"Modelos de familia"Niños, trastornos de conducta y familiaTerapia Breve Estratégicasacrificante

Acudieron a nosotros unos padres muy humildes, que entraron en nuestro estudio como si se estuviesen presentando a un proceso abierto contra ellos por un inquisidor. Se sentaron y nos expusieron su caso: tenían una hija de 22 años que les agredía constantemente, verbal y físicamente. Les acusaba de ser los culpables de todos sus problemas.

Desde hacía algunos años la hija había desarrollado un miedo irrefrenable a relacionarse con la gente de su edad, porque se sentía siempre juzgada. Y como se sentía desagradable, prefería evitar el contacto con los demás. De esto les culpaba a ellos, agrediéndoles diariamente […]

La descripción del problema: un modelo familiar sacrificante

Al pedirles que nos describieran mejor el problema, nos explicaron que esta hija, que había llegado tras otras dos, era la persona sobre quien toda la familia había invertido más, ya que era la que tenía más facilidad para los estudios. Mientras que sus dos hermanas mayores, ya fuera de casa, trabajaban una como dependienta y la otra como obrera, y estaban felizmente casadas. La hija había tenido siempre problemas con los de su edad. Salía a menudo con alguien pero enseguida rompía repentinamente con auténticas crisis que se alargaban mucho tiempo. Durante estas crisis agredía constantemente a sus padres acusándoles de ser incapaces de ayudarla, pero sobre todo de haberla traído al mundo.

Preguntamos qué habían hecho ellos, como padres, para intentar ayudarla. Por respuesta nos esbozaron un cuadro casi total de sacrificio familiar. Ambos trabajaban como operarios en una fábrica de cemento […]

La hija tenía un coche propio, vestidos de marca, una habitación alquilada para ir a la universidad y dinero en abundancia. Los padres, además de trabajar en la fábrica de cemento, hacían otros trabajitos para redondear el sueldo y poder garantizar a su hija un estandar de vida igual al de sus amigos.

A pesar de esto, la hija les acusaba continuamente de ser unos pobres muertos de hambre sin estilo. Cuando les preguntamos cuál sería el objetivo que una vez alcanzado pudieran decir “gracias, hemos resuelto el problema”, nos contestaron sencillamente que ella nos manifieste el afecto que nunca nos ha mostrado […]

“Lo siento, pero no puedo”

Les prescribimos que asumieran lo que nosotros llamamos la posición de quien dice “lo siento, pero no puedo”. Interrumpir inmediatamente cualquier tipo de sacrificio. O mejor aún, utilizando su lenguaje y su lógica, les dijimos que se sacrificaran otra vez evitando sacrificarse para ayudarla, porque de otro modo empeoraría. Usamos su sentido del sacrificio colocándolo en contra. De este modo los padres aceptaron la invitación.

Les explicamos que tendrían que excusarse con su hija por su debilidad. Después de dos semanas, los padres nos dijeron que habían seguido las indicaciones al pie de la letra. Le declararon a su hija su incapacidad de seguir sacrificándose para poder garantizarle su estándar de vida, igual al del grupo de amigos que frecuentaba. Al principio la hija les agredió enfurecida, incluso golpeó a su madre que, como de costumbre, evitó contárselo al padre. Pero después de aquel incidente, comenzó a ser más respetuosa en sus relaciones. Incluso unos pocos días antes les había dicho “si me necesitáis contad conmigo”, lo que parecía una especie de milagro.[…]
Les pedimos que llevaran a cabo el siguiente paso de nuestro protocolo terapéutico:

Todos los días, de aquí a la próxima sesión, pregúntense los dos “¿qué podemos hacer que sea diferente de lo que normalmente hacemos, como si el problema con nuestra hija ya no existiese?”

Hacer algo diferente

Replicaron que esto no iba a ser una tarea fácil, ya que el problema persistia, aunque había mejorado. Les dijimos que tenían que ser diligentes y tener paciencia.

Después de tres semanas el matrimonio volvió explicando que, de forma extraña, la muchacha había empezado a preocuparse. Había ayudado a su madre en las tareas domésticas, se había quejado menos en casa. Y sobre todo, les había agredido mucho menos.
Sobre este pequeño paso propusimos a la madre, de acuerdo con la hermana mayor, que empezara cada día a hacer pequeñas descalificaciones en relación con su hija menor. Estas descalificaciones tenían que ser afirmaciones del tipo

“Discúlpanos, hemos intentado hacerlo todo por ti, pero nos hemos dado cuenta de que ahora no somos capaces de hacerlo”

Después de algunas semanas, los diligentes y obedientes padres explicaron que había sucedido algo muy extraño: la hija había comenzado a ayudarles en las tareas de casa, estudiaba y, sobre todo, había abandonado toda forma de agresión en sus relaciones. Los padres, profundamente sorprendidos, pensaban que habían sido objeto de un encantamiento; pero les explicamos que aquello era sencillamente el resultado de su cambio de actitud y comportamiento, ya que hasta ahora habían secundado cada petición de la hija, para después ser puntualmente agredidos. En el momento en el que habían empezado a declarar su impotencia, la hija ya no podía agredirles, sino tan sólo preocuparse por permanecer en el estándar de sus amigos […]

Declaraciones de impotencia

Les pedimos que continuaran con declaraciones de impotencia :

Tienes que perdonarnos, pero por desgracia ya somos viejos y tememos que de un momento a otro uno de los dos se derrumbe. Te pedimos que nos permitas renunciar a algunas de nuestras tareas porque ya no podemos más. No podemos aguantar más trabajos después de nuestro trabajo; por tanto, te pedimos disculpas por no poder garantizarte todo aquello que te hemos dado hasta ahora.

Después de algunas semanas volvieron y, con una expresión de felicidad nos explicaron que su hija había reaccionado así: No tenéis que preocuparos porque puedo encontrar un trabajo de media jornada, ya habéis hecho demasiado por mí. Nos explicaron, además, que su hija estaba estudiando con regularidad, salía con sus amigos y que no les agredía por sus incapacidades. […]

Superando sus propios problemas

Después de cerca de un mes los padres se presentaron, esta vez con su hija que había pedido expresamente una ayuda psicológica para superar algunos problemas que tenía en sus relaciones con los demás. […] El tratamiento se llevó a cabo con éxito, según el protocolo usual puesto a punto por nosotros para este tipo de patología (fobia social) […]

En el momento en que los padres abandonaron el guión del sacrificio, dieron a su hija, finalmente, la responsabilidad de realizar su presente y su futuro, liberándola del peso de su sacrificio. Esto hizo que la hija se diera cuenta de las dificultades propias y, no por ellos sino por sí misma, pidiera ayuda. Con el resultado después de conseguir satisfacer las expectativas de sus padres sin hacerlo directamente por ellos, sino por sí misma.

Esta historia representa una situación ejemplar de cómo una actitud familiar sacrificante puede no sólo desfavorecer la realización personal del hijo, sino también inhibir completamente su capacidad. Y eso también ocurre en el caso de que sea el hijo mismo el que pide tales sacrificios.

(De Modelos de familia. Conocer y resolver los problemas entre padres e hijos. Giorgio Nardone, Emanuela Giannotti y Rita Rocchi. Herder)

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