Hace unos diez años me llamaron para que ayudara a un tenista de fama internacional que, tras una cadena de éxitos consecutivos, había sufrido no solo una serie de derrotas, sino sobre todo un bloqueo que podía percibirse claramente en el campo.
El atleta era muy joven (…) había conseguido la fama por su forma de jugar muy especial, muy intuitiva, muy poco técnica pero explosiva y sorprendente para el adversario. En sus partidos se podían ver auténticos chispazos de juego espectacular y también errores realmente clamorosos.
Un problema doble
Como es fácil imaginar, el joven atleta fue acogido por la federación de Tenis como una nueva joya a la que había que hacer brillar aún más (…) pero justo en este período comenzaron a surgir problemas, porque los maestros de la federación tenían unas ideas rígidamente vinculadas a los esquemas técnicos del tenis tradicional y empezaron a someter a Federico a sesiones agotadoras de entrenamiento basadas en el aprendizaje de las técnicas fundamentales que el joven no utilizaba en su juego, totalmente intuitivo (…) Aquel juego atractivo se había convertido en una especie de trabajo molesto (…) El jugador había perdido entusiasmo y, además, el hecho de que le entrenaran para jugar de acuerdo con los esquemas clásicos había interferido en su estilo intuitivo (…)
El problema que se presentaba era doble: por una parte, desbloquear el talento bloqueado de Federico y, por otra, desactivar los fallidos intentos de solución de los maestros de la federación (…) Cualquier indicación mía la habrían rechazado de antemano (…) El único recurso de que disponíamos era el propio Federico.
Al analizar sus intentos de solución, se vio claramente que se había dedicado con ahínco, aunque con grandes dificultades, a seguir todas las indicaciones de los maestros y que se había sometido a duros entrenamientos sin protestar jamás, aunque en su interior albergaba un fuerte resentimiento. Su actitud contrastaba con sus emociones, por un lado la voluntad de colaborar, por otro la incapacidad de llegar hasta el fondo. Esta situación me llevó a proponer un intento de solución que podría salvar la situación sin comprometer las relaciones.
Un zoquete voluntario
Lo que sugerí a Federico fue que empezara a cometer voluntariamente errores evidentes de la aplicación de las técnicas tradicionales que le estaban enseñando. Es decir, en vez de mostrarse diligente y de esforzarse por reproducir todos los movimientos técnicos y los esquemas tradicionales que le habían enseñado, para demostrar que era capaz de hacerlos mejor, tenía que empezar a demostrar que era incapaz de aprender (…)
De modo que empezó a convertirse en la pesadilla de sus maestros (…) incapaz de aprender incluso las cosas más sencillas. Lo que les resultaba chocante era que había empezado a ganar de nuevo, aunque jugando a su manera (…)
Federico explicó que le encantaba “burlarse” de los responsables técnicos, y cuando cometía errores garrafales fingiendo que no sabía hacer algo sentía en su interior una sensación de liberación (…) El atleta debía excusarse continuamente ante sus maestros por haberse transformado en un zoquete, incapaz de aprender las lecciones que le impartían, a pesar de que esto entraba en contradicción con el hecho de que había empezado a ganar de nuevo en los torneos, aunque a su modo.
La estrategia sutil
Lo más curioso, aunque estaba previsto en la estrategia ideada, es que los responsables técnicos empezaron a pensar que, puesto que Federico se mostraba negado para aprender, había que dejarle jugar a su manera, porque solo así podía dar lo mejor de sí mismo (…)
Se activó en la interacción disfuncional entre Federico y sus responsables técnicos un mecanismo que invirtió el sentido del círculo vicioso negativo y lo transformó en un proceso virtuoso de cambio. Y todo ello sin que la otra parte se diera cuenta, es más, como si se debiera a un cambio personal suyo.
Federico continuó su brillante carrera libre de expresarse del mejor modo, siguiendo su talento y no esquemas prefijados. Lanzamos una bola de nieve, que al ir rodando se fue transformando en una avalancha, de modo que el cambio pareció natural y espontáneo, y no el efecto de una sutil estrategia.
