Esopo, del inocente, del ímprobo y del malo, cuenta esta fábula.
El cordero y el lobo, cada uno por su parte, vinieron a beber del río. El lobo bebía arriba y el cordero más abajo en el agua. Y viendo el lobo al cordero díjole así:
-¿Por qué me has enturbiado el agua mientras yo bebía?
Respondió el cordero con paciencia:
-¿Cómo te puedo yo enturbiar el agua que corre de donde tú bebiste a donde yo bebía?
El lobo, no haciendo caso de la verdad ni razón, díjole:
-Por eso me maldices.
Respondió el cordero:
-No te maldigo yo.
Entonces el lobo, mirándolo de través, dijo:
-Seis meses hace que me hizo otro tanto tu padre.
Y respondió el cordero:
-Yo en este tiempo aún no había nacido.
-Me quejo -dijo el lobo- porque me has destruido mi campo, paciéndomelo.
Dijo el cordero:
-Por cierto, que aún no tengo dientes para pacer y así no te he hecho daño alguno.
Finalmente le dijo el lobo:
-Aunque no pueda soltar tus argumentos, entretanto yo te invito a cenar y después de la cena a holgar contigo.
Y así tomando al cordero inocente, le quitó la vida y se lo comió.
Esta fábula significa que cerca de los malos y falsos no ha lugar, ni verdad, ni razón, ni vale otra cosa contra ellos, salvo la fuerza sola. Y semejantes lobos se hallan en cada lugar, los cuales por tiranía, buscando ocasiones, beben la sangre y afán de los inocentes y pobres.
Esopo