Con demasiada frecuencia los psicoterapeutas intentan tratar a sus pacientes empleando su propio lenguaje doctoral, pretendiendo explicar lo que es el yo, el superyó y el ello, la conciencia y el inconsciente, y el paciente no sabe si se le está hablando de cereal, papas o picadillo. Por lo tanto, trate de emplear el lenguaje del paciente. (Erickson, en Gordon y Meyers-Anderson, 1981, pág 49).
El paciente que hablaba esquizofrenés
Quizá el ejemplo mejor conocido del empleo por Erickson del lenguaje del paciente es el del caso del paciente del hospital estadual que quedó al cuidado del maestro y solo hablaba “esquizofrenés” o “ensalada de palabras”. El hombre dominaba el inglés, pero profería exclusivamente frases que no tenían sentido (para los otros) como “balde de arena, balde de manteca de cerdo, la grasa está en el fuego, tome un neumático desinflado…” Había permanecido más de nueve años en el hospital y aunque parecía estar tratando de comunicarse, nadie todavía había sido capaz de entenderlo.
Cuando Erickson heredó el caso, envió a un taquígrafo que debía sentarse cerca del hombre y registrar subrepticiamente todo lo que dijera. Una vez transcritas todas sus manifestaciones, Erickson las estudió con cuidado, pero no pudo discernir en ellas ninguna comunicación significativa.
En su propio idioma: la técnica de la utilización del lenguaje
En consecuencia, decidió hablar “ensalada de palabras” y comunicarse con el paciente en su propio lenguaje. Se presentó al hombre y cuando éste en respuesta emitió su ensalada, Erickson le contestó a su vez con otra ensalada en un tono sincero. Al principio el paciente pareció escéptico, pero pronto comenzó a mantener largas conversaciones con Erickson en ensalada de palabras. Incluso empezó a diseminar en su ensalada expresiones con significado, y con el paso del tiempo aumentó el porcentaje de comunicaciones cuerdas. Gradualmente Erickson obtuvo una historia, proporcionó una terapia y facilitó que el hombre se le diera el alta en el hospital (Gordon y Meyers-Anderson, 1981, págs. 52-53; Rossi, 1980, vol 4, págs. 213-215).
Desde luego, por lo general Erickson no tenía que ir tan lejos en el empleo del lenguaje del paciente. Le hablaba a la gente utilizando sus palabras y a un nivel que pudiese entender.
Convencido de ser un pollo
“En otras palabras, usted trate de aceptar las ideas del paciente, sean cuales fueren, y a continuación trate de orientarlas.” (Erickson, en Erickson y Rossi, 1981, pág. 13)
Hay un relato que ilustra muy bien este principio. Se refiere a un príncipe antiguo que estaba convencido de ser un pollo. Se desprendió de toda la ropa y se negaba a comer nada que no fuera maíz que recogía del suelo, para gran consternación de su padre, el rey. El rey procuró el consejo de grandes médicos y hombres sabios de cerca y lejos para tratar de ayudar a su pobre hijo, pero ninguno logró convencer al príncipe de que no era un pollo, ni consiguió hacerlo renunciar a su inusual conducta. Por fin, un sabio se presentó en el palacio y ofreció curar al joven.
Aunque escéptico, en razón de todos los fracasos anteriores de los que había sido testigo, el rey autorizó un nuevo intento. El sabio pidió que lo dejaran a solas con el príncipe. Entonces también él se quitó la ropa y empezó a comer maíz del suelo. El príncipe lo miró con desconfianza y lo desafió, preguntándole quién era. El sabio respondió que era un pollo, y continuó comiendo maíz.
Después le preguntó al príncipe quién era él, y el príncipe contestó que también era un pollo. Al cabo de cierto tiempo aceptó al sabio como un igual. Un día el sabio se puso alguna ropa. Esto sorprendió al príncipe, quien protestó, afirmando que los pollos no se vestían. El sabio se limitó a contestar que era un pollo y llevaba ropa, de modo que era obvio que los pollos sí se vestían.
El cambio
Después de cierto tiempo también el príncipe empezó a llevar algunas prendas. Un poco más tarde, el sabio comenzó a alimentarse con parte de la comida humana que les llevaban todos los días. Hubo otra protesta del príncipe y de nuevo la réplica fue que el sabio era un pollo; si tomaba esa comida era obvio que los pollos podían alimentarse con comida humana. En el momento oportuno, el sabio empezó a caminar erecto y dio una explicación análoga a las anteriores cuando el príncipe protestó de nuevo. Poco a poco el príncipe se vio llevado a ser un pollo que actuaba de una manera muy parecida a la de los hombres, y superó la delusión.
Las creencias que el paciente lleva a la terapia tienen que utilizarse al servicio de los cambios que le gustaría realizar. No era frecuente que Erickson tratara de corregir de modo directo las creencias irracionales de los pacientes. En lugar de ello, utilizaba esas creencias para sacar a los pacientes de sus problemas.
(De “Raíces profundas. Principios básicos de la terapia y de la hipnosis de Milton Erickson“. William Hudson O´Hanlon. Editorial Paidós. Terapia Familiar). Utilización
maravillosa analogia amigos saludos y gracias por la ayuda