Escuela de Palo Alto y WatzlawickOtros trastornosel intento de forzar algo espontáneo

El intento de forzar algo espontáneo:

Pertenecen a este grupo la mayoría de los problemas de funcionamiento corporal o de rendimiento físico. Por ejemplo,

  • de rendimiento sexual (impotencia, eyaculación precoz, anorgasmia, coito doloroso, apatía sexual),
  • funcionamiento intestinal (estreñimiento, diarrea),
  • función urinaria (urgencia, frecuencia, imposibilidad de orinar en un mingitorio público),
  • temblores y tics, espasmos musculares,
  • problemas del apetito,
  • tartamudeo,
  • dolor imposible de aliviar,
  • dificultades respiratorias (hiperaeración),
  • insomnio,
  • sudor excesivo,
  • problemas de carácter (depresión), obsesiones y compulsiones, bloqueos creativos y de la memoria.

Aunque muchas de estas dolencias parezcan no tener relación entre sí, se trata en todos los casos de actividades humanas, de orden mental o corporal. Normalmente, el rendimiento de estas actividades es fluctuante. La mayoría de las personas experimentan perturbaciones temporales en el sueño, la actividad sexual, el carácter, etc. Por regla general, no conceden demasiada atención a dichas fluctuaciones. Es decir, no las consideran problemas que requieran especial atención o la ayuda de un profesional. En un lapso de tiempo más bien breve estas perturbaciones se corrigen espontáneamente.

De lo espontáneo a lo deliberado: el intento de forzar algo espontáneo

En cambio el paciente potencial define dichas fluctuaciones como problema y toma voluntariamente determinadas medidas que sirvan para corregirlas y evitar su reaparición. Tales medidas acostumbran a implicar un esfuerzo deliberado para asegurar un rendimiento normal o efectivo.

Al realizarlo, el paciente potencial se ve atrapado por la dolorosa solución de tratar de imponerse un rendimiento que sólo puede obtenerse de modo espontáneo o “irreflexivo”. También puede haber otras personas que participen en este esfuerzo generador del problema y colaboren inconscientemente en potenciarlo. Por ejemplo, una mujer experimenta dificultades para llegar al orgasmo durante el coito. Su pareja, tratando de ayudarla a superar este problema, puede dirigirse a ella durante el coito preguntándole por su nivel de excitación. O, también, si está él utilizando las técnicas apropiadas para estimularla de modo conveniente. Así, él la está invitando a que trate con más fuerza aún de responder, cosa que en nuestra opinión sólo sirve para empeorar las cosas.

En esta clase de problemas es probable conseguir la solución cuando el paciente sencillamente renuncia a sus intentos de autocoacción y deja de esforzarse demasiado.

Ansiedad durante las situaciones sociales

Por ejemplo, un joven que se quejaba de ansiedad durante las situaciones sociales ofreció  el siguiente relato acerca de la modificación de una solución previamente ensayada:

Paciente:…Descubrí que yo tendía a ser una persona muy nerviosa, incluso…Oh, bueno, está bien, aquí otra cosa interesante. El sábado yo…Siempre he pensado que me sentiría mucho más cómodo con la gente si utilizase lentes de contacto; siempre he pensado que se trataba de los lentes de contacto. Pero ahora estoy descubriendo que la mayor parte de ello se debe sencillamente a mi modo de ser…que el sábado, cuando estaba con la chica -Susan, estaba con Susan-, descubrí que estaba sintiendo muchas cosas que me iban saliendo dentro. Antes, siempre había tratado de ocultarlas.

Por ejemplo, que me sentía nervioso, o torpe. Pero esta vez me ocurrió algo un tanto distinto; me dije a mi mismo: “Estoy nervioso”. Me puse a repetirlo una y otra vez. Y era agradable estar nervioso, y podía estar allí sin problemas, divirtiéndome por estar nervioso. No sé si esto tiene o no un sentido. Es como si me hubiera dado cuenta de que todas estas cosas diferentes me rondaban por la cabeza, sabe, por ejemplo, “estoy nervioso”, o “me siento aterrorizado”…Pero ahora, en vez de intentar eliminar estos sentimientos, llegaba incluso a estimularlos, y me decía “estoy aterrorizado”. Soy yo quien está aterrorizado. Soy yo quien está nervioso. Y resulta agradable. Me gusta que no me pase en todo momento, pero casi es reconfortante decirme a mí mismo: “Ahora estoy nervioso”.

Una conducta por otra

Es improbable que resulte efectivo limitarse a decirle al paciente que deje de esforzarse tanto. En primer lugar, éste cree que la solución que él aplica es el único modo lógico o razonable de afrontar el problema, y que actuar de otra forma solo serviría para empeorar las cosas. En segundo lugar, limitarse a decirle a alguien que abandone determinada conducta suele tener como consecuencia que el sujeto se haga más consciente de ella, con lo que se vuelve aún más difícil dejarla de lado. Como norma general, le pedimos implícitamente a un paciente que renuncie a una conducta concreta cuando le enseñamos explícitamente a que lleve a cabo otra conducta que de por sí excluya la conducta que deseamos eliminar.

Dificultades para dormir: el intento de forzar algo espontáneo

Por ejemplo, a un paciente que padece dificultades para dormir podría convencérsele de que utilice el tiempo que normalmente dedica a tratar de conciliar el sueño para efectuar una tarea pesada, por ejemplo, limpiar el horno de la cocina. Si se acepta esta directriz, queda excluida la forma habitual que tiene el paciente de afrontar su problema: tratar de obligarse a dormir. No puede intentar deliberadamente conciliar el sueño si debe mantenerse despierto para llevar a cabo la prescripción terapéutica. Los dos conjuntos de conductas se excluyen mutuamente.

La estrategia global que a menudo utilizamos para solucionar problemas de rendimiento se centra en invertir el intento del paciente de superar el problema. Para lo cual le suministramos unas razones y unas directrices que lleven al paciente a fracasar en su rendimiento. Estas razones pertenecen de ordinario a dos grandes categorías posibles. Antes que nada, puede explicársele al paciente que es importante provocar la aparición del síntoma con propósitos de diagnóstico.

En otras palabras, el terapeuta explica que aún hace falta gran cantidad de información necesaria para solucionar el problema. Únicamente el cliente puede suministrar tal información, que exige que el cliente exhiba deliberadamente el síntoma. Porque cuando el sujeto lo experimenta de modo espontáneo se encuentra demasiado absorto en la angustia de luchar contra el síntoma y no puede observarlo como conviene. Sin embargo, si planifica deliberadamente su aparición, estará en condiciones de advertir datos muy sutiles pero enormemente significativos que hasta ahora no había logrado percibir (…)
En el segundo gran tipo de razonamiento justificativo se le manifiesta al paciente que hay que provocar la aparición del síntoma como paso inicial hacia su control definitivo (…)

Búsqueda de la perfección

Una mujer perfeccionista que se queja de su falta de rendimiento, incluso en su afición a la artesanía en cerámica, recibe instrucciones para fracasar deliberadamente con propósitos de diagnóstico:

Todas las vasijas que usted tornee entre las once y las doce tienen que ser imperfectas (…) Me gustaría, además, que usted no tocase el torno fuera de ese momento.
En algunos casos puede influirse sobre el paciente para que deje de luchar contra su actuación o su carácter, si se define el síntoma indeseado como algo beneficioso, aunque de un modo que el paciente no había descubierto con anterioridad. Esta clase de redefinición exige una cuidadosa planificación, porque tiene que resultar absolutamente creíble para el paciente. Por ejemplo, un hombre deprimido se describía a sí mismo como un adicto al trabajo. Reconocía que se exigía cruelmente a si mismo, que nunca tomaba más de dos o tres días de vacaciones, y además cada mucho tiempo, etc.

El terapeuta fue capaz de reformular su depresión como fuerza benéfica explicándole al paciente que la depresión le estaba obligando a apartarse del trabajo y a tomarse las cosas con tranquilidad en casa. Un lujo -o quizás una necesidad- que él jamás se hubiese permitido expresamente.

El paciente consideró que esta explicación constituía una interpretación profunda y útil. Y dejó de realizar esfuerzos por sentirse más vivaz y activo. Como era previsible, su depresión disminuyó.

(De La táctica del cambio. Cómo abreviar la terapia”. Fisch, Weakland y Segal. Herder). El intento de forzar algo espontáneo

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