Frente a un estímulo percibido como peligroso por la mente, el organismo reacciona con una sucesión de cambios fisiológicos. Dichos cambios preparan al cuerpo y a la mente para dos acciones principales: el ataque (enfrentamiento) o la fuga (evitamiento). Este mecanismo se observa en muchos animales y tiene orígenes muy antiguos, ligados a la supervivencia.
SENSACIONES FISIOLÓGICAS DEL MIEDO
Entre las sensaciones fisiológicas que se desencadenan a partir del miedo tenemos las siguientes:
- Aumento del latido cardíaco: Distribuye el oxígeno, el azúcar, la adrenalina y otras sustancias de la sangre. Los músculos y el cerebro recibirán esta combinación de sustancias utilizadas en el movimiento muscular y la actividad cerebral de emergencia.
- Aumento de la respiración pulmonar: El oxígeno entra rápidamente en la circulación sanguínea, que ha aumentado su velocidad. Tendrá la tarea de sostener el estado de activación extraordinaria del organismo.
- Aumento de la tensión muscular: Consecuencia de la activación general del organismo y del aumento del flujo de sangre cargada de sustancias como la adrenalina; los músculos se mantienen así en un estado de tensión, preparado para utilizarse en un acto agresivo o defensivo.
- Orientación de la atención selectiva: Hacia el evento temido, que se manifiesta con la amplificación de los canales perceptivos interesados (vista, oido, olfato principalmente, aunque también tacto y gusto). El mejoramiento perceptivo permite al organismo reaccionar rápidamente. Esto vale también para las señales internas, se amplifica su percepción y la tendencia al control de las mismas.
- Activación del pensamiento orientado a la elaboración de la situación y a la emisión del comportamiento más adaptativo.
- Pérdida de heces u orina: En previsión de un esfuerzo físico notable el cuerpo tiende a aligerarse, ordenando y estimulando la sensación de necesidad de ir al baño. El cuerpo de hecho produce sustancias que ordenan a la musculatura intestinal y a la vejiga que se vacíen rápidamente.
DEL MIEDO AL PÁNICO
El pánico es el miedo a la enésima potencia. Los esquemas reactivos adaptativos saltan. Todas las reacciones fisiológicas se hacen excesivas y la persona ya no es capaz de controlarlas. Los pensamientos más recurrentes en estos casos son “me muero”, o “debo escapar”, o “estoy enloqueciendo”.
El terror es un estado emotivo extremo que muchos autores consideran similar al estado de shock. La persona recurre al automatismo de cerrarse en si misma, reduciendo cualquier reacción a los estímulos externos, incluso los dolorosos. La persona tiene la mirada perdida, no responde a las indicaciones, etc. Es un mecanismo similar al de algunos animales cuando se quedan inmóviles frente al agresor. Según algunos autores, esta parálisis y reducción de la percepción serviría para reducir el sufrimiento del organismo.
Mientras en algunos animales el miedo se manifiesta solo en presencia del objeto o del evento peligroso, en los seres humanos el miedo puede presentarse también en ausencia de peligro real e inmediato y convertirse en un estado crónico y persistente. Y esto ha sido posible gracias a la capacidad del pensamiento y de la memoria. Cuando el pensamiento se utiliza para desarrollar su función principal, que es la de coordinar un comportamiento resolutivo, una acción, se usa correctamente.
“La naturaleza jamás dice algo distinto que la sabiduría” Juvenal
EL PÁNICO
El cuadro de una persona que tiene un ataque de pánico es muy variable y puede variar de un individuo a otro. Los síntomas más comunes son: aumento considerado de la frecuencia cardíaca, dificultad para respirar y tomar el aire, opresión en el pecho, vértigos, aturdimiento, sensación de desrealización (de estar viviendo un sueño y de no estar realmente donde se está), miedo paralizante (terror), rigidez de la caja toráxica y debilidad en extremidades (brazos y piernas “muertas” o/y con hormigueos, aumento de la sudoración, náuseas, sudor frío, deseo de huir y/o de gritar, miedo a enloquecer y perder el control, miedo a morir.
El pánico llega velozmente, puede permanecer de 20 minutos a una hora y después las sensaciones comienzan a disminuir muy lentamente.
Señales inminentes de muerte
El problema que hace surgir el pánico es cuando los valores psicofisiológicos se activan de manera exagerada. El aumento de la respiración y la mayor entrada de oxígeno llevan a la rápida saturación de este gas en la sangre, lo que se llama hiperventilación. La hiperventilación desencadena una serie de reacciones fisiológicas (broncoespasmo, vasoconstricción, etc) que tienen la finalidad de recuperar los niveles de oxígeno y anhídrido en equilibrio iniciales y que son interpretadas por el individuo como señales inminentes de muerte cuando percibe el vértigo, el dolor en el pecho y la sensación de mareo que ocasionan.
A consecuencia de esta interpretación aumenta el miedo (“me está dando un ataque al corazón”, “voy a caer fulminado”) y la respiración y batido cardíaco. Y de nuevo el resto de reacciones concatenadas: se entra en la “espiral del pánico”.
En este estado, la mente se encuentra bombardeada por estímulos de alerta y requerimientos de control (de la situación, de las reacciones fisiológicas que son completamente incontrolables por ser instintivas), y entra en la total confusión, perdiendo su capacidad de planificar y organizar la acción, y pasando de controladora a “la que debe ser controlada”. El resultado puede ser la parálisis total del pensamiento o la sensación de locura y pérdida total del control.
EL MIEDO AL MIEDO
Cuando por el contrario el pensamiento es un fin en si mismo (pensar en el miedo, o en el miedo del miedo) es cuando se crea el cortocircuito peligroso que lleva a la solución intentada fallida. Porque el pensamiento no se descarga en ninguna acción comportamental sino que alimenta otros pensamientos. (En TBE estos pensamientos se sustituyen mediante la terapia en su primeras sesiones por una estrategia completamente diferente que impide que el pensamiento se repliegue sobre si mismo)
El engaño del pánico es que una vez iniciado hace perder el interés por el estímulo original peligroso para transformarse en un miedo a las propias reacciones. Y de este modo se origina “el miedo del miedo”.
El sobrepasamiento del umbral de los síntomas psicofisiológicos es automático y puede ser debida a dos causas desencadenantes: una espontánea, cuando el cuerpo reacciona de manera excesiva e impropia de frente a un estímulo (como normalmente ocurre la primera vez que sucede el ataque de pánico) y la otra, involuntariamente provocada por la persona misma, que prestando atención a sus síntomas, acaba por asustarse de sus propias reacciones y metiéndose en la espiral del pánico. Una vez generado el pánico, su presencia se mantiene por los mismos pensamientos de la persona que lo experimenta.
La experiencia, terrorífica, la expresaba Séneca así:
“Quien ha tenido pánico muere cien veces y no una sola vez”
Bibliografía utilizada:
“Fuori dal panico”. Monica Bonsangue. Finalmente liberi.
“Surcar el mar sin que el cielo lo sepa. Lecciones sobre el cambio terapéutico y las lógicas no ordinarias”. Giorgio Nardone y Elisa Balbi. Herder
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