"Manual de supervivencia para psicopacientes"Terapia Breve Estratégicapastillas

Si el psicoanálisis puede ser considerada una disciplina no científica y la práctica terapéutica que se deriva un método no riguroso y poco controlable en sus efectos, el enfoque terapéutico que se le opone, la psiquiatría biologista organicista, manifiesta características de signo opuesto a las del psicoanálisis. Características que, a fin de cuentas, no resultan ser menos arriesgadas.

La psiquiatría biologista y organicista ha experimentado en los últimos años un fuerte reavivamiento. Sobre todo después del periodo de esplendor que hubo en torno a los años 50. Este reavivamiento se caracteriza por una fuerte promoción científico-cultural y publicitaria de intervenciones farmacológicas. Que se presentan como medicamentos milagrosos para las enfermedades mentales y comportamentales.

Investigación e intereses económicos

La primera gran interrogante, que emerge tras el impacto de la gran publicidad sobre la píldora de la felicidad y del éxito en periódicos y revistas especializadas, es la relativa a si, detrás de toda esta promoción, se hallan los intereses económicos de las grandes industrias farmacéuticas (Breggin 1991). Quizás no es bastante conocido que los psicofármacos están entre los mejores negocios de las multinacionales del fármaco. Y que los fármacos como el Prozac o el Xanax son los bestsellers que producen sumas de millones y millones en todo el mundo (…)

Este enfoque de terapia de los trastornos mentales y comportamentales se basa fundamentalmente sobre la teoría que conduce a la presencia de particulares descompensaciones bioquímicas en el cerebro (…) Tales descompensaciones son en la mayoría de casos hereditarios (Cassano 1993). La terapia de estas alteraciones bioquímicas prevé el suministro de sustancias farmacológicas específicas que deberían compensar tales alteraciones. Si ello no basta, se pasará a intervenciones lesivas como el electroshock y el emoshock. Los terapeutas y los estudiosos de este enfoque declaran basarse en rigurosas investigaciones científicas. Veremos más adelante que estos criterios de rigor científico son para otros investigadores (Bleuer 1978) bastante discutibles.

Herencia biológica en los trastornos mentales como fundamento teórico reduccionista y determinista

Partamos del fundamento teórico de este enfoque, es decir, la idea reduccionista y determinista de que los trastornos mentales tienen una matriz biológica hereditaria. En otras palabras, que se transmite de padres a hijos de generación en generación.

Como muestra Breggin citando muchas investigaciones comparadas (1991), aquellos estudios declarados como pruebas de la heredabilidad biológica de los trastornos mentales pueden ser utilizados a la vez como demostración de una génesis de tipo ambiental y familiar-relacional. El hecho de que se revele una descendencia genealógica parental y familiar de un trastorno no significa exclusivamente que la matriz de esto sea bioquímica. En cuanto la transmisión del trastorno, podría deberse al clima social y relacional en el cual los pertenecientes al mismo grupo parental y familiar crecen.

Así que lo que vale para una teoría biologista de los orígenes de los trastornos mentales vale también para su contrario: la teoría de las matrices ambientalistas-sociales (Lewontin, Rose, Kamin 1984). Además, como declara Pekka Tienari, las experiencias y las emociones alteran la bioquímica de nuestro cerebro. Por ello, a no ser que se identifiquen exactamente (realidad no demostrada) específicas alteraciones bioquímicas responsables de los trastornos mentales, sus orígenes podrían no ser biológicos. Podrían estar igualmente determinados por las experiencias socioambientales (…)

En esta línea una investigación del NIMH (Breggin 1991) es aún más explícita en la explicación de cómo la bioquímica del cerebro se influencia también mediante una intervención psicológica.

Estudios comparativos de los diferentes tipos de terapia

El Instituto Nacional para la Salud Mental de América, de hecho, ha coordinado un estudio a larga escala. En él compara los resultados de diferentes terapias en el plazo de un periodo de tratamiento de unas 16 semanas (unos cuatro meses) sobre 250 pacientes que presentaban trastornos ansioso-depresivos (Elkin 1989). Los tipos de terapias sometidas a comparación son:

  • terapia farmacológica,
  • psicoterapia sistémico-estratégica.
  • psicoterapia cognitivo-conductual.
  • y el suministro de placebo (presentado como si fuese realmente una medicina).

Después de los cuatro meses de tratamiento, los resultados mostraron que:

  1. Los tres tratamientos efectivos daban resultados significativamente mejores que el placebo.
  2. Que no existían sustanciales diferencias en los resultados entre el enfoque terapéutico farmacológico y el psicológico.
  3. Que en los pacientes con formas más severas de trastorno, la mejor eficacia se consiguió por la psicoterapia sistémico-estratégica. Y por el tratamiento con antidepresivos. Esto quiere decir que la terapia farmacológica y la psicoterapia pueden producir los mismos efectos. Pero se debe considerar que en el caso del fármaco el cambio obtenido es solo de tipo bioquímico. Mientras que en el caso de la terapia psicológica el cambio también se da en la modalidad de percepción y reacción de cada sujeto ante la realidad.

Por ello, en el primer caso es muy probable que los sujetos presenten recaídas tras el fin de la terapia farmacológica, único agente responsable del cambio. Mientras que en el segundo caso, las recaídas serán improbables. Porque el cambio sucede por efecto de una reestructuración de las representaciones mentales y de las acciones del paciente (…)

Ilusión de control de las dinámicas químicas del cerebro

En el plano teorico-metodológico emerge también otro gran límite del enfoque biologico-organicista: la pretensión, del todo ilusoria, de tener el control de las dinámicas químicas del funcionamiento del cerebro humano. Hasta el momento los conocimientos científicos relativos al cerebro humano son mucho más limitados de lo que se podría pensar cuando se lee o se escucha a un psiquiatra biologista (…)

El lector sabe que los diez números de la combinación de una caja fuerte dan lugar, en sus posibles combinaciones, a una serie infinita de posibilidades. Imaginemos ahora el cerebro humano compuesto por muchas áreas (corteza, tálamo, hipotálamo, cerebelo, etc). Que a su vez están formadas por millones de motoneuronas que asumen funciones particulares. ¿Cuántas infinitas combinaciones interactivas pueden haber entre estos elementos?

Eigen (1986), Premio Nobel de química, muestra además cómo las posibilidades de juego interactivo resultan infinitas, a menudo impredecibles y casuales entre los componentes químicos celulares. ¿Cómo es posible por tanto pensar en introducir una sustancia química y conseguir controlar realmente sus efectos? Porque, como afirma incluso Eigen (1986), la mínima variación en el equilibrio bioquímico de un organismo inicia una reacción en cadena de alteraciones.

Conclusiones

Parece improbable la idea de controlar el efecto específico de un fármaco en el cerebro humano. Por cuanto que, una vez introducido, iniciará una reacción en cadena no previsible y aún menos controlable. Pero además, aunque ello fuese posible, permanecería el problema relativo al hecho de que no es posible identificar específicas sustancias bioquímicas o específicas partes del cerebro como responsables exclusivos de un específico trastorno.

“Sería -afirma Bird-Whistel (1970)- como comprender de qué modo se dispone la red de alcantarillado de Nueva York conociendo únicamente un trozo de veinte centímetros de largo. O todavía peor: como pretender intervenir sobre toda la red actuando sobre esos escasos centímetros disponibles.”

(De “Manuale di sopravvivenza per psico-pazienti. Come orientarsi nella giungla delle terapie della mente. Giorgio Nardone. Tea”

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