En los trastornos del dormir resulta de bastante ineficacia el recurso de las tareas directas, más aún en aquellos casos en donde la persona ha generado tal efecto dominó de soluciones intentadas fracasadas. Basta la suceptibilidad de no lograr conciliar el sueño algunas noches seguidas para abrir el tramo de una secuencia que convierte la dificultad de poder dormir en el problema de un trastorno del sueño.
En la medida que pasan las horas en el intento por lograr dormirse, la persona ensaya numerosas técnicas, propias y recomendadas por su entorno (…) Pero nada, nada es efectivo. La persona da vueltas en la cama. Piensa y piensa, hasta llegar a la rumia mental. Pasan las horas y las sensaciones de tensión, angustia y ansiedad perturban cualquier mínima posibilidad de dormir. Cuanto más se intenta, menos se duerme (…)
El problema pega sus coletazos hacia el resto de la vida de la persona. Por ejemplo, su permanente mal humor a raíz de la falta de sueño ha creado diferentes conflictos con sus amigos, compañeros de trabajo, amigos, su pareja está agotada puesto que cada noche es un calvario, ha disminuido notablemente su efectividad en el trabajo ya que se duerme durante el día, se dispersa, tiene jaquecas, etc. Pero sobre todo y como en la mayoría de los trastornos, la autoestima ha descendido a niveles catastróficos (…)
Ejemplo de prescripción
Una prescripción del síntoma, refinada y sutil, permite desmontar paulatinamente tal carga para luego, o de manera paralela, redefinir los juegos relacionales y reorganizar la vida de la persona y su sistema. El terapeuta deberá prescribir el no permitir dormirse hasta la hora en que frecuentemente la persona logra establecer el sueño. O sea, lo que espontáneamente se produce, se transformará en un acto voluntario.
T. Le propongo que hoy a la noche, en vez de desaprovechar el tiempo en intentar más y más el lograr dormirse, lo capitalice con otras actividades. Si ya sabe que no va a dormirse, por qué no pensamos en qué cosas podría aprovechar ese tiempo. En principio, ¿a qué hora , en general, concilia el sueño o entre qué horas?
P. En general, creo que entre las tres y las tres y media de la madrugada, a veces a las cuatro.
T. ¿Y se acuesta?
P. Siempre entre las once y las doce.
T. ¿Qué sucedería si usted se acostase sabiendo que no se va a dormir hasta las cuatro de la mañana? Es decir, puede acostarse, pero debe tener en claro que tiene prohibido dormirse hasta las cuatro.
P. (Desconcierto)…No voy a tener problemas, si hasta esa hora no logro dormirme normalmente…
T. No, pero aquí es diferente, no se trata de que espontáneamente surja la imposibilidad sino que usted no deberá dormirse.
P. No sé, no sé, me parece raro, yo quiero sacarme esto de encima…
T. Mire, ha intentado tanto, déjeme imponer a mi las reglas de este nuevo juego, ¿ok?
P. Bien…
T. Al saber que no podrá dormirse hasta las cuatro dígame qué actividad le provoca mucho placer y podría realizarla en esas cuatro horas que tiene por delante (…)
Soportar, aguantar, tolerar…
Comenzar a implementar en la prescripción términos como soportar, tolerar, aguantar hasta la hora señalada introducen -hipnóticamente- atribuciones diferentes a las construidas hasta el momento. No es lo mismo padecer el no lograr dormirse que soportar el no poder dormirse. La imposición de ciertos términos construyen realidades diferentes en la acción.
Con respecto a los resultados traerá, como es esperable, dos consecuencias: o ha logrado realizarla, razón por la que ha comenzado a controlar el síntoma; o no ha podido hacerlo y se quedó dormido antes, comenzando a regularizar el sueño. De cara al primer resultado, a posteriori, se trabajará con prescripciones directas, puesto que bajo el hecho de dominar el síntoma es factible que paso a paso logre erradicarlo definitivamente. De lo contrario, en la segunda posibilidad, el terapeuta podrá pensar que la persona se ha equivocado:
T. ¿Está segura de que realizó la tarea correctamente? A ver, me repite detalladamente los pasos de lo que hizo. Necesito una descripción casi obsesiva.
Connotación positiva
Frente a cierto escepticismo o incredulidad del terapeuta, la persona repetirá la tarea y será instado a realizarla nuevamente aumentando en algunos grados su complejidad. Si en el resultado se continua disminuyendo la sintomatología, el terapeuta resignado optará por connotar positivamente el avance, entrando en una segunda etapa de exploración con el objetivo de comprender el significado del síntoma.
O también, lograr observar qué modificaciones en el sistema ocasionó el cese del síntoma. Es frecuente que se muestren las anomalías que mediante el síntoma se desfocalizaban manteniendo la cohesión y la unión del sistema (…)
Chequear el paulatino incremento de la autoestima implica alentar pero en dirección contraria la producción sintomática. Aumentar la buena autoestima es aumentar la seguridad y la potencia, disminuyendo la duda y la angustia subsecuente.
He ocupado con bastante eficacia ésta técnica, la reviso nuevamente porque el saber como mis colegas abordan cada caso en particular me sigue dando herramientas para flexibilizar el abordaje, mis felicitaciones!