William era un niño de siete años que tenía un tic vocal recurrente. A cada minuto, durante todo el día, hacía un ruido que sonaba como el de un ratón. Su madre, su padre y sus profesores estaban preocupados por esta conducta inflexible. Todos querían saber por qué emitía esos sonidos.
Se le pidió a Erickson su ayuda, quien, durante una visita a domicilio, envió a William a su cuarto con instrucciones médicas de que debía hacer su sonido dos veces por minuto en lugar de solo una vez por minuto. Y el que hiciera esto era la condición para que se le permitiera salir de su cuarto.
Aunque en un principio se resistió, finalmente William decidió hacer ruiditos dos veces por minuto. Después de un día entero practicando el sonido dos veces por minuto, se le dijo que tenía que mirar el reloj porque, si no hacía ruiditos dos veces por minuto, sería enviado de vuelta a su cuarto. Al día siguiente se le pidió que intentara hacer ruiditos tres veces por minuto.
Después de eso, cuatro veces por minuto. Esta disposición se justificaba por la necesidad de Erickson de estudiar y examinar la conducta.
El control de los TICS
Erickson tranquilizó a William diciéndole que era importante entender por qué hacía los ruiditos. El niño creyó que Erickson era muy estúpido por necesitar tanto tiempo para estudiar su conducta. En una semana, William había asumido el control de su hábito y le traía sin cuidado volverlo a tener.
Varios años después, sus padres confirmaron que no solo había dejado de hacer ruiditos, sino que tampoco había desarrollado otra sintomatología. (Erickson, 1960; Erickson, Hershman y Sector, 1961, p.326)
A veces la mejor forma de convencer a alguien de que está equivocado es dejar que se salga con la suya. (Red O´Donnell, circa 1900-1984). Tics