El caso seleccionado para ilustrar un desbloqueo del problema de la anorgasmia es el de una señora de cuarenta años que, al hablar con sus amigas, descubre de improviso que nunca ha tenido un orgasmo.
La paciente empieza a pensar cada vez más a menudo en todo lo que hasta aquel momento se ha perdido. Comienza también a imaginar cómo podría ser el orgasmo. Y, para hacer esto, es decir para suministrar material a sus propias fantasías, utiliza lo que tiene a disposición, como las imágenes que le proponen los medios de comunicación. En las películas, las escenas de amor son siempre tórridas, aderezadas con suspiros, gemidos, gritos, que parecen hacer cada vez más profundo el abismo que separa a las demás de ella.
El esfuerzo como solución
Al mismo tiempo, se esfuerza en sentir lo que -cree- que nunca ha sentido. Pero cuanto más se esfuerza en este intento, más evidente le parece su fracaso. Compra libros que prometen enseñar técnicas para alcanzar el orgasmo. Le pide a su marido que se esfuerce activamente en una especie de gimnasia sexual que deja a la pareja cada vez más insatisfecha a medida que se medicaliza y se tecnifica el acto sexual. Este acaba resultando para la mujer una triste cita con su propia falta de plenitud, y para el hombre con su propia inadecuación.
Enseguida, como bastante a menudo ocurre en estos casos, surgen reivindicaciones y resentimientos.
Cuando la pareja se dirige a terapia, se encuentra en la fase que normalmente precede a la visita del abogado especialista en divorcios. La terapia misma, más bien, se considera como el último intento antes de la separación.
Tratamiento para la anorgasmia
Aconsejamos que interrumpan al menos durante unas dos semanas cualquier actividad sexual, puesto que los intentos realizados hasta ahora, aunque comprensibles y llevados a cabo de forma sincera y determinada, han contribuido a mantener el problema en vez de resolverlo.
Pasados estos días, la pareja tendrá que ponerse a prueba en un nuevo ejercicio:
De la manera más sencilla posible, los dos tendrán que hacer el amor como siempre. Pero la mujer tendrá que estar atenta en no experimentar absolutamente la más mínima sensación, desde el comienzo de la relación, desde los prolegómenos.
Al marido se le aconseja que predisponga una atmósfera romántica, con una cena en un restaurante y flores, “para hacer aun más evidente la desproporción entre su buena voluntad y la gravedad del problema”.
Todo esto, se añade, sirve únicamente como ayuda diagnóstica para comprender la gravedad de la anorgasmia del paciente.
Resultados
La segunda sesión nunca se llegó a efectuar: la pareja se dejó ver tras algunos meses, excusándose por haber interrumpido el tratamiento por un problema que, explicaban, había desaparecido misteriosamente. En efecto, después de las dos semanas de abstinencia, la primera relación sexual se realizó según la prescripción de no experimentar nada. Y esto bastó para interrumpir la solución intentada de querer a toda costa experimentar algo nuevo. En consecuencia, la mujer experimentó el primer arrebatador orgasmo de su vida.
Tras algunas tentativas, algunas alcanzadas felizmente y otras no tanto, ambos descubrieron que se habían reconciliado. La visión de las cosas volvía a ser serena, y los dos habían abandonado con una sonrisa la decisión de interrumpir su vínculo.
También en este caso, la prescripción del comportamiento sintomático, que anuló todos los intentos llevados a cabo por la paciente para resolver el problema, llevó al abandono de un esquema de comportamiento rígido. Y produjo, por lo tanto, el rápido desbloqueo de la situación, acompañado del desplazamiento de la atención hacia los aspectos no puramentes sexuales sino románticos de la relación (surcar el mar sin que el cielo lo sepa) (…)