¿Cómo elegimos a nuestra pareja?
(Habla Camilo Loriedo):
¿Nos enamoramos de una persona porque se parece a nosotros o al contrario, porque es diferente y eso atrae nuestra atención?
Las conclusiones de los estudiosos son contradictorias:
La teoría de la afinidad
Mehrabian (1989), por ejemplo, considera que las afinidades recíprocas contribuyen de manera determinante a la felicidad y armonía de la vida de pareja. Muchos otros autores, como Cattell y Nesselroade (1967), Thiessen y Gregg (1980), Thiessen, Young y Delgado (1997), señalan la importancia del parecido entre los cónyuges. Se prefieren individuos con los que el intercambio se produzca más o menos en un plano de paridad. (…)
El deseo de conocerse, de frecuentarse, nace porque el hombre y la mujer se dan cuenta de que tienen mucho en común. Pero normalmente no se hacen más similares con el paso del tiempo (Buss, 1984; Mascie-Taylor, Vandenberg, 1988).
La inicial variedad positiva y la falta de convergencia en el tiempo ha llevado a algunos autores a sugerir que las parejas se forman por semejanza genética (Thiessenm Gregg, 1980). Varias serían las ventajas de esta presunta correspondencia genética: aumentaría, quizás, la conveniencia recíproca y facilitaría la continuidad de la relación.
La teoría de la complementariedad
Winch (1958), sin embargo, cree que los hombres buscan una compañía que tenga algo que a ellos les falte: es la complementariedad.
En la sociedad moderna occidental, en la cual el matrimonio se basa sobre la elección libre de la pareja y no en acuerdos que deciden otros familiares, la homogamia funciona proporcionando oportunidades sociales de encuentro, más probables en ambientes similares como el barrio, la escuela, el lugar de trabajo, el club o la iglesia, mientras la heterogamia trabaja a nivel de los sistemas de necesidades individuales de la pareja.
Winch distingue dos tipos de complementariedades: la primera se refiere a la diferencia entre los miembros de la pareja respecto a la intensidad en la misma necesidad; la segunda, respecto a distintas necesidades. (…)
La perspectiva de satisfacción de las propias necesidades pertenece a una fase inicial del emparejamiento, donde en una fantasía no corroborada por las pruebas, el cónyuge es visto como objeto voluntario para la satisfacción de las propias necesidades. No obstante, cualquiera que sea el punto de partida de la pareja, el proceso de maduración y crecimiento modifica y sustituye las expectativas iniciales (Melamed, 1994). (…)
La teoría del ideal
Nos sentimos atraídos de quien es como nos gustaría ser, de quien encarna la cualidad que envidiamos. Según Klohnen y Mendelsohn (1998), quien está satisfecho de sí mismo quiere un compañero que se le parezca; quien, sin embargo, está descontento de sí mismo, se enamora de personas con características complementarias diferentes de las suyas. En sustancia, todos buscan una persona que sea lo más parecida posible a su propio ideal. (…)
La semejanza
La semejanza, más que la complementariedad, es la regla en los procesos de selección de la pareja y se aplica a características diversas como la altura, el peso, la inteligencia, la edad, el background étnico y cultural, el estado socioeconómico, la religión, el nivel cultural, la belleza física y rasgos de personalidad como la extrovesión, ingenuidad, agresividad. Esta semejanza es menor en la introversión y la frialdad (Buss, 1989).
Según Botwin, Buss y Shackelford (1997) hay semejanzas entre los cónyuges también en el consumo de alcohol y cigarrillos y en la presencia de características socialmente indeseables como la criminalidad y los trastornos psiquiátricos.
Más sorprendente es otro dato encontrado por Buss (1984): las parejas que llevan juntas mucho tiempo son menos parecidas que aquellas que llevan poco. Consecuencia de que en el curso del matrimonio no hay convergencia fenotípica entre los miembros de la pareja, la semejanza es importante en la atracción inicial y la instauración de la relación, pero no para su continuación (Buss, 1985).
La teoría del equilibrio de valores
Willi (1987), sin embargo, sostiene que una relación armoniosa y feliz presupone que exista entre ambos miembros un cierto equilibrio de valores, en el sentido de que ambos tengan un igual valor de sí y una misma autoestima.
En el proceso de elección, inconscientemente, los futuros miembros tienen en cuenta el equilibrio de valores, medido en términos de cualidades personales y sociales. Por ejemplo, es bastante lógico que en la elección se descarten parejas potencialmente demasiado superiores en instrucción, clase social, riqueza, porque una diferencia excesiva haría sentir al otro inferior o siempre en deuda. Al mismo tiempo, sin embargo, se descarta también una pareja excesivamente similar, porque de otro modo habría poco margen de crecimiento en la relación.