Si el cortejo ha llevado a buen fin, aparece rápido la fase del enamoramiento o del encanto. Es la fase en la que todos son aparentemente felices (…) Nietzsche afirmaba que “el amor es el estado en el que el hombre ve las cosas distintas de como son“. Nada más cierto en este caso (…)
Esta es la capacidad que tiene el maltratador: la de hacer que algo normal se convierta en increíble, de convertir lo imposible en posible, conquistando así la confianza de la víctima elegida, hasta el punto de hacerla fiarse completamente. Esta confianza conquistada por el maltratador representa, por ello mismo, la defensa principal de cada crítica y de cada ataque proveniente del exterior de la pareja. Por un tiempo indeterminado, gracias a la confianza concedida, la mujer verá la realidad con lentes deformantes gracias a las cuales la pareja gozará de un aura de protección (…)
Por ejemplo, la víctima confunde control de los celos con amor, confunde la falta de emociones (ausencia de afectividad) con fuerza de carácter, confunde el desinterés con libertad a ella concedida, etc
Son verdaderos y propios autoengaños y son la causa principal de la imposibilidad de la víctima de darse cuenta de la situación que está viviendo.
La rotura del encanto
Es una fase que puede variar mucho en el tiempo, según los casos. A menudo se coloca temporalmente tras el matrimonio o tras algunos meses de convivencia (…)
Desde el punto de vista dinámico, suceden dos cosas extremadamente importantes para comprender el mecanismo psicológico del abuso relacional, porque en este punto el maltrato se revela en su forma más evidente.
Más o menos rápidamente el maltratador se da cuenta de que la víctima no quiere, no puede, es incapaz o rechaza satisfacer todas sus expectativas egocéntricas
Por ejemplo, el narcisista se puede quejar de tener junto a si a una persona que no tiene intención de confirmarlo continuamente, o bien se da cuenta de que ella no puede admirarlo y aprobarlo siempre (a veces ella trata de pensar diferente de él ¡e incluso de tener razón!). El obsesivo puede percibir el deseo de autonomía decisional de ella como intento de rebelión. Un paranoico puede interpretar las atenciones de un colega de trabajo como una traición de ella, o como el intento por parte de otro de arrebatársela.
Y la consecuencia directa es finalmente él decide que ha sido traicionado en sus expectativas por su propia compañera (…)
El maltratador en este punto, como se siente víctima, se siente moralmente autorizado a proceder con la violencia psicológica (…) Actos de maltrato que toman la forma de la venganza, reivindicación, castigo, violencia, tortura, acciones que le permitan equilibrar la situación.
Pero ningún acto será nunca compensatorio. Porque ningún acto tendrá la suficiente fuerza compensatoria para nivelar una interpretación tan egocéntrica, y por ello se perpetrarán hasta el infinito.
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