Entre los trastornos más frecuentes y padecidos en este campo se encuentran la impotencia masculina y la anorgasmia femenina. Ambos son frentes que limitan la plena expresión de un instinto tan profundamente natural.
Las dos formas de desorden pueden parecer muy diferentes, pero en realidad el mecanismo que las desencadena es muy parecido: tanto el impotente como la anorgásmica tratan de producir voluntariamente lo que debería ser espontáneo.
- El hombre se esfuerza por obtener y mantener la erección
- La mujer se empeña en sentir más hasta llegar al orgasmo.
En el origen de ambos desórdenes podemos encontrar la psicotrampa de la manía controladora que conduce a efectos contrarios. Con frecuencia, para evitar la frustración, tanto el hombre como la mujer reducen las relaciones sexuales con su pareja al mínimo. A veces, en las formas más radicalizadas, se evitan de manera general. Y así impiden no solo la satisfacción erótica, sino también la propia vida en pareja. De nuevo, ambos tratan de mantener ocultos sus respectivos problemas:
- la mujer finge
- el hombre impotente recurre en secreto a fármacos que estimulan la erección.
Diferencias biopsicológicas y psicotrampa
Desde un punto de vista estratégico, las dos patologías sexuales de la impotencia y la anorgasmia tienen el mismo origen. Aunque con una expresión completamente distinta. Esto se debe a las diferencias biopsicológicas entre el cuerpo femenino y el masculino.
Ni qué decir tiene que la incapacidad de expresar abiertamente el instinto sexual a menudo provoca efectos que no se reducen a este ámbito de la vida, sino que afectan a otros. Esta limitación esencial contagia cualquier otra forma de confianza en nuestros recursos personales.
Si en ambos casos la psicotrampa de fondo es el control que hace perder el control, en su variante de empeño voluntario por producir algo que debería ser espontáneo, la solución consistirá en la transformación paradójica del esfuerzo. En consecuencia, se guiará al hombre y a la mujer para que, antes del acto sexual, se comprometan a eliminar el ansia anticipatoria. También a que durante éste, con objeto de cortocircuitar la paradoja del control, se esfuercen en la dirección contraria. O sea, en prever todas las escenas de fracaso imaginables, de modo que la mujer se obligue a sentir lo menos posible y el hombre tenga una erección menos potente.
Eliminación de la evitación
No obstante, esta técnica, que en un porcentaje cercano al 50% de los casos produce el resultado deseado, no llega a desplegar todo su potencial terapéutico si no se desactiva la tendencia a la evitación. Esto, sin embargo, no debe transformarse en una “tarea para casa”. En tal caso estaríamos frente a una planificación voluntaria de lo que debería ser natural. Para evitarlo, muchas veces es importante orientar a la pareja, o al individuo que guiará a su pareja, a una especie de “repaso”, fase por fase, desde el descubrimiento adolescente hasta la progresiva maduración sexual. Concentrando la atención en los efectos erotizantes y en la búsqueda de placer de la complicidad, basado en miradas, sonrisas o simples caricias.
Este aspecto, que podría parecer puramente pedagógico, es en realidad un modo de activar un proceso de distracción de la búsqueda excesiva. De la búsqueda únicamente centrada en la fase final de la relación sexual, en lugar de en la fase inicial, elemento igualmente importante para desactivar la psicotrampa de la evitación y del control contraproducente. Si se logra convencer a los pacientes –y a veces no es nada fácil– de que realicen este recorrido en su totalidad, los resultados de éxito terapéutico superarán el 90% en el transcurso de 3 a 6 meses. A este respecto, es importante recordar al lector que la sexualidad, siendo un fenómeno completamente natural, entra en crisis cuando la razón se opone a la naturaleza. De ahí que la solución consista simple y llanamente en devolver las cosas a su expresión más natural.
Felicidades y un saludo grande desde Bolivia…!
Harold Albornoz (Terapeuta)