Para el hombre, el sexo es un fenómeno localizado. Su vida sexual no hace que le crezcan más los bigotes. En cambio, cuando una mujer inicia su vida sexual todo su cuerpo queda comprometido, porque es una función biológica del cuerpo entero.
Tan pronto como empieza a tener una sexualidad regular, es probable que se modifique levemente el trazado de sus cabellos, los bordes de sus cejas se tornan algo más prominentes, la nariz un milímetro más larga, el mentón le cuelga un poco más, los labios se engrosan, cambia el ángulo de su mandíbula, se altera el contenido en calcio de la columna vertebral y se desplaza el centro de gravedad, le crecen o se le ponen más carnosos los senos y las nalgas. Su manera de caminar es distinta porque el centro de gravedad está más bajo, mueve los brazos en forma diferente.

“Tu marido volvió anoche”
Si observan con cuidado a gran número de personas aprenderán a reconocer esto. No se pongan a observar a sus parientes o a sus compañeros; ese sería un injustificado entrometimiento en la privacidad ajena. Pero con toda libertad pueden observar a sus pacientes (…) ya que su propio trabajo los obliga a examinar a los pacientes y a las personas que los atienden (…)
Pero vigilar a sus colegas o sus parientes es una injerencia injustificada en su vida privada. Yo nunca supe si mis hijas estaban menstruando, pero siempre sabía cuando un paciente que venía a verme estaba menstruando o por menstruar, o acababa de terminar su período.
La secretaria de Milton Erickson: no es posible engañar a Erickson
En Michigan había una secretaria que un día nos dijo a mi amiga Loui y a mi: Ustedes, malditos psiquiatras, piensan que lo saben todo. Yo contesté con modestia: Bueno, todo no, pero casi. (Sonríe.)
Esta secretaria, que se llamaba Mary, estaba casada con un viajante de comercio que debía atender una amplia zona, lo cual lo obligaba a pasar fuera del hogar muchos días (…) Un día yo llegué a la oficina y Mary estaba dactilografiando con la puerta cerrada. Yo escuché, abrí la puerta, sacudí la cabeza y le dije: Mary, usted empezó a menstruar esta mañana, y cerré la puerta. Mary sabía que yo estaba en lo cierto. Meses más tarde escuché a Mary dactilografiando en la oficina, abrí la puerta y le dije: Mary, anoche su marido volvió a casa. (Se ríe para sí.) Mary nunca dudaba de lo que yo sabía.
Y a veces las enfermeras y secretarias se me adelantaban. Un día una empleada entró en la oficina y me dijo:
¿Puede hacer salir a su secretaria? Quiero decirle algo. Lo hice y continuó: Anoche empecé un amorío y quiero contárselo antes que se dé cuenta solo. (El grupo se ríe.)