Mi preocupación por los métodos de diagnóstico psiquiátrico actuales no es exagerada. Se trata de uno de los principales problemas de la psiquiatría, porque hace falta muy poco para ser diagnosticado de algún trastorno. Puede ser peligroso, por ejemplo, que un paciente diga que oye voces.
El experimento de Rosenhan
En 1973, el psicólogo David L. Rosenhan publicó un conocido artículo en Science, titulado “Estar cuerdo en un lugar de locos” (traducción libre del original). Rosenhan y otras siete personas sanas acudieron a hospitales psiquiátricos y afirmaron oír voces. El objetivo era salir de allí con sus propios recursos convenciendo al personal del hospital de que estaban cuerdos.
Una vez lograban ingresar, dejaban de simular los síntomas y se comportaban de manera totalmente normal. Sin embargo, estuvieron hospitalizados una media de 19 días (Rosenhan pasó dos meses enteros allí antes de recibir el alta), y a todos les recetaron fármacos que lograron no tragarse. En total, 2100 pastillas, de distintos tipos, aunque todos los pseudoenfermos entraron con los mismos falsos síntomas. A todos se les dio el alta con un diagnóstico de esquizofrenia en remisión, y eso que su único síntoma era que oían voces, algo que puede pasarle a cualquiera.
Muchos de los enfermos ingresados en esos hospitales sospecharon que los ocho no tenían ningún trastorno, pero al parecer nadie del personal se dio cuenta. Este caso ejemplifica perfectamente el grave sesgo que existe al hacer un diagnóstico psiquiátrico. Y una vez se llega al diagnóstico, resulta muy difícil revertirlo; se queda para siempre allí (…)
Mala interpretación de comportamientos
Muchos de los comportamientos normales de los pseudopacientes (…) eran malinterpretados por el personal hasta lograr que encajaran con la teoría popular de la dinámica de una reacción esquizofrénica. El resumen del caso clínico de uno de los falsos pacientes al darle el alta ilustra esta farsa:
Este varón, blanco, de 39 años de edad (…) presenta un largo historial de bastante ambivalencia en las relaciones cercanas, que aparece por primera vez durante su infancia. Una estrecha relación con su madre que se enfría llegada la adolescencia.
Una relación distante con su padre, que el paciente describe como muy intensa. No se aprecia estabilidad afectiva.
Sus intentos para controlar la emotividad con su mujer e hijos se ven interrumpidos en ocasiones por ataques de ira, y en el caso de sus hijos, con azotes (…) También se aprecia cierta ambivalencia en sus relaciones de amistad.
De hecho, no había nada de ambivalente en las relaciones descritas (…) y todo habría tenido un cariz diferente si hubieran sabido que el hombre no tenía ningún problema psiquiátrico.
El resto de enfermos
Los falsos pacientes tomaron notas y observaron que el comportamiento de los enfermos a menudo era malinterpretado por los profesionales. Cuando un paciente “enloquecía” porque alguien le había tratado mal, pocas veces las enfermeras le preguntaban acerca de ello y, simplemente, asumían que su enfado estaba causado por su patología o por una reciente visita familiar (…)
Las conclusiones del experimento de Rosenhan
Rosenhan explicó que los diagnósticos acababan siendo una profecía que inevitablemente terminaba cumpliéndose.
- los enfermos fueran poderosos en vez de débiles
- fueran vistos como personas interesantes más que como meros diagnósticos andantes
- fueran relevantes socialmente, en lugar de leprosos sociales
- y si sus angustias realmente despertaran la empatía y la preocupación de los médicos (…)
Se negaban a los pacientes todos sus derechos legales y se les despojaba de cualquier credibilidad, solo por el hecho de estar psiquiátricamente marcados (…)
Rosenhan concluye en su artículo que en los hospitales psiquiátricos no es posible distinguir entre un paciente cuerdo y uno que no lo está, y se pregunta cuánta gente cuerda debe haber ingresada en instituciones psiquiátricas. Más aún, ¿cuántas personas que serían consideradas cuerdas fuera del hospital psiquiátrico parecen no estarlo debido únicamente a su comportamiento en un sitio tan peculiar?
Nuevos errores
En un hospital universitario y de investigación, los trabajadores, que conocían el estudio de Rosenhan, creían que este error no ocurriría nunca en sus instalaciones. Entonces, Rosenhan les comunicó que, en algún momento de los 3 meses venideros, uno o más falsos pacientes tratarían de ingresar en un hospital psiquiátrico. Se pidió a todos los trabajadores que se fijaran en si algún paciente era falso. De los 193, 41 (21%) fueron tomados con gran seguridad como falsos pacientes por al menos uno de los trabajadores. Sin embargo, ¡Rosenhan no había enviado a ningún falso paciente en esos 3 meses!
El método de diagnóstico no sólo no es científico ni objetivo (porque no está basado en pruebas médicas, sino sólo en diálogos con el psiquiatra), sino que, en el caso de que se hicieran pruebas físicas, no habría garantías de acertar, puesto que una cosa es el CEREBRO y otra cosa es el funcionamiento de nuestra psique (faceta completamente incorpórea y no supeditada al cerebro en sí). Los pensamientos de una persona están hilados de manera lógica, pero dependen de facetas de nuestra mente como la personalidad, los recuerdos, la manera en que digerimos ciertos recuerdos, etc. Por lo tanto, los psiquiatras harían un favor a toda la sociedad (los pacientes y los posibles pacientes) si los psiquiatras en general reconocieran que el diagnóstico psiquiátrico depende demasiado de un sesgo de opinión externa, que no forma parte del comportamiento o los procesos mentales del paciente; al cual, por otra parte, no se le puede hacer una radiografía mental con una máquina, y menos aún con una charla en la que las palabras quedan siempre cortas para el entendimiento mutuo. Puede parecer difícil de comprender, pero tiene más lógica que etiquetar como enfermo mental a una persona basándonos en palabras que pueden tener un trasfondo más complejo que las conclusiones primeras. Parte del proceso de mejora en el diagnóstico estaría en aprender a hacer preguntas cuyas respuestas arrojasen luz sobre las cuestiones que hay que aclarar. Pero para eso hay que ser capaz de darse cuenta de cuándo se abren vías de argumentación con lagunas que hay que llenar; si el psiquiatra no es capaz de ver esas lagunas, difícilmente se puede llegar a saber qué hay que preguntar al paciente.