Cuando en el transcurso de nuestro trabajo relativo a problemas humanos nos fuimos sintiendo cada vez menos satisfechos con las mitologías establecidas y más interesados en examinar el proceso del cambio en sí mismo, descubrimos pronto algo que cabía haber esperado desde un principio.
En efecto, si alguien había tratado ya de indagar la fuente más obvia para la comprensión del cambio, no había dejado ningún testimonio escrito. Dicha fuente es lo que llamaremos el cambio espontáneo. Es decir, el modo de resolver problemas en los asuntos corrientes de la vida, sin ayuda de los conocimientos de expertos, de teorías sofisticadas y de un esfuerzo concentrado.
El cambio espontáneo
Esta absurda situación nos recuerda en más de un aspecto aquella famosa investigación escolástica acerca de la naturaleza de las cosas. Cuando en pleno s. XIII la universidad de París intentó responder a la cuestión de si el aceite dejado a la intemperie de una fría noche de invierno se congelaba. Los sesudos doctores, intentaban hallar la respuesta en las obras de Aristóteles ! En lugar de observar qué ocurría al aceite en la realidad de las circunstancias apuntadas (…)
Contactos
Los contactos que establecimos incluyeron camareros, detectives de grandes almacenes, neuróticos espontáneamente curados, vendedores, asesores de sociedades de crédito, maestros, pilotos de líneas aéreas, policías con maña para desconectar situaciones potencialmente explosivas, unos cuantos estafadores mas bien simpáticos, individuos que habían realizado tentativas de suicidio, psicoterapeutas como nosotros y algunos padres.
La idea parecía buena, pero los resultados obtenidos fueron escasos. Hallamos algo que retrospectivamente considerado parece obvio. Es decir, que el talento para resolver problemas de modo no ortodoxo parece ir unido a una incapacidad para ver claramente y expresar a otros la índole de las ideas y actos que entran en juego en sus afortunadas intervenciones.
Conclusiones
El descubrimiento siguiente fue el de que nosotros mismos habíamos venido utilizando técnicas de cambio similares. Y que debía haber ciertas ideas implícitas en virtud de las cuales operábamos. Tuvimos la frecuente experiencia de observar la sesión inicial de un caso y sin previo acuerdo llegar independientemente a la misma estrategia de tratamiento. Estrategia que extrañaba enormemente a los frecuentes visitantes de nuestro centro. Intentando explicársela, hallamos que también nosotros éramos extrañamente incapaces de precisar las bases teóricas de nuestras decisiones y medidas (1).
Nota 1: Eventualmente nos dábamos cuenta de que tal estado de cosas se halla directamente vinculado a la estructura jerárquica de todo lenguaje, comunicación, aprendizaje, etc. Como hemos señalado en el capítulo 1, expresar o explicar algo requiere un salto a un nivel lógico por encima de aquello que ha de ser explicado o expresado. No se puede llevar a cabo una explicación al mismo nivel; se ha de utilizar un metalenguaje. Pero este metalenguaje no siempre está a disposición de uno. Efectuar un cambio es una cosa, comunicar acerca de dicho cambio es otra. Se trata sobre todo de un problema de correcta tipificación lógica y de crear un metalenguaje apropiado.
“Si no sé que no sé, pienso que sé; si no sé que sé, pienso que no sé“
En investigación psicoterápica, es muy corriente que psicoterapeutas especialmente dotados e intuitivos piensen que saben por qué están haciendo lo que hacen, pero sus explicaciones no están a la altura de los resultados. Y por el contrario, muchos escritores bien dotados se asombran e incluso se molestan al ver que otros son capaces de leer en sus obras significados más profundos que los que ellos mismos planearon.
Así, mientras que los primeros creen conocer o saber, pero al parecer no saben, los segundos parecen conocer más de lo que aceptan reconocer. Lo cual nos recuerda la cita de Laing: “Si no sé que no sé, pienso que sé; si no sé que sé, pienso que no sé“).
He aquí unos ejemplos de cambio espontáneo:
En el jardín de infancia
En el primer día de su asistencia a un jardín de infancia, una niña de cuatro años se excitó tanto cuando su madre se preparó a abandonarla que esta última tuvo que permanecer con ella hasta que terminó el colegio. El día consecutivo y los siguientes sucedió lo mismo y la madre fue incapaz de marcharse. La situación se convirtió muy pronto en un problema para todos los implicados en la misma. Pero fracasaron todos los esfuerzos realizados para resolverlos. Una mañana, la madre no pudo llevar a la niña al colegio y fue el padre el que la llevó en el coche antes de ir a su trabajo. La niña lloró un poco, pero se calmó rápidamente.
Cuando la madre la volvió a llevar al colegio al día siguiente, no volvieron a repetirse los mencionados episodios. La niña permaneció tranquila y no volvió a presentar jamás el mismo problema.
Un caso de agorafobia
Un sujeto soltero de mediana edad llevaba una vida más bien aislada y complicada por una agorafobia que hacía que su territorio libre de angustia se fuese reduciendo progresivamente. Llegó a alcanzar un punto tal que no solo le impedía ir al trabajo sino que incluso amenazaba con impedirle acudir a las tiendas vecinas de las que dependía para sus compras de alimentos y de otros alimentos de primera necesidad.
Esperando un ataque
En su desesperación decidió suicidarse. El método que eligió fue conducir su coche en dirección a la cumbre de una montaña a unos 80 kms de distancia. Estaba convencido de que al alejarse unas cuantas manzanas de su casa, su ansiedad o un ataque cardíaco le librarían de su miserable vida. El lector puede adivinar el final de la historia: no solo llegó sano y salvo a su destino, sino que por primera vez en muchos años se vio libre de su angustia.
Se comprende que habiendo quedado intrigado por su experiencia deseó que la conociesen otras personas que presentasen sufrimientos análogos a los suyos y eventualmente encontró a un psiquiatra que se interesaba por las remisiones espontáneas y por tanto le tomó en serio. El psiquiatra ha mantenido contacto con él durante más de cinco años y ha podido comprobar así que dicho sujeto no solo no recayó en su fobia sino que pudo ayudar a gran cantidad de otros fóbicos (…)
Motín en París
Mencionaremos aquí un último ejemplo que se refiere al género de solución de problemas que estamos examinando ahora. Durante uno de los numerosos motines que hubo en París durante el siglo XIX, el comandante de un destacamento militar recibió órdenes para despejar una plaza de la ciudad haciendo fuego contra la canalla.
Cambio 2
Ordenó a sus soldados que apuntasen sus fusiles contra la multitud y cuando se hizo un silencio mortal desnudó su espada y gritó con toda la fuerza de sus pulmones:
“Mesdames, messieurs: tengo órdenes de disparar contra la canalla. Pero como veo gran número de ciudadanos honestos y respetables ante mi, les pido que se marchen a fin de que pueda disparar tan solo contra la canalla”.
La plaza quedó completamente vacía en pocos minutos (…) Aplicando el concepto de cambio 2, estos incidentes aparentemente distintos ponen de manifiesto su afinidad.
En cada uno de los casos es aplicada la acción decisiva (voluntaria o involuntariamente) a la solución intentada (específicamente a lo que se hace para enfrentar con la dificultad) y no a la dificultad misma.
Desde el Centro de terapia de pareja y familia en Cochabamba – Bolivia. Muchas felicidades por este Blog y un agradecimiento especial para Alicia García. Una consulta, será posible difundir cocnferencias de Giorgio Nardone con traducción al castellano?. Sin otro particular nuevamente el mejor deseo para que sigan adelante!. (Harold Albornoz – Terapeuta)
Muchísimas gracias, Harold Albornoz. Únete al grupo de facebook “Fans de la Terapia Breve Estratégica” y podrás ver cada conferencia disponible en español que se divulgue. En la columna derecha de este blog tienes la última de ella. Gracias de nuevo!