¿Cómo hacerse el tonto?
Las personas más inteligentes no dejan ver siempre lo inteligentes que son. Las personas menos listas que piensan que son muy listas suelen actuar temerariamente, cuando sería más sabio hacerse el tonto mientras esperan su hora propicia. […]
De acuerdo con la enseñanza de Sun Zi de que “cuando uno es fuerte debe fingir ser débil”, es un método para hacer que el adversario nos subestime.
La estrategia de Liu Bei
Esta estrategia viene ilustrada por la historia de cómo Liu Bei, un líder muy querido por sus súbditos que vivió hace dos milenios, se escapó de las intrigas de su despiadado enemigo Cao Cao. En el año 198 d.C, Liu Bei fue derrotado por un señor de la guerra y pidió asilo a Cao Cao, que era por entonces primer ministro de la corte Han. Cao Cao le otorgó el título de duque y lo trató con generosidad, pero de hecho lo mantenía en una especie de detención domiciliaria. Su verdadero objetivo era controlar a Liu Bei, que estaba adquiriendo cada vez más popularidad e influencia.
Mientras tanto, Cao Cao estaba también planeando usurpar el poder del joven emperador Han, Xiandi. Cuando éste se enteró escribió un edicto secreto con su propia sangre jurando actuar hasta llevar a Cao Cao a la muerte.
Liu Bei se unió en secreto al complot, pero evitó atraer sospechas, permaneciendo en su casa y dedicándose a cultivar una huerta.
Un día Cao Cao fue a visitar a Liu Bei. Se sentaron a una mesa de piedra en un pequeño pabellón rodeado de ciruelos y conversaron sobre vinos y comidas. El cielo estaba cargado y parecía que iba a llover. Cao Cao preguntó a Liu Bei: “Has estado en muchos lugares y has conocido a mucha gente. ¿Podrías decirme quiénes son los héroes de hoy día?”. Liu Bei nombró toda una lista de señores y líderes, pero Cao Cao se burlaba a cada nombre y acabó diciendo que solo Liu Bei y él mismo podían ser llamados verdaderos héroes.
El engaño a Cao Cao
En la certidumbre de que Cao Cao le había descubierto, Liu Bei se sintió tal alterado que se le cayeron los palillos al suelo. Justo en ese momento sonó un trueno. Liu Bei explicó rápidamente que el trueno le había asustado y que por eso le habían temblado las manos. Por este incidente Cao Cao supuso que Liu Bei era un cobarde. Poco después le quitó los centinelas y le permitió ponerse al frente de 50.000 soldados para combatir a un señor de la guerra. Casi sobra decir que Liu Bei no pensaba volver. A un aliado le confesó: “He estado viviendo como un pájaro en una jaula y un pez dentro de una red. Ahora soy como un pez que vuelve a nadar en el mar y un pájaro que planea en el cielo”.
Cuando Cao Cao descubrió el complot contra él ordenó ejecutar a todos los que habían firmado el edicto secreto, pero por entonces Liu Bei estaba ya muy lejos.
Es interesante el hecho de que la estrategia de hacerse el tonto ha sido utilizada por los jefes militares con sus propias tropas en numerosas ocasiones a lo largo de la historia china. […]
Estrategias para hacerse el tonto de manera inteligente
Cuando se trata de hacerse el tonto, es importante tener en cuenta que no se trata simplemente de actuar de manera ingenua o ignorante. Aquellos que saben cómo hacerlo de manera inteligente pueden aprovechar esta estrategia para obtener ventajas en diversas situaciones. Una táctica efectiva es mantenerse reservado y observar cuidadosamente el entorno, mientras se deja que los demás subestimen nuestras habilidades. Al hacerlo, uno puede recopilar información valiosa y tomar decisiones estratégicas sin revelar su verdadero potencial. Esta forma de hacerse el tonto puede ser especialmente útil en situaciones competitivas o cuando se enfrenta a adversarios astutos.
Hacerse el tonto en las relaciones personales: una herramienta para construir confianza
Hacerse el tonto no solo se limita a situaciones competitivas o negocios, también puede ser una herramienta poderosa en las relaciones personales. Al adoptar una postura de apertura y humildad, uno puede fomentar un ambiente de confianza y honestidad.
Al mostrar interés genuino en los demás y permitirles expresarse libremente, se crea un espacio donde se sienten cómodos compartiendo sus pensamientos y emociones. Hacerse el tonto en este contexto no implica falta de inteligencia, sino una estrategia consciente para fomentar la empatía y la comprensión mutua. Esta habilidad puede fortalecer los vínculos emocionales y construir relaciones sólidas basadas en la confianza.
Otros ejemplos de la técnica de “hacerse el tonto”
En el ámbito de los negocios, hacerse el tonto puede ser una manera de desarmar a los que están inclinados a atacar. La estrategia es particularmente útil en negociaciones comerciales cuando usted no quiere dejar saber hasta qué punto conoce los planes de la otra parte. ¡Pero tenga en cuenta que el otro también puede estar haciéndose el tonto! […]
Hacerse el tonto cuando realmente se es listo no es siempre tan sencillo. Las mujeres tienen una ventaja en este aspecto a causa de la presunción masculina de que las mujeres son menos capaces o inteligentes que los hombres.
Un caso a señalar es el de Sandra Kurtzig, que a los 24 años fundó Ask Computer Systems, una empresa informática en Silicon Valley, y a los 42 dimitió como presidenta del consejo de administración de una empresa que valía 200 millones de dólares para escribir su biografía. Ella confiesa que ser mujer le ayudó a triunfar, porque los hombres no la consideraban una verdadera competidora y en poco tiempo daba sus opiniones y dirigía el negocio a su manera.
Hacerse el tonto puede cumplir varias funciones en las relaciones personales. Cuando está empezando usted a conocer a alguien hacerse el tonto inducirá a la persona en cuestión a revelar algo más de su carácter. […]
Si su pareja o sus hijos están siempre esperando escuchar cómo piensa usted antes de expresar una opinión o tomar una decisión, hacerse el tonto puede animarles a pensar por si mismos.
Espero que esta lectura haya sido de utilidad, soy Alicia García, psicóloga oficial de terapia breve estratégica en Madrid y Málaga
Hay veces en que lo más inteligente es hacerse el tonto del mismo modo en que a veces la mejor demostración de inteligencia es hacerse el cobarde.
Del mismo modo en que a veces hay que renunciar a hacer algo destacado, algo de lo que podrías presumir, por no hacerle el mal a nadie, ni siquiera a un animal.