Haley: Ocupándonos un poco de la cuestión que te habíamos propuesto antes: cómo haces para conseguir que los pacientes hagan lo que les pides que hagan. Has hablado por ahora de tres modos. Primero has dicho que como quieren superar sus dificultades no dudan en hacer todo lo que les dices. Segundo, quieren demostrar que te equivocas y lo hacen para darte la prueba de ello. Tercero, se trata de algo que son propensos a hacer o de un rasgo de carácter, y por tanto no haces más que pedirles que hagan algo que de todas formas harían.
Erickson:
Bien, pongo un ejemplo de una petición hecha a un paciente de que haga algo claramente ridículo, inútil, fuera de lugar. El paciente es un hombre esquivo, tímido, que teme la oscuridad y la soledad. Le dije:
“El domingo, sobre las 13h, póngase al volante y recorra…y digo el nombre de una calle: La South 19th Avenue. Es una calle irregular, pero no la recorra entera, sino hasta donde tendrá que llegar, a una localidad solitaria, en la montaña. No hay ninguna razón por la que usted vaya. Allí pare al coche, baje y póngase a caminar hasta que encuentre un buen motivo para alegrarse de haber ido”. Me respondió: “Eso es estupidísimo”, pero fue de todas formas.
Aparcó el coche y miró a su alrededor. Es una bella montaña, rocosa, llena de árboles: palo verde y cactus. Cuando regresa me dice que había visto algo realmente insólito. Había un cactus “saguaro” excepcional en una insólita relación con un palo verde todo florido. Estaba contento de haberlo mandado allí. No sabía que cosa encontraría.
Bateson: ¿No es que plantaste el cactus cinco años antes? (Carcajadas)
Erickson:
Había sido plantado al menos 60 años antes. Pero sabía que, en aquella situación absurda, habría tenido él que justificar su viaje allí arriba. Sé que si se tiene un mínimo de inteligencia, imaginación y sentido artístico, es imposible subir a una montaña sin encontrar algo que valga la pena ver. Es algo seguro: porque necesita encontrar algo que justifique el viaje.
Bateson: Si se lo hubieses prescrito explícitamente no habría ni salido en coche.
Weakland: Exacto, este es el punto.
Erickson: Sí, pero mira, no se lo diría con la misma certeza total que tenía yo cuando le dije que sabía que encontraría algo. Estaba segurísimo. Nadie va allí arriba sin encontrar una buena razón por la que haber ido.
Weakland: Resaltas mucho el hecho de encontrar la razón por la que estar contento, tanto que hará el viaje, pero después vinculas el viaje al objetivo final a conseguir.
Erickson:
Puedo telefonear a este paciente en cualquier momento y pedirle que haga cualquier cosa igualmente absurda. Ahora su actitud respecto a mi es esta: “Si lo dice Erickson vale la pena hacerlo”. (Risas) No se da cuenta de que es él quien hace válidas mis sugerencias. Pero cuando digo a mis pacientes que hagan algo, trato realmente de decir que lo deben hacer. Si no lo hacen nos quedamos mal y ellos lo saben. Entonces puedo decir: “Bien, usted no lo ha hecho y ya no se puede hacer nada. Porque ha perdido la ocasión.
Espero entonces que esta vez usted suba la Black Canyon Highway y, justo antes de llegar a la New River Road, recorra durante unos 500 metros aquella calle con tierra batida que hay a la derecha“. Cierto, me deja mal que la primera tarea no se haya cumplido –ya es demasiado tarde, no se puede hacer nada-, pero le doy otra posibilidad diferente. Porque yo sé que tiene otra ocasión. Si recorre la Black Canyon Highway y luego gira a la derecha por New River Road no sé qué diablos podría ver, pero verá algo que le interesará. Lo debe ver. Tiene ojos para verlo. Cuántos neuróticos evocan de la nada una infinidad de cosas. Es su propio modo de hacer. Me gustaría hacerles evocar algo bello, placentero, gratificante. Tienen la capacidad de hacerlo y yo estoy dispuestísimo a usarla.
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