Diálogo estratégico en la pareja para el hombre – Pigmalión
Éste es un caso en el que el hombre pretende que su compañera se iguale en todo y para todo. No sólo a sus puntos de vista sino también a sus gustos y a su estilo de vida. En otras palabras, una especie de Pigmalión que quiere modelar a su compañera ideal como si fuera una estatua de arcilla.
Sin embargo, como enseñan Ovidio, Shakespeare, Abelardo y Eloísa y su trágica historia de amor, o la locura artística de Auguste Rodin, ciertos tipos de relación son una especie de suicidio seguro de la pareja. Si la que está sometida al plagio se rebela a su Pigmalión y patrón, como en nuestro ejemplo, alegando su derecho a ser libre de construirse una propia identidad autónoma, la relación se convierte en un campo de batalla.
Sin embargo, si por el contrario la mujer se somete a las demandas de su modelador, lo que a primera vista parece una solución se transforma lentamente en una complementariedad patológica.
Comienza el diálogo
Veamos cómo la mujer es capaz, a través de un funambulesco diálogo estratégico, de reorientar esta peligrosa situación de su relación de pareja.
ELLA: Me he dado cuenta de que últimamente entre tú y yo hay discusiones. ¿Tú crees que se derivan de alguna incompatibilidad o del hecho de que estamos cometiendo errores al relacionarnos?
ÉL: No creo que tú y yo seamos incompatibles. Creo que tú eres demasiado rígida en tus posiciones y por eso no me sigues ni apoyas mis deseos ni mis expectativas.
ELLA: Perdóname, pero lo que dices indica que, desde tu punto de vista, para superar nuestras fricciones, ¿sería suficiente que yo me sometiera a tus solicitudes y me adecuara a tus expectativas y no, al contrario, que me vuelva rígida en mis posiciones que no estén en línea con las tuyas?
ÉL: Claro, parece precisamente que para ti sea una obligación discutir mis ideas y hacer de modo diferente a como quisiera yo. Esto me hace enfurecer…
ELLA: Pero ¿tú crees que para ponerse de acuerdo hay que estar obligatoriamente de acuerdo en todo o pueden haber posiciones diferentes y a la vez respetarse?
ÉL: Creo que en una pareja cuanto más se está en la misma línea más unido se está. Se respetan los amigos por sus ideas diferentes. Pero de la propia mujer es justo pretender que siempre esté de tu parte. Y que se comporte como sabe que le gusta a su propio marido.
Soslayando el estallido
En este punto el diálogo podría evolucionar a un encendido conflicto en cuanto el hombre declara su férrea voluntad de someter a su pareja, porque éste es su rasgo fundamental de una buena relación.
Sin embargo, es precisamente esta posición rígida lo que provoca la reacción no deseada de la mujer. Paradójicamente, es ella la acusada de ser la más rígida de los dos. Como “si tú me quisieras de verdad tendrías que ser en todo y para todo igual que yo”.
En otras palabras, éste es el hombre ideal, irónicamente hablando, para una mujer que quiera realizarse a si misma y ver realizadas sus propias aspiraciones. Las dos únicas posibilidades en la relación son el enfrentamiento y la sumisión. Pero, como veremos, gracias a la técnica del diálogo estratégico también esta situación aparentemente sin salida puede cambiarse.
La rígida conjunción de miras
ELLA: Bien, corrígeme si me equivoco. Tú crees que las cosas entre nosotros dos no van bien porque yo me obstino en no querer adecuarme a tus solicitudes y en comportarme de modo diferente de como tú quisieras. (…) En otros términos, me opongo como un adolescente rebelde a tus indicaciones sólo por las ganas de llevarte la contraria. Una pareja, según tú, para funcionar bien tiene necesidad de una completa conjunción de miras por parte de los dos componentes. Y como, en nuestro caso, tú eres el que posee la sacrosanta verdad y yo soy la que se opone, yo tendría que suavizarme y modelarme a imagen y semejanza de tus deseos y de tus ideas. Porque son indiscutiblemente correctas.
ÉL: Dicho así me parece un poco fuerte…parece que yo esté absolutamente convencido de poseer la verdad absoluta. Y que desee forzarte de manera autoritaria a ser como yo quisiera…En realidad, creo que si tú sabes lo que me gusta, si no lo haces es como si me rechazaras. Eso es lo que crea problemas entre nosotros. `
Aflojando posiciones
Como queda claro, la mujer no cae en el error de contestar simétricamente el hecho, es decir, alegar a su vez el derecho a imponer cambios, sino que evita cuidadosamente activar un forcejeo (…)
El hombre empieza de este modo a aflojar y corregir sus posiciones, y pasa de una forma moralista de recriminación a una declaración casi de víctima (…)
ELLA: Bien, y si no lo he entendido mal, lo que hace que te enfurezcas y te empuja a darme sermones rabiosos y aburridos es el hecho de que cuando yo me comporto de forma diferente a como tú quisieras, te sientes rechazado. Y crees que nuestra relación está en peligro porque no se basa en una conjunción total de miras.
ÉL: Sí, me parece precisamente así.
ELLA: A la luz de estas consideraciones, ese quererme modelar y corregirme tuyo, ¿te parece un acto de fuerza o de debilidad?
Un acto de debilidad
ÉL: Desde esta perspectiva, diría que de debilidad. De temor a que nuestra relación acabe en una vía muerta.
ELLA: Perdóname, pero esto significaría que tú te comportas así sólo porque temes que las cosas entre nosotros puedan deteriorarse hasta romperse.
ÉL: ¿Cómo?…Aún no lo habías entendido…
ELLA: De acuerdo, corrígeme si me equivoco. Tú en realidad me estás diciendo que tu búsqueda de modelarme a imagen y semejanza de tus ideas y deseos es tu manera de controlar la situación entre nosotros para evitar que vaya en una dirección autodestructiva. Y que haces todo eso por el temor a que ésta sea una realidad.
ÉL: Así es.
El verdugo es el débil
En este punto la situación ha cambiado radicalmente. El presunto verdugo de la pareja se descubre como el más débil y no el más fuerte de los dos. Sin por ello ser juzgado ni condenado. Ahora se requiere, para que el diálogo evolucione constructivamente, que se introduzcan los elementos del cambio constructivo.
ELLA: Sabes que después de esta declaración siento menos el deseo de discutir tus solicitudes. Después de lo que nos hemos dicho, cuando reprochas y criticas mis acciones, ¿crees que eso hace que esté de acuerdo contigo o hace que tenga ganas de rebelarme?
ÉL: Ahora que me lo has hecho notar, entiendo que ésta es la mejor manera de provocar en ti la rebeldía y la discusión respecto a mis miras y expectativas.
ELLA: Permíteme aún…¿Cuándo tú actúas como un juez censor o un Pigmalión, crees que me induces a un mayor o un menor deseo de conjunción contigo?
ÉL: Bueno, está claro que produzco exactamente lo contrario.
ELLA: Bien, corrígeme si me equivoco: ahora tú eres consciente de que en realidad tu modo de reprenderme y quererme corregir es precisamente lo que hace que me rebele y discuta tus posiciones. Lo que me lleva hacia conflictos que ponen en peligro nuestra relación.
ÉL: Ahora que me haces ver las cosas desde ese punto de vista, todo esto me parece claro. Yo lo hacía precisamente para evitar estos riesgos. En cambio, ahora comprendo que los estaba alimentando.
Donde había deseo ahora hay temor: el pigmalión temeroso
La condición inicial se ha invertido por completo. Ahora el hombre – pigmalión tendrá el temor, más que el deseo, de corregir a su compañera. Porque ello llevaría precisamente a lo que él quiere evitar que se produzca.
“El egoísmo no consiste en vivir como nos parece, sino en exigir que los demás vivan como nos parece a nosotros”.
Oscar Wilde
(De “Corrígeme si me equivoco”. Giorgio Nardone. Herder). Efecto pigmalión