EL ILUSO DESILUSIONADO DE LOS DEMÁS (Tercer tipo de depresión):
El tercer tipo de depresión consiste en desilusionarse de los demás. Es, antes o después, una experiencia con la que todos nos enfrentamos y que debería enseñarnos a ser un poco más desilusionados para quedar menos decepcionados. Algunas personas, sin embargo, no saben sacar partido de esta experiencia, virando así hacia una patología tan pérfida como invasora y persistente.
Evento crítico y espera de reparación en el tercer tipo de depresión
Existe casi siempre un evento crítico claro que se vive como imposible de superar, razón por la cual se rinden. Rendirse puede ser también una razón de sana flexibilidad: la etología nos proporciona muchos ejemplos del mundo animal, como mecanismo de autoconservación. Sin embargo, para las personas que han desarrollado una depresión, la rendición no ha sido una elección activa de defensa, sino una solución tentativa pasiva, una auténtica y verdadera renuncia que han sufrido y continúan sufriendo.
La persona se convierte entonces en víctima de los demás, la suya es una down position, una posición de sumisión, hasta el punto de convertirse en un estilo de vida. Todo se vuelve insoportable, fatigoso y sobre todo injusto. Ésta es una posición de rendición en la que se espera que llegue por parte de los demás la solución a las propias dificultades.
El iluso desilusionado espera un acto reparador en sus relaciones por parte de aquellos que le han perjudicado, y que lo indemnicen de su propia buena fe original. Y así nos acercamos a lo que creemos que es el punto de partida del problema: la creencia original que se ha incumplido. Tenemos que tratar con personas que al parecer siempre han pensado que no tenían problemas de relación con nadie.
El control sobre los demás
Y no sólo esto, sino que habitualmente los demás están investidos de una confianza que se da por sentada y como cierta. De este modo, la creencia de base del iluso desilusionado de los demás, que podríamos resumir en yo puedo manejar a los demás, gracias a mi constante y excesiva disponibilidad, o porque me fío ciegamente, puede convertirse en: Los demás son totalmente irreconocibles…¡Con todo lo que he hecho por ellos…!
Una vez más, la persona se ha construido la creencia tranquilizadora por la que, dando la razón a los demás y complaciéndoles, demostrándoles su propia generosidad, nada malo podría derivarse de la relación con el prójimo. Se escoge como credo el proverbio: El que siembra, recoge, sin tener en cuenta las previsiones, por continuar con la metáfora, del granizo o la sequía.
En cierto punto de la vida sucede lo imprevisible, algo en lo que las personas nunca habían pensado, de encontrarse frente a una traición sentimental o de ya no poder contar más con amistades consideradas sagradas…Y aquí se produce el efecto sorpresa, inesperado, devastador. La creencia se ha roto, lo que antes daba seguridad ahora crea impotencia, rendición.
Si no lo he entendido mal, usted siempre ha intentado contentar a los demás, con las mejores intenciones y para vivir tranquilo, en una especie de “prostitución relacional” que le ha dejado ciego frente a las divergencias más evidentes (…) ¿Usted siempre intenta hacer alguna cosa para salir del problema o se ha rendido?
Las respuestas orientadas a la renuncia nos dicen que estamos ante un cuadro depresivo. Si la persona está buscando activamente la solución estamos frente a un problema de relación, pero no de depresión.
El caso de Camila: tercer tipo de depresión
Camila es una mujer de 52 años muy bella que acude a terapia por decisión suya. Se ha dado cuenta de que ha alcanzado un nivel preocupante de clausura y de abandono de sí misma. Camila vive sola, está separada desde hace 15 años, tiene una hija casada y con dos hijos.
El polo inicial del diálogo versa sobre las justificaciones de la elección de no ver a los amigos que la llaman. Me aburren -dice- yo soy diferente, no sé estar callada, se lo hago entender y después pongo tierra de por medio.
Explica que siempre ha actuado así desde pequeña: cuando las cosas no le salen bien, sale adelante ella sola. Su creencia original fue siempre: yo puedo prescindir de ellos, puedo renunciar a ellos; no me entienden ni me entenderán. Nunca ningún tipo de mediación ni ninguna solución alternativa.
Así, en el intento de resolver el problema del fastidio a través de la eliminación de lo que le molestaba externamente, usted ha cavado su propia tumba y ahora tiene miedo de caerse dentro
La metáfora crea ya una aversión sobre la solución tentativa del <<corto y renuncio>> .
Renuncia drástica
Se profundiza en la solución tentativa de la renuncia drástica, que parece ser el resultado de su incapacidad en modular la relación con las personas de manera distinta del todo o nada. Camila o rechaza a los demás porque son absolutamente diferentes a ella o, en la fase inicial de una relación positiva, lo da todo de sí misma.
Obviamente, se trata de una expectativa desilusionada del hecho de que los demás no siempre participan tan intensamente en la relación como ella quisiera o desearía.
Se le sugiere que no espere demasiado de la fase inicial, sino que observe, como lo haría un antropólogo (prescripción del antropólogo) que estudia el comportamiento humano, cómo responden los demás. El resultado de esta prescripción le hace darse cuenta de que los demás siguen a su lado y descubrir, en cambio, lo exigente que es ella incluso consigo misma, casi imponiéndose determinados comportamientos en la relación.
Presta una atención excesiva y estresante a lo que hay que decir en el intento de confeccionar una relación perfecta dentro de la cual ella debería aparecer: Fuerte, como siempre, y segura. Es un intento de esconder todas las debilidades y como ella misma declara: Es cierto, yo evito para que los demás no vean que no soy siempre como me ven, sino como quisiera ser
Un ejercicio de inmunización
Desde aquí hasta la próxima sesión, Camila, quisiera que se expusiera a situaciones en las que, de forma voluntaria, dirá o hará pequeñas cosas que los demás podrían desaprobar un poco, desde su punto de vista. Una especie de inmunización de su miedo a mostrar su fragilidad y sus pequeños errores. Tendrá que hacerlo voluntariamente.
Para ayudarle a modificar este modo de afrontar las novedades, siempre según el parámetro <todo o nada>, el terapeuta continúa en el camino de inducirle a tener nuevas experiencias construyendo un autoengaño distinto del <tengo que escoger lo que me hace parecer fuerte>.
Quisiera que observase lo que le sucede alrededor evitando preguntarse si va bien o mal, si es correcto o equivocado, y preguntándose: ¿Cómo me comportaría, qué haría, dónde iría si tuviese curiosidad y no tuviera que elegir?
La última prescripción le ha permitido tener nuevas experiencias, entre ellas una con un hombre al que encuentra interesante, que la pretende, aunque:
Paciente: Ha empezado a mandarme mensajes. Esto ha sido intolerable para mí. ¿Pero cómo un hombre de 50 años que apenas me conoce me envía mensajes como un adolescente?
Ni un solo error
Terapeuta: También esto la ha desilusionado. Un solo error y fuera de la lista. Si no son perfectos no los queremos. (…) Quizás no se trata de cambiar sino de encontrar la medida correcta. ¡Quizás sólo pensaba que a usted le hubiera gustado y ha intentado verla, equivocándose! Mientras más da o más espera recibir, más tendrá la percepción de que le falta algo. Mientras más cava el agujero, más difícil será encontrar a alguien que lo rellene. Si además los demás lo intuyen, se asustan, podría parecer una tarea demasiado dura para ellos…
Quisiera que cada día reflexionara sobre ¿cómo me comportaría, qué pensaría, si estuviese segura de que los demás ven las cosas de manera diferente que yo? (…)
Ahora lo sabe con certeza, porque lo ha experimentado, ha notado que no son siempre los otros los que no van bien, sino que a menudo es su expectativa la que es exagerada y le hace desilusionarse de los demás. Ha tenido la experiencia de que las soluciones son muchas y que ella no está siempre forzada a tomar decisiones obligadas y drásticas, que puede ir bien aunque no sea perfecta.
(De “Las caras de la depresión”. Emanuela Muriana, Laura Pettenò y Tiziana Verbitz. Herder). Tercer tipo de depresión. Tercer tercer
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