Otro magistral ejemplo de cómo intervenir sobre el perfeccionismo infructuoso nos lo ofrece Paul Watzlawick, y se adapta a la angustia del tesista o del escritor. Le dejamos a él la palabra:
El tesista que padecía de perfeccionismo
“Un joven inteligente, que preparaba la tesis de fin de carrera, encontraba particulares dificultades cuando trataba de escribir textos que debía entregar en una fecha preestablecida. […] Finalmente, para licenciarse no le quedaban por presentar más que dos escritos. […] Cuando se dirige a nosotros había ya obtenido dos aplazamientos de la fecha de presentación. Sabía perfectamente que ya no le concederían un tercero. Resultó, según las primeras conversaciones, que se había impuesto metas utópicas. Pretendía demasiado de si y de su trabajo, así que estaba obligado a procastinar porque era la única táctica de que disponía para evitar las tareas.
La cosa más difícil para él era el comenzar a escribir, porque nada más comenzaba la primera frase no le parecía nunca lo bastante buena. Esto le impedía no solo escribir la segunda frase sino incluso poder pensarla.
Buscando soluciones
Le aconsejamos preparar dos textos que fuesen solo lo suficientemente buenos, que le permitiesen únicamente superar la prueba. Pero el consejo fue acogido con un rotundo rechazo. Hacer a propósito un trabajo mediocre para él era una idea inaceptable aunque admitía que lo normal, a pesar de toda su energía, era que los resultados de su trabajo fuesen bastante mediocres. […]
Al final aceptó un compromiso: un texto lo escribiría a su modo, mientras que haría todo el esfuerzo posible e imaginable por escribir el otro texto peor de lo que podía pero para un poco más de lo necesario para aprobar.
Se empeñó en no cambiar en ningún caso la redacción de la primera frase y a poner a propósito algún defecto si, releyéndolo, le pareciese demasiado bien hecho para obtener solo un aprobado. El lector puede adivinar cómo termina la historia. […]
Cuando mostró sus escritos tomamos nota de que un poco más del suficiente lo había obtenido con el trabajo hecho a su modo mientras que la nota óptima la había obtenido con el nuestro. Estaba visiblemente afectado y se preguntaba qué clase de mundo era ese en el que sucedían tales cosas”.
(Watzlawick, Weakland, Fisch, 1974, p.152)
La técnica de las composiciones gemelas
Tal maniobra, que podríamos llamar la técnica de las composiciones gemelas, una bella y otra horrible, se fundamenta sobre la idea de que el modo mejor para aflojar el perfeccionismo patológico es el de prescribirlo empujando al exceso. Y al mismo tiempo dejar abierta una vía de fuga.
Análogamente, hemos observado que el mismo principio es la base del método de ejercitarse perfectamente en la imperfección.
Ejercitarse en empeorar, degradar, complicar algo que se querría realizar a la perfección abre la puerta a la creatividad expresiva. Es, de hecho, el principio estratégico de retorcer aún más para enderezar.
Sobre esta estela, las tretas de caco-escritura (del griego Kakos, feo, malo) que puede escoger el terapeuta son virtualmente infinitas: se puede pedir escribir mal solo algunas específicas palabras, o fallar en períodos alternos (una frase si, otra no), o de insertar voluntariamente expresiones del argot, y así. Basta adaptarlo a las percepciones del paciente (y es un buen ejercicio de creatividad también para el terapeuta). No por casualidad Paul Léautaud nos recuerda:
“Dios me libre de la perfección, el peor género literario que pueda existir“. (Léautaud, 1903)
(De “Lo studente strategico. Come risolvere rapidamente i problemi di studio“. Prefazione di Giorgio Nardone. Alessandro Bartoletti. Ponte alle Grazie)
Imagen: fotograma de “Misery”, de Rob Reiner
Muy interesante y útil. ¿Cuál es la fuente del fragmento?. Gracias
Pongo la referencia bajo cada entrada, Coke. Gracias a ti.