El enemigo interior
Mientras que en los casos de acoso, mobbing o bullying, el enemigo es externo –una ex-pareja, un compañero de clase o de trabajo, etc–, en los de paranoia hacia uno mismo el acoso lo genera y lo sufre la misma persona, mediante continuos juicios internos que provocan una constante sensación de insatisfacción respecto a la propia capacidad personal.
Para el afectado, haga lo que haga y consiga lo que consiga, el resultado de su acción siempre sumará cero. Es más, el éxito sumará cero mientras que el fracaso siempre el doble. Porque todo supone una demostración constante de su ineptitud, fallo personal e incapacidad.
Así que el paranoico de sí mismo no puede contar con él mismo, y cualquier decisión interna se convierte en batalla perdida y en un bloqueo de la actuación.
Partiendo de esta percepción basada en la lógica de la creencia –no puedo fiarme de mí–, el paranoico pone en marcha una serie de evitamientos que le ahorran el mal trago de un posible nuevo fracaso personal (evitar iniciar unos estudios, evitar una prueba o examen, etc). Método éste con el que solo consigue cerrar el círculo, puesto que cada evitamiento le confirmará de nuevo su incapacidad –evito porque soy incapaz– y le impedirá el éxito derivado de la superación de las dificultades y los necesarios errores. “Llevo encima las heridas de todas las batallas que he evitado“, decía Pessoa. De este modo, irá sumando fracaso sobre fracaso.
La construcción de la autoestima
El paranoico de sí mismo se convierte así en rehén de su propio sistema perceptivo-reactivo: cuanto más reacciona conforme a lo que percibe de sí mismo, más confirma lo que percibe de sí. Evita porque se siente incapaz y se siente incapaz porque evita.
Solo mediante la acción se construye la autoestima. Así la obtiene el bebé que comienza a andar, arriesgándose por el pasillo lleno de obstáculos, cayéndose y volviéndose a levantar. La superación le proporciona una valoración acertada –positiva– de sí mismo.
Pero en el paranoico la sensación de incapacidad se amplia hasta el entumecimiento con cada nuevo evitamiento. No es de extrañar que muchos estén diagnosticados de depresión, que llega con el estado de renuncia, cuando ya nada tiene sentido porque todo irá mal, cuando no se evita ya por miedo a que las cosas vayan mal sino que se renuncia a todo por la certeza de que irán mal.
Soluciones para el enemigo interior
Con terapia breve estratégica se conseguirá que el afectado por esta trampa mental pueda contrastar con la realidad su supuesta incapacidad, saliendo de la inmovilidad mediante el diálogo estratégico y mediante técnicas que permitan sortear y modificar la resistencia de su agorera percepción. Se trata de aprender a tratar al acosador interior como a un enemigo y no como a nuestro mejor aliado.
Como dice el proverbio chino:
Cada uno de nosotros duerme cada noche con un tigre al lado. No puedes saber si éste, al despertar, querrá lamerte o despedazarte.
Para evitar el ataque, debemos entrenarnos en ignorar al enemigo interno, al tiempo que nos atrevemos a correr el riesgo del error y del fracaso. Solo así, cuando enfrentemos de nuevo su fiera mirada, tendremos la suficientes armas para fulminar definitivamente al tigre que pretendía devorarnos.
Para saber más lee “Pienso, luego sufro“ (Giorgio Nardone y Giulio de Santis) y “Se sei paranoico non sei mai solo” (Emanuela Muriana y Tiziana Verbitz).