En vez de buscar en las dinámicas inconscientes las causas de la morbosidad de los vínculos, Jackson (1957, 1959, 1964) estudió sus secuencias de interacción y llegó a la conclusión de que estas podían ser incluidas en dos grandes categorías: la complementariedad y la simetría.
- En el primer caso, la morbosidad del vínculo se basa en un encaje dañino entre las conductas de los sujetos en la relación, como en la establecida entre víctima y verdugo o en la de un compañero infiel con el otro que siempre perdona. O incluso en la del padre que desacredita y el hijo que trata de obtener su aprobación sin conseguirlo nunca, a pesar de sus esfuerzos.
- Con el segundo caso, el vínculo se sostiene en un continuo tira y afloja, a veces muy conflictivo, entre los miembros de la familia o de la pareja. Como ocurre en la rivalidad o en la gestión del poder en la relación, o en las escaladas simétricas que se producen en un enfrentamiento extremo.
Simetría y complementariedad
La indicación terapéutica básica que Jackson formuló como estrategia para estas problemáticas situaciones consistió en hacer que las dinámicas complementarias se introdujeran, mediante prescripciones terapéuticas directas, indirectas o paradójicas, elementos de simetría. Y viceversa, que se insertaran complementariedades en las simétricas.
Esta especie de contaminación de la rigidez del guion relacional demostró que era posible subvertir el equilibrio disfuncional convirtiéndolo en uno más flexible y funcional. En el caso del psicoanálisis el proceso previsto se prolonga en el tiempo, mientras que en la terapia sistémica las intervenciones prevén efectos rápidos (…)
Lo que se observa, por desgracia, es que esas dinámicas relacionales son extremadamente resistentes al cambio. E incluso cuando este se produce muchas veces no dura demasiado y restablece la dinámica anterior.
Paul Watzlawick observó que a menudo la persona que consigue separarse del compañero drogadicto entabla luego relaciones con un jugador compulsivo o con un alcohólico. Igual que el hijo que se libera del vínculo morboso con la madre suele encontrar una compañera con la que establece una dependencia prácticamente similar.
La relación morbosa: una necesidad arraigada y resistente
La necesidad de morbosidad casi siempre se halla muy arraigada, y sin esta fusionalidad, incluso cuando es conflictiva, el sujeto se hunde en una aguda soledad de carencia. La paradoja de estas personas reside en que sin esa dosis de sufrimiento padecen otra peor. Y por eso tienden a reproducirla en cada contexto relacional (…)
El hecho de que quien vive una relación morbosa muchas veces no presenta síntomas clínicos evidentes no quiere decir que el sufrimiento sea menor; es más, al ser un modelo que se repite de modo redundante en la vida, incluso con personas diferentes, esta patología de la relación puede tener los resultados más funestos tanto para uno mismo como para el otro, porque la persona a la que están ligados no puede o no debe estar ligada del mismo modo a ningún otro.
“Estoy condenada…No puedo estar bien contigo, pero todavía estoy peor sin ti”:
Esta frase de una paciente aclara más que cualquier docta explicación el estado de sufrimiento paradójico de quien no puede renunciar a la presencia del objeto de su vínculo morboso.
Buenas noches.
Te he seguido recientemente y me encanta leerte, me ayudan mucho tus referencias bibliográficas para seguir investigando sobre los temas que planteas.
Tengo una duda y espero me puedas asesorar.
¿Qué directivas del enfoque estratégico me sugieres para alguien que ha “recaído” en una relación agresiva psicológicamente y con alto grado de pasión? ¿Cuál bibliografía me sugieres?