Un caso de insomnio
Un día un anciano vino y me dijo: “Pasé despierto toda la noche, sin poder dormirme, revolcándome de un lado a otro. Nunca consigo dormir más de dos horas. Por lo general me duermo a las cinco de la madrugada y me despierto a las siete”.
“Bien”, contesté yo, “lo que usted quiere es corregir su insomnio. Lo único que tiene que hacer es lo que yo voy a decirle. Me dice que entre usted y su hijo se reparten la tarea de la casa. ¿De qué manera se la reparten?” Contestó: “Mi hijo hace las cosas que le gusta hacer, y yo las que me gustan a mí”. “¿Qué es lo que más le disgusta a usted?”, le pregunté. “Encerar los pisos”, replicó. “Tenemos pisos de madera y me gusta conservarlos encerados. Yo haría todo lo que me toca a mí y todo lo que le toca a mi hijo, con tal de que él se encargue de encerar los pisos. Yo no lo soporto.”
Tratamiento y prescripción para el insomnio
“Muy bien”, le dije. “Estoy pensando en un remedio para usted. Le costará ocho horas de sueño. ¿Piensa que es capaz de tolerar la pérdida de ocho horas de sueño?”. “Por supuesto que puedo”, respondió. “He estado perdiendo esas horas de sueño todas las noches durante un año”.
“Esta noche, proseguí, cuando llegue a su casa, tome un tarro de cera para pisos Johnson y un trapo, y lustre el piso durante toda la noche, hasta la hora en que habitualmente se levanta por la mañana. Luego váyase a su trabajo. Solo habrá perdido dos horas de sueño. La noche siguiente, empiece a encerar el piso a la hora de acostarse, encérelo toda la noche y váyase a trabajar en el horario de costumbre. Con ello sumará cuatro horas de sueño perdidas. La noche siguiente vuelva a encerar los pisos toda la noche y habrá perdido otras dos horas de sueño”.
La cuarta noche, antes de empezar a encerar, le dijo a su hijo: “Creo que le daré un descanso a mi vista durante un minuto”. Se levantó a las siete de la mañana. Ahora tiene siempre sobre su cómoda una lata de cera para pisos Johnson y un trapo de lustrar. Le dije: “Usted tiene un reloj luminoso. Si puede ver la hora quince minutos después de haberse ido a dormir, levántese y encere toda la noche“.
Desde entonces no ha dejado de dormir ni una sola noche.
Conclusiones
Siegfried: Tengo una pregunta. En los ejemplos que usted da, la gente siempre hace lo que usted le sugiere; comparados con mis pacientes, parecen estar muy motivados. (Risas) Pienso que a menudo no deben hacer lo que les manda.
Erickson: Eso es lo que dice mi familia: ¿Por qué tus pacientes hacen todas las locuras que les pides? Mi respuesta es esta: Lo pido con mucha seriedad. Ellos saben que mi intención es genuina y totalmente sincera. Yo tengo la absoluta seguridad de que lo harán. Nunca me pregunto: ¿Hará el paciente esta cosa ridícula? No, sé que lo hará.