"Las caras de la depresión"DepresiónTerapia Breve Estratégicael iluso desilusionado
SEGUNDO TIPO DE DEPRESIÓN

El iluso desilusionado de sí mismo , segundo tipo de depresión, es el caso en que la certeza de no poder contar más con uno mismo, por falta de autoestima, acaba predominando. Posición categórica, que la mayoría de las veces no deja espacio a dudas. La persona ha pasado a través de la prueba de la propia incapacidad. Tiene claro, bien impreso en la memoria, el recuerdo del episodio que le ha confirmado definitivamente que no tiene las condiciones, la capacidad, el recurso, el valor para…

El episodio puede haber sido un estrés agudo e imprevisto, pérdidas graves (luto), una enfermedad (también temporal), o bien un nacimiento…o sencillamente el haber perdido una ocasión que se creía indispensable y quizás irrepetible. Podemos hacer una larga lista cuyo denominador común, en el nivel lógico, es: he demostrado, o bien, he descubierto, que no soy como creía ser.

Sin embargo, no siempre existe la necesidad de la prueba  para tener la certeza de que no se es lo que se pensaba que se era. Un excelente dispositivo es la duda. Peor aún, al término de los pensamientos, emerge una frase lapidaria: no me había dado cuenta antes.

Todo sucede a menudo en un lacónico diálogo con uno mismo, que no deja salvación respecto a la sentencia final. Parece que las pocas veces que la persona expresa dignidad por sí misma son aquellas en las que se comporta de manera perfecta e intachable.

No tenía que haber sucedido: el iluso desilusionado de sí mismo

Un perfeccionista inconsciente de que corre sobre un hilo demasiado alto. Cuando cae tiene la desgracia de rebotar en la red, aunque no lo bastante alto como para volver a caminar por la cuerda tensa. No ha perdido la vida; mucho peor: ha perdido el desafío consigo mismo. Inútil volver a intentarlo, no tenía que haber sucedido.

El perdón por el error no se contempla, el olvido es imposible. El presente se percibe como inmodificable, el futuro, como imposible. Ésta es una persona que parece no haberse dado cuenta de que forma parte de los seres humanos, imperfectos, suceptibles de errores pero también capaces de remediarlos.

O gano o me rindo

Él, cuando compite, siempre ha de conseguir la medalla de oro; si no es así, es un fracaso. Nunca ha pensado que las medallas de oro son el fruto de muchas derrotas y que precisamente de las derrotas se obtienen las mejores recetas para la victoria. El aforismo que se hace, dramáticamente, es: donde no hay victoria, hay renuncia.

Las personas que acuden a pedir ayuda al psicoterapeuta han asumido una posición de renuncia y sienten que, a su pesar, ya no hay salidas. Están en la posición de víctimas de sí mismos: han tenido la prueba inapelable de su propia incapacidad. La rendición, entonces, comporta también inevitablemente el proceso de delegación, en cuanto ellos se creen incapaces.

En el plano cognitivo domina una continua actividad de búsqueda y de localización de las propias insuficiencias o incapacidades, junto con la percepción del error continuo y reiterado, que confirma en un círculo vicioso sin fin que ya no se es como antes. Hacer cualquier cosa se convierte entonces en arriesgado, más bien peligroso. El resultado será siempre negativo o insuficiente para poder devolver la opinión en un nivel, no de suficiencia, sino de satisfacción. Sólo el máximo es aceptable. En esta óptica el objetivo se convierte en una tarea imposible y tiende progresivamente a transformarse en renuncia.

Los efectos en el plano emocional son inmediatos: la anhedonia, o ausencia de deseo e inercia.

Efectos somáticos del iluso desilusionado

También en el plano somático se verifican recaídas que asumen una perspectiva inédita: cansancio, fatiga, pesadez; sensaciones todas que parecen peremnes, que no desaparecen con el reposo. Más bien, en una lógica disfuncional encontramos la tendencia a descansar más, hasta saturar la jornada con este objetivo. El reposo se convierte así en la apoteosis de la renuncia: exonera de hacer y de pensar.

A veces la solicitud de ayuda llega precisamente a través del canal somático. La sintomatología varía del trastorno del sueño o los de la alimentación, hasta los de ansiedad con correlaciones neurovegetativas. Estos últimos parecen manifestarse más frecuentemente cuando la persona no ha alcanzado aún la resignación consiguiente a la renuncia. Las acciones se limitan a lo indispensable hasta llegar a inhibiciones muy importantes porque invalidan. Sin embargo, la reducción del ritmo diario se convierte en la ulterior confirmación del estado de impasse. Ya no soy como antes puede llevar fácilmente a decir: Ya no volveré a ser como antes.

El diálogo estratégico con el iluso desilusionado de sí mismo

El coloquio clínico se inicia siempre con las preguntas más generales, que proporcionan las primeras definiciones que da el paciente sobre su problema. Se tiene de inmediato, la imagen de una persona cansada y desanimada, a la que le cuesta esfuerzo expresar lo que quiere decir, como si hablar de las dificultades suscitase en ella un sentido de malestar o incluso de vergüenza. Los contenidos enumeran dificultades físicas y cognitivas, como si la cabeza y el cuerpo estuvieran sintonizados negativamente: ya no funcionan como tendrían que hacerlo, ya no son como eran.

¿El problema existe desde hace mucho tiempo o se ha presentado ahora? Encontramos respuestas que localizan una línea divisoria entre un antes y un después. El pensamiento expresa el concepto de que “de ahí en adelante todo ha ido mal”.

¿El problema le afecta sólo a usted o también a los demás en torno suyo, en la red de relaciones? Emerge siempre culpa por hacer sufrir a los demás y el miedo a la opinión de los demás. La investigación debe proseguir de manera que determine la posición dominante del paciente: si está más orientado hacia la culpa o en intentar esconder su propia condición.

¿Es usted quien no ha estado a la altura de la situación o la situación habría sido difícil para cualquiera? Ninguna clemencia! La respuesta, normalmente, es categórica: Soy yo quien no he sido capaz, ¡en cambio creía que lo era!

Resumir para redefinir

Parafrasear esta primera parte del coloquio quiere decir resumir para redefinir conceptos expresados por el paciente y obtener confirmación:

Si no le he entendido mal, corríjame si me equivoco, desde que le ocurrió aquello, que cree que no supo gestionar, usted ha descubierto que ya no es el que pensaba que era. Ha descubierto sus puntos débiles…El descubrimiento le ha sorprendido y desilusionado tanto que ya no puede confiar más en sí mismo.

¿Usted está intentando hacer alguna cosa para salir del problema o se ha rendido? Si las respuestas van en dirección a la renuncia efectivamente estamos frente a un problema de depresión.

¿Usted pide ayuda a los demás o espera la ayuda de los demás? espera la ayuda por parte de los demás, sin que tan siquiera se les pida de forma directa.

¿Cada vez que renuncia a intentar hacer lo que debería, esperando la ayuda de los demás, está mejor o peor? Confirma que, en efecto, está peor…

La ilusión de la invulnerabilidad

Me parece haber comprendido que cada vez que usted renuncia a intentar salir del problema, rindiéndose en la espera de que los demás hagan algo, usted está peor.

Sabe, usted me recuerda al héroe Aquiles: convencido de ser invencible e invulnerable, no protege su talón y cuando es herido de muerte, es herido precisamente allí, en el talón.

Aquiles muere por la presunción de que no tenía puntos débiles…Parece que usted está así desilusionado de sí mismo, ¡de pensar que antes era de verdad un iluso!

Objetivo de la terapia será restituir el equilibrio perdido, interrumpiendo la solución patológica tentativa de la renuncia, en este caso, la rendición con delegación.
Prescripciones: cómo empeorar, la peor fantasía, diario de las culpas (lógica paradójica de saturar para romper), como si, fantasía de la pregunta milagro, excepciones positivas, reestructuraciones y paráfrasis (lógica del añadir para cambiar u orientación a la solución).”

(De “Las caras de la depresión” Emanuela Muriana, Laura Pettenò y Tiziana Verbitz. Herder). Segundo tipo de depresión.

1 comentario

  1. Siento haber defraudado a quien suponía me ayudaría (mi familia q lo q ha hecho básicamente es existir; sinmás) y a mi misma si vuelvo de nueeeeevo a dar(me) una oportunidad aún creyendo saber que la base no es firme y que volveré a llorar por ello. Siento que soy una cobarde e insegura de mi misma y tengo mucho miedo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Publicar comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.