Un caso del intento de racionalizar lo irracional
Hace algunos años, en Estados Unidos, un hombre tenía un miedo muy grande a volar, casi una obsesión, simplemente porque temía encontrar una bomba en su avión (nos encontrábamos en la época de los atentados aéreos) y, al mismo tiempo, sentía un amor infinito por las capitales del arte europeo, que no podía ir a visitar a causa de su indomable miedo.
Después de muchas reflexiones, el hombre, que era un apasionado de los cálculos de probabilidades, quiso saber cuántas eran verdaderamente las probabilidades de encontrar una bomba en su propio avión.
Comenzó a llamar a agentes de viajes esperando que estuviesen informados y preguntó:
-Disculpe: ¿me puede decir cuántas probabilidades tengo de encontrar una bomba en el vuelo de Nueva York a París?
Como se puede suponer, la mayoría de los agentes de viaje le contestó.
-¡No tengo tiempo de pensar en esas estupideces!
Una probabilidad entre cien mil
Hasta que, casualmente, por cuestiones del azar, encontró a un agente de viajes tan apasionado como él del cálculo de probabilidades, que le respondió prontamente:
-Una probabilidad entre cien mil.
Él pensó un poco en esto y después preguntó:
-Pero permítame, ¿cuántas probabilidades tengo de encontrar dos bombas en el mismo avión?
Y el agente de viajes dijo:
-Pues se tendría que hacer un cálculo exponencial, llámeme dentro de media hora y lo habré hecho.
El hombre llamó después de media hora exacta y el agente afirmó:
-Bien, he hecho el cálculo exponencial: hay una probabilidad entre 100.000.000 de que usted pueda encontrar dos bombas en el mismo avión.
El hombre respondió:
-Bueno, entonces reservo un billete para el vuelo de la próxima semana de Nueva York a París.
El hombre fue arrestado en la puerta de embarque de la TWA: llevaba una bomba dentro de su maletín y sostenía que obraba de ese modo por el bien de todos, porque reducía así en gran medida las probabilidades de encontrar otra bomba en el avión.