El caso de Henry.
Cuando Henry concluyó el ciclo básico universitario, su padre lo quiso hacer ingresar en la facultad de medicina (…)
Me lo trajo y dijo: Hipnotícelo y haga que deje de comerse las uñas (…)
Yo le dije al padre: Me haré cargo de su hijo. Tengo mi propia modalidad de hacer terapia.
El padre me contestó: No me importa cuál sea su modalidad de hacer terapia con tal que consiga que a Henry le crezcan las uñas. Es imposible que yo pueda hacer entrar a mi hijo a una facultad de medicina con esos dedos horribles.
Le pregunté a Henry: ¿Qué piensas de tu hábito?
Es una costumbre innata en mi, No puedo dejar de comerme las uñas. Debo hacerlo incluso cuando estoy dormido. No me hace ninguna gracia tener uñas como éstas. ¡Son detestables! No quisiera que ninguna chica bonita me mirase las manos.-contestó Henry.
Bien, Henry, proseguí yo, tú tienes diez dedos. Ahora bien, yo estoy plenamente convencido de que nueve dedos pueden proporcionarte toda la dieta de uñas que necesitas, y que puedes dejar que te crezca una larga uña en un dedo cualquiera mientras te alimentas con los otros nueve.
Está bien, aceptó Henry
En verdad, continué yo, podrías dejarte crecer largas uñas en dos dedos, y los ocho restantes te proporcionarían toda la dieta de uñas que precisas.
Henry replicó: Ya veo dónde quiere ir! Terminará diciéndome que todo lo que yo necesito es alimentarme con un dedo, y que puedo dejar que me crezcan las uñas en los otros nueve. ¡Maldita sea, estoy atrapado en esa lógica suya!
No le llevó mucho tiempo dejar que le crecieran las diez uñas (…)
Otro caso: comerse las uñas por estar a la moda.
Mi hija volvió de la escuela y se acercó a decirme: Papito, todas las chicas se comen las uñas en la escuela y yo también quiero estar a la moda.
Le contesté: Bien, por cierto debes estar a la moda. Creo que estar a la moda es muy importante para las chicas. Te has quedado a la zaga porque ellas han tenido mucha práctica. Así que me parece que lo mejor que puedes hacer para igualarlas es comerte las uñas bastante todos los días. Pienso que si te las comes tres veces por día durante quince minutos cada vez (te daré un reloj), exactamente de tal hora a tal hora, conseguirás igualarlas.
Empezó con mucho entusiasmo; después, fue postergando la hora en que debía comenzar a comerse las uñas, o dejaba de hacerlo antes de tiempo. Hasta que un día me dijo: Papito, voy a imponer una nueva moda en la escuela: usar las uñas largas.
Erickson “se une al paciente” en su afán de estar a la moda y procede a convertir esa conducta dictada por la moda en un sacrificio. A menudo abordaba los síntomas de este modo: persistir en ellos resultaba más molesto que abandonarlos.
(De Mi voz irá contigo. Los cuentos didácticos de Milton Erickson. Rosen (compilador). Paidos)