Con respecto a los canales analógicos y sus efectos pragmáticos entre emisor y receptor, Watzlawick refería el siguiente ejemplo -tomado de unas investigaciones de Robert Rosenthal, de la Universidad de Harvard- acerca de la influencia de las expectativas del investigador sobre los resultados de los experimentos psicológicos.
Su trabajo cuenta con un curioso predecesor en la literatura psicológica al que Rosenthal hace plena justicia. Se trata de Clever Hans, el caballo del señor Van Osten, que hace cerca de 60 años alcanzó fama internacional debido a su sorprendente capacidad para realizar operaciones aritméticas. Clever Hans podía señalar con uno de sus cascos el resultado correcto de un problema aritmético que le planteaba su amo, siempre presente, u otra persona.
O. Pfungst desvela el misterio
El psicólogo alemán O. Pfungst, no convencido con el conmovedor suceso de un caballo genial, llegó a la conclusión correcta de que el señor Van Osten (de cuya honestidad no podía dudarse) de alguna manera indicaba al caballo cuándo había ya dado suficientes golpes con el casco y debía detenerse.
Pfungst pudo mostrar que el caballo nunca comenzaba a dar golpes hasta que su amo miraba el casco con actitud expectante. Y que Van Osten levantaba la cabeza casi imperceptiblemente y miraba hacia arriba cuando el caballo había dado el número suficiente de golpes.
Es evidente que la permanente admiración del público y el orgullo de su amo constituían poderosos refuerzos para el desempeño del animal.
Se dice que poco después del descubrimiento de Pfungst, el señor Van Osten, literalmente, murió de pena. Esto nos proporciona una idea adicional acerca de la intensidad de la compenetración emocional que existía entre amo y caballo.
Rosenthal y el poder de las expectativas
En su propia investigación, Rosenthal reprodujo este fenómeno con animales y con seres humanos. Por ejemplo, demostró que las ratas de laboratorio, cuyos experimentadores estaban convencidos de que esos animales eran en particular inteligentes, tenían un desempeño significativamente mejor que el de otras ratas de la misma cepa, pero cuyos experimentadores creían que eran estúpidos (Wtazlawick, 1967,65)