Un ejemplo de diálogo estratégico con nosotros mismos puede aclarar los pasos que hemos de seguir antes de tomar precipitadamente la decisión que nos parezca mejor (…)
Hace unos años (…) realicé en un seminario un ejercicio de especial dureza. Les pedí que imaginaran que sorprendían a sus mujeres con un ramo de flores, sin avisarlas.
¿Qué habrían hecho si, al entrar en casa, hubiesen oído gemidos procedentes del dormitorio principal y se hubiesen encontrado a sus mujeres en la cama, gozando de una apasionada relación sexual con un desconocido?
Las primeras respuestas fueron claramente emocionales e instintivas (…) Pedí al grupo que se concentrara en qué decidirían hacer con su relación de pareja después de ese desconcertante descubrimiento (…) que analizaran las preguntas que tendrían que plantearse para llegar a una respuesta que no estuviera influenciada por reacciones inmediatas, por el resentimiento o por el dolor.
¿Puedo prescindir?
Un participante respondió: “Para decidir si quiero seguir con ella o dejarla, debería darme cuenta de si soy capaz de prescindir de ella”. El directivo planteó la pregunta fundamental: si soy capaz de prescindir de mi compañera sentimental, soy libre de elegir; pero si no soy capaz de renunciar a ella, la elección es obligatoria; es decir, ¡tendré que pasar por al aro! (…)
Cuando nos encontramos en una situación como la descrita anteriormente, hemos de acercarnos al borde del precipicio y contemplar el abismo para sentir terror o fascinación. Es como practicar una especie de funambulismo sobre la cuerda floja cuya finalidad es que los autoengaños dejen paso a las sensaciones más viscerales y primitivas, de las cuales estos nos protegen (…)
Más preguntas claves
Después de reflexionar sobre si somos capaces de prescindir de ella o no, se nos presentan dos escenarios completamente diferentes en los que se pueden aplicar autoengaños estratégicos, o sea, imposiciones voluntarias sobre nosotros mismos para superar el sufrimiento que nos ha provocado lo que nos ha ocurrido.
En caso de que pueda prescindir de ella, podría preguntarme:
¿Qué haría a partir de ahora como si quisiera librarme de ella?, y ponerme en este caso hipotético, imaginando con detalle cómo actuaría cada día. Solo después podrá llevar a la práctica lo que ha imaginado.
En caso de que no pueda prescindir de ella, podría preguntarme: ¿Qué haría a partir de ahora como si fuese capaz de olvidar lo que ha ocurrido o perdonarla por lo que me ha hecho? Entonces, consideraré con los ojos de la mente todos los detalles de la situación que he imaginado para poder llevarla a la práctica.
Como Blaise Pascal sugiere magistralmente a quienes no tiene fe: Id a la iglesia, rezad y honrad los sacramentos, comportaos como si ya creyerais, la fe no tardará en llegar.
