Cada tipo de psicofármaco tiene su propio modo de acción; en general podemos decir que actúan estimulando el cerebro para que produzca o reduzca la producción o la eficacia de algunas sustancias que producimos naturalmente y que se llaman neurotransmisores.
Un ejemplo de uso de psicofármacos: los ansiolíticos
Tomemos el caso de la ansiedad y de los ansiolíticos (…) Nuestra enemiga es la ansiedad excesiva, la paralizante, la que nos empuja a evitarlo todo, a escapar, a no vivir, o la ansiedad que permanece cuando ha pasado el peligro. En nuestro cerebro existen, por fortuna, sustancias y circuitos neuronales que favorecen la aparición de la ansiedad y sustancias que nos permiten reducirla. Estas últimas sustancias creadas naturalmente en nuestro cerebro son similares a los ansiolíticos más difundidos que se adquieren en las farmacias , es decir, el Tavor, Valium, Ansiolin, Xanax.
En condiciones de ansiedad, de insomnio o de graves tensiones (también musculares), estos productos en el curso de pocos minutos te hacen estar bien. Justamente en este parecido con los productos creados por nuestro propio cerebro se encuentran las ventajas y los defectos de los ansiolíticos. La ventaja es que son verdaderamente eficaces y de rápido efecto, son además similares a sustancias fisiológicas que raramente dan alergia. El inconveniente está justo en esta eficiencia.
Si se toma medio Tavor cada tanto no sucede nada, se duerme bien, nos relajamos y no se corre el riesgo de dependencia y adicción. Pero si sin embargo el ansiolítico se toma a altas dosis durante largos periodos, gradualmente el cerebro inhibe la propia producción de ansiolítico. Dado que la ansiedad es necesaria para nuestra propia supervivencia (si no tuviésemos ansiedad pasaríamos con el semáforo en rojo, no nos prepararíamos para los exámenes, etc), el cerebro produce siempre más de la sustancia que favorece la aparición de la ansiedad.
Consecuencias a medio y largo plazo
El resultado es realmente triste. Al principio se está bien rápidamente, después se aumentan las dosis, nuestro cerebro reacciona al exceso de ansiolítico produciendo siempre más sustancia que induce la ansiedad. Si en este punto se abandonase de golpe la terapia nos encontraríamos de lleno en una crisis de ansiedad. El cerebro no sabría ya calmarse espontáneamente. Esta condición por la que las dosis deben aumentar siempre más para conseguir los mismos efectos se llama “tolerancia”.
La condición por la cual si se suspende la terapia se vive el efecto opuesto se llama “síndrome de abstinencia” y está ligada al concepto de adicción y dependencia. Los ansiolíticos son, entre los psicofármacos, los que más exponen al riesgo de la dependencia. Este riesgo es particularmente evidente con los productos más rápidos y eficaces. Por ejemplo, el Xanax y el Tavor inducen más fácilmente dependencia respecto al Prazene (…)
Naturalmente, estos casos de dependencia pueden ser facilmente superados evitando bruscas interrupciones del tratamiento. Si se reduce gradualmente bajo control médico y eventualmente con un soporte psicológico no hay dificultades para interrumpir terapias de años de altas dosis (…)
Otras influencias en la bioquímica del cerebro. Emociones y experiencias
La bioquímica del cerebro se puede influenciar mediante las experiencias y las emociones, y también mediante una intervención psicológica. Esto se demuestra por los resultados de una investigación conducida por el profesor Rose, neurofisiólogo londinense. Se midió el nivel de Serotonina antes y después del tratamiento a dos grupos de pacientes que manifestaban trastornos depresivos; el primero fue tratado farmacológicamente con antidepresivos específicos, el segundo con una forma de psicoterapia breve. Después de casi 6 meses se reveló en los pacientes notablemente mejorados de ambos grupos un incremento del nivel de Serotonina en el organismo.
Este experimento demuestra claramente que aunque debiésemos suponer la carencia de un neurotransmisor específico como responsable de un trastorno psíquico, esta podría ser compensada no solo con un aporte químico sino también a través de una terapia psicológica que no exponga a los conocidos riesgos de los efectos colaterales de los fármacos (…)
(De “Manuale di sopravvivenza per psico-pazienti. Come orientarsi nella giungla delle terapie della mente“. Giorgio Nardone. Tea). PSICOFÁRMACO
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