí mismo que, puesto que la tarea resulta en realidad algo sencillo y fácil para los demás, él no tendrá ninguna dificultad en llevarla a cabo. Al mismo tiempo se siente vulnerable y no se encuentra preparado para realizarla. (Sería extremadamente difícil desarrollar una fobia con respecto a una tarea considerada generalmente como algo arduo o peligroso, por ejemplo, el deporte de esquí. En tal eventualidad, uno se limitaría a definir el propio temor como perfectamente lógico y justificado, y aceptaría no poseer excesivo coraje.)
Un problema inacabable
Así, el paciente se introduce en un problema inacabable, que aplaza al enfrentarse al dragón mediante una constante preparación para tal enfrentamiento. El estudiante que teme a los exámenes pide que se posponga una prueba, por más que haya estudiado para ella: el joven tímido que teme ser rechazado por una mujer, no la invita a salir. Por el contrario, esperará hasta hallarse con el estado de ánimo apropiado, o a que sus amigos más afortunados le hayan comunicado el truco del éxito seguro.
Esencialmente el intento básico de solución del paciente consiste en prepararse para el acontecimiento temido, de modo que ese acontecimiento puede ser dominado con antelación. El terapeuta debe evitar formular interpretaciones o directrices que sean meras variantes de esta solución. Este tipo de intervenciones sólo servirían para prolongar el problema. Lo que se requiere son directrices y explicaciones que expongan al paciente a la tarea, al tiempo que exigen una ausencia de dominio (o un dominio incompleto) de ella, como sucede en el siguiente ejemplo:
Un estudiante con miedo a los exámenes
Terapeuta: En el próximo examen, no me importa la calificación que usted obtenga sino más bien el hecho de que es una oportunidad para aprender algo más acerca de su problema. De hecho, le garantizo que, por más que haya estudiado, no obtendrá en él una nota superior a 90 sobre 100.
Cuando le entreguen el cuestionario de examen, quiero que lea detenidamente las diez preguntas que aparecen en él. Entonces, elegirá una y la dejará sin respuesta, a pesar de lo mucho que sepa sobre el tema. Tengo el máximo interés en cómo elegirá usted dicha pregunta. Porque gracias a este proceso aprenderá usted algo útil sobre su problema (…)
El temor a ser rechazado por el sexo opuesto
En estos casos, se le pedirá al paciente que incremente deliberadamente las posibilidades de rechazo. Puede pedírsele que vaya a algún sitio donde la gente se reúne y que elija a la mujer más atractiva de las allí presentes, acercándose a ella con esta sencilla autopresentación: Me gustaría conocerla mejor. Pero soy muy tímido al hablar con mujeres.
También hay que decirle al paciente que, en tales circunstancias, es probable que sea rechazado ya que, después de todo, ha elegido a una mujer muy llamativa y su presentación es absurdamente sencilla. Incluso en el caso de que no sea rechazado, se le indica que no la invite a salir o a verse otra vez. Puesto que el objetivo propio de la tarea asignada es inmunizarlo al impacto del rechazo, y no conocer a las mujeres.
El hilo conductor de las estrategias de solución ante los problemas de miedo-evitación es, por consiguiente, exponer al paciente a la tarea temida, al mismo tiempo que se le impide que la acabe con éxito. Como ya se ha explicado, esta estrategia general puede usarse como plan global, dado que la solución más frecuentemente adoptada por los pacientes consiste en evitar la tarea al mismo tiempo que se obligan a sí mismos a dominarla.
(De “La táctica del cambio. Cómo abreviar la terapia“. Fisch, Weakland y Segal. Herder)