Marina vuelve al cabo de siete años. Sola. Siete años antes había hecho terapia con su marido debido a un problema de pareja, o más bien, a una situación de escaso deseo por parte de él, vivida como extremadamente problemática por parte de ella (…) A Marina le resultaba muy difícil gestionar todo lo que podía ser interpretado como rechazo (…) La huida de la intimidad por parte de él suponía para Marina una descalificación total de su persona. Marina pedía, mendigaba, se agotaba, convencida de que él debía dar un paso hacia ella (…)
Y Marina se presenta (…) destruida por un dolor que parece casi visceral (…): un urólogo, a quien ella le había obligado a visitar, le había prescrito para aquella disfunción eréctil unas maravillosas “píldoras azules”. Recuperado el vigor, como un milagro, había recuperado “la facultad”, pero ¡con otra! Marina grita su dolor (…)
Había vivido con él quince años. Años de dificultades, de angustias, de crisis. Pero sin él no podía vivir (…) Lo había invertido todo en esta relación, aunque no funcionaba: no era lo mejor, pero era algo. Porque Marina no vive de su propia luz (…): “Solo existo si tengo a alguien a mi lado”, un Pigmalión sin el que no existe, aunque se trate de un Pigmalión al que hay que suplicar e implorar. Si no tiene a alguien cerca, se siente acabada, incapaz de hacer frente a la vida. Está convencida de que no tiene recursos (…)
Únicamente es importante si alguien la considera importante: necesita un espejo, siempre. Pero justo porque parte del presupuesto de que no vale, el espejo casi siempre es de baja calidad: se contenta, acepta que la acompañe quien poco vale, porque ella está convencida de que no vale nada (…) Cualquiera le sirve, a costa de tenerlo sujeto durante quince años entre lágrimas y tormentos, como si su posición fuera “no merezco más” (…)
Una noche de derrota
“¿Una persona que soporta dolor y humillaciones durante quince años es frágil o tiene buenas espaldas?” –La terapeuta apremia a Marina para hacerla descubrir que existe otra manera de mirar las cosas (…) De este modo Marina puede empezar a verse con una luz distinta. En este momento es fundamental para la terapeuta una experiencia concreta: lograr que pase indemne la noche de la derrota (…) La terapeuta no conforta ni tranquiliza a Marina, sino que le dice, convencida, que es cierto, que será una noche de sufrimiento y tormento; en esta situación es imposible que no sufra (…) pero precisamente por esto será una ocasión magnífica e inexcusable para entender cómo funciona su sufrimiento, de qué está hecho su dolor. Como no podrá suprimirlo, lo que deberá hacer es aprender a gestionarlo. Por consiguiente, en el momento en que llegue la desesperación, deberá empezar a escribir para describirla, para hacer la autopsia del sufrimiento (…)l
La utilización de la paradoja sirve para evitar la Solución Intentada que utiliza Marina: tratar de no sufrir (…) La mera mención del dolor se convierte en una catástrofe frente a la que Marina sucumbe, dado su convencimiento de que no está preparada para soportarlo (…)
La estratagema que se utiliza es “surcar el mar sin que el cielo lo sepa” (G.Nardone, 2003), o bien: describir detalladamente la emoción del dolor, en el momento exacto en que se percibe la señal de alarma.
Una experiencia emocional correctiva
Y Marina, con gran sorpresa por su parte, pasa indemne la noche. Se trata de una importante Experiencia Emocional Correctiva que le permite experimentar concretamente su capacidad de superación. Es una primera victoria, y no insignificante para quien no cree más que en su incapacidad total (…)
Llegados a este punto, es posible trabajar terapéuticamente en el problema de fondo: la convicción de que todos la rechazan porque es una inepta (…) Marina ha construido toda su vida (…) sobre una idea: “Yo no valgo nada” (…), es decir, se ha convertido en el peor enemigo de sí misma (…) Al relacionarse con los demás su postura es de tal desconfianza, sospecha y preocupación que causa en los interlocutores precisamente lo que teme: el rechazo (…)
La dependencia emocional
Como parte del presupuesto de que no vale nada, el hecho de que alguien se fije en ella, el patito feo, es un milagro, un don divino. Por consiguiente, se une morbosamente al compañero de turno, aunque sea alguien al que sería mejor perder que encontrar, aunque la relación no sea satisfactoria.
Los maltratos, las vejaciones, las humillaciones son aceptadas de buen grado, porque siempre son merecidas (…)
Marina mezcla en un cóctel mortal dos ingredientes peligrosos
- la falta de autoestima y
- el ansia angustiosa de encontrarla solo a través de un compañero, porque cuando no lo tiene se siente incompleta.
Este parece ser el mecanismo de su dependencia emocional (…) como si fuese él quien definiera su estar en el mundo. Y él se convierte en lo que la mantiene con vida: Marina es como un paciente en coma, cuyas funciones vitales están garantizadas por una máquina que no se puede desenchufar, so pena de muerte (…) “Si él me ama, si está conmigo, eso quiere decir que valgo” (…)
Convencida de que no puede caminar sola, el compañero se convierte en su muleta, y la incapacidad de Marina se transforma en una verdad auténtica. Totalmente dependiente del otro, Marina no intenta desarrollar ninguna competencia, “total, no soy capaz”, y lo que logra hacer en realidad no es por mérito propio, sino por la presencia del otro (…)
La dependencia emocional como salvación de la depresión
Marina parece ser una deprimida radical que se salva de la depresión profunda a través de la dependencia: consigue no destruirse y vivir una cotidianidad decente, aunque penosa, en la medida en que cree que el otro le alienta el impulso vital (…) Un sufrimiento al que se ha acostumbrado, a fin de tener a raya un sufrimiento mucho peor y no gestionable.
El trabajo terapéutico se articuló necesariamente en dos niveles:
- La intervención de urgencia, para permitir a Marina afrontar el luto de la pérdida
- invertir el credo de fondo: “Yo no valgo”, para permitir a Marina construir en el futuro relaciones no basadas en la dependencia emocional, y poder por fin merecer algo más.