Fabio es un psiquiatra que desea obtener la especialización para la habilitación en psicoterapia. Se dirige a nosotros porque sus siete años de psicoanálisis no le han proporcionado, como él mismo dice, los instrumentos para hacer frente a dificultades recurrentes en las relaciones sentimentales, que ahora se vuelven a plantear con su actual compañera, también psiquiatra.
La idea de atravesar el límite teórico de otro modelo de intervención en el ámbito clínico lo llena de curiosidad por una parte, por otra le suscita temor. Así que Fabio comienza enseguida una especie de anamnesis remota y próxima -de acuerdo con su modelo profesional- de su vida sentimental. Conscientes de que los problemas de amor tienen más necesidad de lamentaciones que los demás, dejamos el “púlpito” a Fabio, que cuenta que está viviendo su segunda experiencia importante.
No repetir errores del pasado
Hace seis años que convive con su actual compañera, tras un matrimonio anterior de quince años. Su objetivo es no repetir con su compañera el modelo de relación que tenía con su mujer y que lo condujo al divorcio. Para él sería un fracaso total, la pérdida inevitable de su autoestima.
La lamentación de Fabio es la siguiente: cada vez que, en una conversación a solas, la compañera expresa su contrariedad por lo que él ha dicho o hecho -sobre todo por cosas banales y cotidianas- se desencadena su reacción automática emotiva, la rabia. Él, en primer lugar por educación, luego por profesión, intenta controlarla, evitando manifestarla ante su compañera por miedo a dañar irreparablemente su relación.
El esfuerzo por contener esta emoción, cargada de presión emotiva, lo transforma en un bombero que trata de echar agua al fuego. Su instrumento, el lenguaje interior, lo lleva a repetirse siempre la misma frase: Tranquilo, Fabio, en una especie de letanía que al poco rato deriva en lo que podríamos considerar un cambio de cualidad devastadora: ¡Si me amase de verdad no me diría las cosas así!
Los problemas de la vida amorosa: hielo, rabia y reproches
Adopta una expresión dura, evitando además la mirada de ella. Hielo. Luego ella le preguntará -como hace siempre- si le pasa algo, y él, cada vez más distante, responderá obviamente que no. Hielo. Pero ya sabemos que el pensamiento, sobre todo si se alimenta del fuego de la rabia, no se detiene…y de hecho Fabio sigue pensando y alimentando la duda. ¿Cómo es posible que ella no entienda que no deberían ocurrir en una pareja que funciona bien y en la que los dos se aman del mismo modo?
El lenguaje descalificador del reproche es intolerable para Fabio (…)] ¡Podría decirme algo, pero sin reprocharme! Se admite la discrepancia, pero sin el ingrediente de la emoción por parte de ella. En otras palabras, Fabio querría que nada alterase nunca su “estado de gracia” hacia ella.
Para él es un problema agobiante, porque la vida diaria está salpicada de “frases” de ella, y del consiguiente malhumor, que tarda en desaparecer: puede pasar incluso un día. Cuando el malhumor es tan evidente que ya no puede negarse, entonces la pareja decide sentarse y “hablar”. Bien, pero ¿qué significa hablar?
No hay lugar para las disonancias
Después de haber discutido sólo llegan a la conclusión de que cada uno vive las cosas de un modo subjetivo, sobre todo en el terreno sentimental…y eso está muy lejos de sus expectativas: si se aman, no debe haber disonancias.
Esta pareja de psiquiatras armados con los instrumentos del oficio trata sus dificultades subjetivas con modelos interpretativos mal utilizados. Resultado: disertaciones interminables sobre los orígenes remotos de sus pensamientos y comportamientos, con hipótesis sofisticadas sobre los vínculos relacionales con sus respectivas madres… que siempre conducen al mismo punto: Fabio y su compañera se prometen hacer un esfuerzo mayor cada uno con su psicoanalista. (…) El objetivo deseado y previsto por ambos es formar una pareja perfecta ¡que nunca se intercambia mensajes descalificadores!
Un problema basado en una creencia
Tenemos ya suficientes indicios para sostener la hipótesis de que nos enfrentamos a un problema basado en una creencia consolidada, no sólo por parte de uno, sino de ambos componentes de la pareja.
Para Fabio las divergencias expresadas con resentimiento pueden ser un síntoma de que algo no funciona en la pareja. Es como decir: Si sufro por esta forma desagradable de ser reprendido quiere decir que ya no hay sentimiento entre nosotros; por otra parte, si ella sabe -como en el fondo lo sabe- que me irrita, ¿por qué sigue haciéndolo?
La decepción continua y constante que siente Fabio parece realmente proporcionada de la rigidez de sus convicciones sobre cómo debería funcionar su relación.
Unas pocas preguntas, específicas del coloquio terapéutico estratégico muestran al paciente la creencia a la que se atiene de forma rigurosa e inconsciente.
Coloquio terapéutico
¿Querría cambiar su modo de reaccionar o el de su compañera?
¿Se imagina, en su caso, una pareja exenta de conflictos y divergencias o una pareja capaz de superar las divergencias?
Si no he entendido mal, lo que quiere decir es que si los dos no están afinados con la misma nota (en el sentido musical del término) siempre significa, y subrayo el siempre, que la partitura estará llena de disonancias. ¡No existe entonces para usted la belleza de la armonía!
Hasta ahora el objetivo de Fabio siempre ha sido construir una pareja perfecta, ¡en la que no existan divergencias y afinada en todo! Una convicción, un modelo de referencia ideal que, asumido como tal, ha comportado una serie de actitudes mentales y de conducta -un autoengaño, justamente, que hacen que Fabio persiga un objetivo imposible. (…)
Una situación de doble vínculo
Fabio no discute su reacción de rabia, que considera adecuada, sino que cree que no debe manifestarla porque si sale al exterior podría destruir la pareja.
Resultado: el malestar que siente es provocado por esta lucha por el control de las emociones negativas, por las dudas sobre la calidad de la relación y por el miedo a perder a la mujer que ama. Su postura ante el problema está constituida -técnicamente hablando- por auténticos dobles vínculos que lo atrapan en un impasse sin solución, basado en el autocontrol: cualquier cosa que haga amenaza su creencia (el doble vínculo es un constructo psicológico elaborado por Bateson, Jackson, Haley y Weakland y utilizado luego por otros miembros de la Escuela de Palo Alto: en una relación significativa una de las dos partes se coloca en una situación tal que cualquier reacción suya es equivocada).
En realidad se trata de una pareja simétrica en la que se niega la simetría (“Todos los intercambios de comunicación son simétricos o complementarios, según estén basados en la igualdad o la diferencia”, Watzlawick, Beavin, Jackson. Tenemos una interacción simétrica cuando el comportamiento de un miembro de la pareja tiende a forzar el del otro y viceversa). Aunque la simetría expresa sería la máxima aspiración de Fabio, no puede ponerla en práctica porque si manifestase divergencia, desde su punto de vista la pareja ya no sería como él cree y quiere. En realidad, Fabio es un luchador que no sabe cómo luchar.
La terapia para los problemas de la vida amorosa
La terapia se desarrolló en dos niveles:
- Mediante el coloquio terapéutico al paciente a modificar su propia creencia disfuncional. A través de la “inoculación de la duda”, que es una táctica específica de intervención, se le indujo a añadir otros puntos de vista al suyo propio, a fin de hacer emerger el límite de la creencia sin renunciar al objetivo prioritario del trabajo terapéutico: salvar la pareja.
- Al mismo tiempo se introdujeron pequeñas simetrías explícitas, aunque protegidas por la “táctica de la anticipación”: por ejemplo, se le pidió al paciente que en los momentos de control de la rabia le dijera a su compañera: Voy a decirte una cosa que puede herirte, cuando me hablas de este modo me pongo furioso por dentro, aunque no te lo digo…
Al principio Fabio contempló con desconfianza esta indicación y durante un tiempo no fue capaz de ponerla en práctica por miedo a causar un daño irreparable a su relación. Cuando finalmente puso en práctica la prescripción, ella replicó ¡con un beso apasionado!
La maldita pareja perfecta
Como cabe imaginar, esto permitió a Fabio interrumpir su maldito esfuerzo por controlar sus pensamientos y sus reacciones. De este modo se fue resolviendo la forma de comunicarse de ambos, hasta llegar a asimilar la idea de que la diversidad y la divergencia pueden ser ingredientes de la “pareja perfecta”.
En el caso de Fabio, como de tantos otros -tal vez la mayoría de nosotros-, las convicciones acerca del funcionamiento de la pareja suenan así: “Mi pareja, para estar en la situación ideal, debe funcionar así y así”. Es ese “debe” el que expresa la rigidez de la creencia, el anquilosamiento progresivo en la utilización de las soluciones intentadas disfuncionales.
La mayoría de las veces las parejas explotan porque no reconocen o subestiman las certezas a las que cada uno de los dos se remite, porque frente a la primera manifestación de malestar cada uno reacciona según sus propias convicciones y su propio autoengaño.
(De “Psicopatología de la vida amorosa”. E. Muriana y T. Verbitz. Herder)