Trastornos sexuales, ¿por qué surgen?
Alguien ha afirmado irónicamente que el gran mérito de la Iglesia Católica ha sido el de haber hecho agradable el sexo prohibiéndolo. Más allá de esta broma, queda el hecho de que el comportamiento sexual parece de algún modo necesitar también de vetos. Y que la ausencia de ellos puede, en algunas personas, resultar contraproducente. Con mayor razón, la incitación a la sexualidad puede tener efectos paradójicos
Equilibrio entre autocontrol y pérdida de control
En otras palabras, en la conducta sexual se verifica lo que ocurre en muchas otras formas de comportamiento
- Si el autocontrol es excesivo el comportamiento se convierte en disfuncional.
- Si la pérdida de control es excesiva se obtiene el mismo efecto.
Es como si la naturaleza humana se tuviese que mover entre el nivel expresivo de los programas neurobiológicos (su componente animal) y el nivel expresivo de los comportamientos que lo regulan.
El potente mecanismo neuroendocrino que regula el comportamiento sexual es también muy delicado. Y la interferencia por parte de la mente consciente puede alterar de forma notable el funcionamiento sexual y generar trastornos sexuales.
Sin embargo, esta alteración no se tiene solamente en el caso de la inhibición excesiva de los comportamientos sexuales. También se obtiene en el caso de su excesiva activación. Cada vez que el individuo quiere obtener comportamientos espontáneos, los bloquea.
Esto no es nada extraño si se conoce la lógica paradójica del comportamiento humano: ordenar a alguien un acto espontáneo significa ya impedirle que lo lleve a cabo. Mientras que muy a menudo prohibirlo significa provocarlo.
Influencia de la sociedad en el comportamiento sexual y los trastornos sexuales
En este punto resulta claro que la actitud de la sociedad frente al comportamiento sexual influencia notablemente la función sexual. Porque la sociedad da las instrucciones que la persona aprende sobre cómo expresar los programas neurobiológicos de la sexualidad.
Nos podemos preguntar si haciendo del sexo un nuevo paraíso que perseguir, no nos hemos tropezado con una variante de la conocida paradoja “sé feliz”. Si así fuese, asisteremos al curioso fenómeno de salir de la sartén para caer en las brasas. Del rechazo de la sexualidad típico de la era victoriana a la obligación de la felicidad sexual de hoy.
Podremos decir que cuando el sexo era considerado un infierno, las prohibiciones lo hacían más agradable. Cuando se lo considera un paraíso que alcanzar a toda costa, dicha obligación ha asumido para muchas personas características bastante poco paradisíacas.
En efecto, si era fácil esperarse que del prohibicionismo sexual se derivasen formas de compensación más bien morbosas, es fácil también esperarse que de la obligación sexual se origine la incapacidad de su plena realización.
Texto: “La mente contra la naturaleza. Terapia breve estratégica para los problemas sexuales“. Giorgio Nardone y Matteo Rampin. Integral
Buen artículo. Revelador y liberador. Lo Malo es el final. Queda inconcluso.