Dos terapeutas mujeres habían estado haciendo terapia juntas durante un período prolongado con una pareja lesbiana de mediana edad. Trajeron a esa pareja a mi consulta. Yo observé la sesión a través del espejo unidireccional. Las terapeutas se habían atascado en un problema difícil.
Durante años la mujer más joven se había estado quejando de falta de deseo sexual y pocas veces mantenía relaciones sexuales con su pareja de más edad, que sí estaba muy interesada por el sexo.
Infidelidad irrenunciable
Hacía poco tiempo, la mujer mayor había descubierto que la joven le era frecuentemente infiel con una gran variedad de mujeres, y en esos casos no carecía de deseo.
Confrontadas, la más joven declaró que no renunciaría a su estilo de vida. En la sesión, la mujer mayor lloró, suplicó y le reprochó a la otra su crueldad.
Sugerí explicar a la mujer mayor que era imposible imponer la fidelidad, cuando la otra lo rechazaba tan rotundamente; no obstante, se podía llegar a un contrato conveniente. Cada vez que la joven practicara el sexo con alguien, debería realizar cinco actos sexuales con su compañera. Se definió como acto sexual aquel en el que cada mujer tuviera por lo menos un orgasmo. La más joven aceptó el acuerdo y la mayor se quedó encantada.
La intervención resolvió tanto el problema de la infidelidad como el de la falta de deseo sexual. La mujer mayor estaba resentida porque otras obtenían lo que se le negaba a ella. Con el acuerdo alcanzado, cuanto más recibieran las otras, más conseguiría ella.
Una vez respetada su libertad, la joven respondió a la mayor con interés y afecto, preservando la autoestima de esta al manifestar que realmente la amaba y no quería separarse de ella. La pareja siguió unida en una relación satisfactoria para ambas.
Pero tres años más tarde se invirtieron los papeles. La mayor se enamoró apasionadamente de alguien, y la joven decidió matarse. Se despidió de su terapeuta y de todos sus amigos. Me llamaron para una consulta de emergencia y ayudé a acordar que el suicidio se pospusiera tres meses. Durante ese período, la terapeuta organizó la red de amigos para que la vida de la joven fuera tan interesante (incluso historias de amor) que el suicidio se postergó indefinidamente.