"Psicopíldoras"Psicofármacosefecto muleta

Podemos definir el “efecto muleta” como el mecanismo por el que una persona delega totalmente a los fármacos la gestión de un trastorno psicológico que tendría que afrontar y superar con sus propios recursos (…) Una persona convencida de que su trastorno es una enfermedad del cerebro tendrá que resignarse a usar toda la vida una muleta bioquímica, haciendo inútil cualquier otro intento de resolución del problema. De esta forma, la persona termina por ser incapaz de “caminar” sola, como sucede al que está lesionado de la rodilla y, convencido de no poder recuperar su funcionalidad, continua usando las muletas en lugar de hacer ejercicios de rehabilitación.

Los psicofármacos tomados durante periodos largos, además, pueden producir verdaderas alteraciones cerebrales y determinar así una cronificación del trastorno que habría debido curar (Moncrieff, 2008; Whitaker, 2010), conduciendo a la realización de la profecía también a un nivel neurofisiológico (…)

Incapacidad y vulnerabilidad

Estamos haciéndonos cada vez menos responsables y capaces de superar las dificultades de la vida y cada vez más víctimas impotentes de nuestros neurotransmisores y nuestros genes. Por otra parte, si nuestros sufrimientos se deben a circuitos neuronales que funcionan mal o a alteraciones genéticas, que deben gestionarse con psicofármacos, tiene poco sentido esforzarse por mejorarnos a nosotros mismos y nuestras relaciones con los demás. Como subraya el científico Nikolas Rose (2004), nos hemos convertido en una sociedad de esclavos neuroquímicos, y millones de personas están ya convencidas de necesitar un fármaco para ser normales.

Basta recordar cuántos jóvenes recurren cada vez más a la utilización de muletas químicas para la prestación sexual (como la viagra), para taponar las propias inseguridades y la ansiedad de prestación, haciéndose cada vez menos capaces de construir confianza en sus propios recursos y cada vez más necesitados de una ayuda para vivir serenamente lo que debería ser una de las experiencias más bellas y naturales. La alarma ha sido lanzada también por algunos estudiosos de bioética, que subrayan cómo el uso indiscriminado de psicofármacos está creando una suerte de tendencia consumidora a buscar medios químicos para cancelar o taponar estados de ánimo desagradables o para recrear estados de ánimo agradables pero artificiales, haciéndose cada vez más frágiles (Council of Bioethics, 2003).

El mérito es del fármaco

También en el caso en el que no se da la condena biológica, el hecho de haber superado un problema gracias únicamente al uso de los psicofármacos, deja a menudo una sensación de ansiedad y vulnerabilidad en la persona una vez que estos se suspenden. Es como decir: si tomo el fármaco y estoy mejor, el mérito es del fármaco; si quito el fármaco y estoy mal, la culpa es mía. Haber delegado en el fármaco la gestión del problema, no permite al paciente sentirse responsable y parte activa de su superación, sino inseguro y más vulnerable a recaídas futuras. A diferencia de lo que sucede con otros tipos de intervenciones (como la psicoterapia), tomar una pastilla es un gesto pasivo que no estructura nuevos aprendizajes y nuevas capacidades para afrontar los problemas que la vida presenta.

De este fenómeno se hacen rápidamente conscientes las personas que sufren ataques de pánico, a los que se les ha aconsejado, a menudo el médico de cabecera, tomar un ansiolítico de acción rápida cuando lo necesite, es decir, en el momento en el que perciben que les viene el ataque de pánico. Apoyarse en esta muleta, siempre en el bolso o en portafolio, de hecho, calma a la persona de que podrá sedar rápidamente las sensaciones terribles de la ansiedad o del pánico, pero también le confirma la incapacidad de gestionar sola el ataque, dejándola insegura respecto a sus propios recursos y a merced de la ansiedad y la necesidad de taponarla farmacológicamente.

El fármaco que debería ayudar se hace, sin embargo, uno de los principales mecanismos de empeoramiento del trastorno y es el ejemplo emblemático de cómo la óptica farmacológica orientada a solo gestionar puede transformarse en lo que impide la cura.

(Extraído y traducido de aquí)

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