Hay personas que presentan una modalidad depresiva basada en la renuncia que no presentan estados de humor relacionados con la depresión. Hay, por el contrario, personas deprimidas de modo “evidente” con una mayor implicación del tono del humor.
Actualmente parece que en la depresión han pasado a un segundo plano los síntomas clásicos ligados a la pérdida de la alegría de vivir, al dolor moral, al sentido de culpa. “El eje sintomático se traslada de la tristeza a la inhibición, a la pérdida de iniciativa” (Borgna, 1992).
La solución intentada
La “solución intentada” común a todas las personas deprimidas, por tanto, es la renuncia. Aunque ésta presente diferentes matices, según hablemos de renuncia general o particular.
En el primer caso el término se refiere a una forma comportamental, ideativa y relacional generalizada, una persona “paralizada” por el rechazo a hacer cualquier cosa. El comportamiento está ralentizado, desmotivado, la ideación es negativa (“no puedo hacer nada…”); el placer está ausente, el humor se caracteriza por la ausencia de esperanza. Es la tragedia de la impotencia, que solo deja sitio a la lamentación.
Esta modalidad más global es la que caracteriza los estados depresivos más graves, donde el malestar abarca todas las áreas de la vida.
Normalmente una persona afectada por este tipo de renuncia global no pide ayuda directamente, sino que son otros los que lo llevan.
Depresión con renuncia parcial
Más a menudo sucede que quien pide ayuda directamente, en primera persona, utiliza una forma de renuncia no tan totalizadora: está abatido pero no aniquilado. Es decir, la renuncia parece ser parcial y afecta solo a algunos ámbitos de la vida del paciente. El estado de malestar puede ser generalizado en sus efectos, pero la renuncia, como solución específica, es aplicada de forma circunscrita. La renuncia parcial puede implicar el plano de las ideas, el del comportamiento o el de las relaciones.
La renuncia parcial, como la global, parece que no caracteriza una cierta tipología depresiva, sino que más bien se dispone transversalmente respecto a todas.
Un ejemplo podría ser el de un joven desengañado y traicionado por su pareja que, tras los dolorosos hechos vividos, se construye la siguiente creencia, que supone una renuncia aplicada en el plano emocional: “a partir de ahora no me dejo involucrar y así nadie ni nada podrá hacerme daño”. Aunque esta renuncia se aplica solo en el plano emocional, los efectos provocarán un estado general de insatisfacción que acabarán por afectar a otras áreas de la vida del paciente.
La renuncia parcial puede pasar a ser global. Es decir, el hecho de renunciar puede llegar a convertirse en un modo reiterado de afrontar las propias dificultades y problemas. De tal modo que de la evitación del conflicto se pase a la renuncia parcial y de ahí a la resignación y la parálisis global.
No en vano para Goethe “La renuncia es un suicidio cotidiano“.