Escuela de Palo Alto y WatzlawickNiños, trastornos de conducta y familiasabotaje benévolo

Sabotaje benévolo para las crisis entre padres e hijos

Se trata de una intervención eficaz en el tratamiento de otra típica y monótona crisis que se da entre padres y sus hijos menores de edad y rebeldes. Si bien es también aplicable a otras situaciones en las que una de las partes se esfuerza intensa pero inútilmente por ejercer algún control sobre el comportamiento de la otra.

En la mayoría de los casos, el problema es fácil de definir: el muchacho o la muchacha no obedece, no estudia ni tiene su cuarto ordenado. O bien es brusco, desagradecido, llega tarde a casa, fracasa en el colegio, se rodea de malas compañías. Probablemente consume drogas, está a punto de entrar en conflictos con la ley o ha incurrido ya en ellos, etc. La situación, por lo general, se repite de un modo estereotipado.

Adolescencia, transición desde la niñez a la vida adulta

La transición que se verifica en un adolescente, desde la niñez a la vida adulta, es uno de los varios períodos de cambio en las familias que exigen correspondientes cambios en cuanto a las normas de sus relaciones mutuas, es decir, un  cambio 2.

Simplificando mucho esto último, mientras que a un niño de ocho años de edad puede bastar con decirle: Harás lo que te digo o de lo contrario…, puede ocurrir que el adolescente de catorce años replique: ¿O de lo contrario qué? Y los padres tienen entonces que apelar al viejo repertorio de sanciones que ya hace años perdieron su eficacia.

El sentido común y la receta de “más de lo mismo” del cambio 1 tan solo conducirán entonces a un callejón sin salida, en el que cuanto más cambien las cosas, más continuarán siendo las mismas.

Soluciones intentadas: razonar, castigar, imponer…

Los padres, por ejemplo, pueden intentar primeramente razonar con el menor. Pero esto fracasa, ya que las premisas de su razonamiento son diferentes. Entonces impondrán algún castigo leve y el hijo se rebelará con éxito. Luego impondrán más sanciones que solo servirán para provocar más rebeldía. Y finalmente la policía y las autoridades que se ocupan de menores serán llamadas para enfrentarse con lo que ya parece un comportamiento claramente recalcitrante e incontrolable.

Está bastante claro que son las soluciones intentadas quienes crean y mantienen el problema, pero este hecho permanece velado dentro de la ceguera interpersonal tan típica en los conflictos humanos.

Los padres no se atreven a relajar su presión, ya que “saben” que el comportamiento de su hijo se les escaparía entonces por completo de las manos. Para el hijo, por otra parte, la rebelión es el único modo de asegurarse la supervivencia psicológica contra aquello que, en su opinión, es la amenaza de las constantemente crecientes exigencias paternales (…) Al observador exterior no le cabe duda de que si una de las partes quisiera hacer menos de lo mismo, la otra la seguiría inmediatamente.

Sabotaje benévolo
sabotaje benévolo

Preguntar: ¿Quién ees?

A este fin, se instruye a los padres para utilizar un sabotaje benévolo. Éste consiste en adoptar una posición basada en admitir francamente ante el hijo que son incapaces de controlar su comportamiento. “Deseamos que estés en casa a las once, pero si no estás a esa hora no podemos hacer nada”. He aquí uno de los posibles mensajes.

Dentro de esta nueva estructura, el adolescente se da cuenta rápidamente de que su actitud de defensa y desafío carece ahora de sentido. No resulta fácil desafiar al débil.

Se indica luego a los padres que cierren todas las puertas y ventanas de la casa a las once, y que se acuesten. De tal modo que cuando el chico llegue a casa no pueda entrar y tenga que tocar el timbre o golpear la puerta. Luego le han de dejar fuera durante un buen rato, hasta abrirle la puerta, pero no sin preguntar medio dormidos y repetidamente, que quién es.

Una vez le hayan abierto, le dirán que sienten haberle dejado fuera tanto tiempo y se volverán a la cama sin preguntarle, como de costumbre, dónde ha estado, por qué vuelve tan tarde, etc.

A la mañana siguiente no se referirán para nada a lo sucedido, a no ser que el hijo lo haga. En cuyo caso adoptarán de nuevo una actitud de disculpa por haberle hecho esperar tanto hasta abrir la puerta. A cada fechoría de su hijo, tienen que responder tan pronto como les sea posible con algún acto adicional de sabotaje: si el hijo no hace su cama, la madre la hará por él, pero picará unas cortezas de pan y se las meterá entre las sábanas.

Cada día estoy peor…

Cuando él se queje, admitirá que estaba comiendo pan mientras le hacía la cama y que siente lo ocurrido. Si no guarda nunca bien su ropa, la madre cometerá otro error tonto (“No sé qué me pasa estos días que hago una tontería tras otra”) y le almidonará la ropa interior o le echará sal en lugar de azúcar en su postre favorito, o bien y como por casualidad, durante la cena le echará encima un vaso de leche cuando se haya arreglado para ir a alguna cita. En ningún momento deben mostrarse los padres sarcásticos o punitivos acerca de tales actos de sabotaje, sino disculparse siempre por ellos (…)

Conclusiones

Gran parte de la eficacia del sabotaje benévolo reside en un doble proceso de reestructuración: le quita al adolescente las ganas de rebelarse, ya que no le deja mucho motivo para ello. Y virtualmente invierte la dinámica de la interacción familiar. En una familia típica en la que existe un delincuente juvenil, los padres son abiertamente punitivos y regresivos, pero ocultamente permisivos y seductores.

El sabotaje benévolo da lugar a una situación en la que se vuelven abiertamente permisivos y desvalidos, pero ocultamente punitivos. Y ello de un modo contra el cual el adolescente no puede rebelarse. En lugar de lanzar vanas amenazas, de utilizar razonamientos y exhortaciones, los padres asumen un modo tranquilo pero mucho más poderoso de manejar a su hijo. Este cambio impide una “solución” inútil que contribuía a mantener el problema.

Cambio

(Extraído de aquí)

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