Silvia, ingeniera de cincuenta años, llega a terapia tras lo que define como “una vida de lucha para sobrevivir a continuos actos de rechazo y prevaricación”. Crecida en una familia problemática, con un padre ausente y una madre deprimida, desde niña ha tratado, en vano, de obtener la atención paterna, terminando siempre por ser rechazada o tratada con suficiencia. Incluso en la escuela, niña no agraciada y timidísima, era marginada. Ninguna amiga, ningún chico que la cortejase (…)
Con lágrimas en los ojos, con una mezcla de rabia y dolor, me cuenta que cada vez que se encuentra en una situación relacional nueva, siente de parte del otro una antipatía y un rechazo tan fuerte, que no puede reaccionar más que “defendiéndose”, es decir, poniéndose antipática e incluso agresiva. El resultado es lógico: conflictos y dificultad en el ámbito laboral y prácticamente ninguna relación de amistad.
Silvia oscila entre la rabia de que le gustaría poder rechazar definitivamente al mundo hostil que la rodea y la ardiente necesidad de ser aceptada y amada. Su situación es la típica del que se defiende preventivamente y termina así por realizar justamente la profecía que teme (…)
Primeras prescripciones
Como primera tarea, le pido que cada día ponga por escrito, de más recientes a más antiguos, todos los rechazos y desencuentros sufridos, hasta llegar a los sufridos de niña. Deberá hacer una verdadera “novela criminal” de su vida (…)
“Le doy también una pequeña tarea más simple: cuando se encuentre con personas nuevas, deberá buscar todas las señales objetivas e inequívocas que le permitan afirmar que estas personas la rechazan. Sabes, para combatir al enemigo, primero debemos estudiarlo atentamente“
Resultados
“Los primeros días he llorado y he sentido mucha rabia hacia mis padres y todas las cosas feas que me han sucedido, pero tras escribir más he sentido que me ayudaba a echarlo todo fuera y ya no me han venido más pensamientos” (…)
Respecto a la otra tarea…“¡No he escrito nada! En estos quince días no me ha sucedido que me sienta rechazada. Incluso me han parecido todos más amables”. El hecho de tener que observar a los demás, buscando señales, la ha hecho más abierta y sociable (…) Había descubierto que ella había tenido que ver en todo lo que le había sucedido a nivel relacional y que no había sido solo la víctima. ¿Pero cómo es posible, me pregunta, que haya estado atrapada en este mecanismo? (…)
Tercera sesión
Le respondo que comprendo perfectamente su malestar, pero debe evitar la trampa de volver a mirar a un pasado que ya no puede cambiar, mientras tiene un futuro nuevo que construir. La invito a continuar buscando pruebas y señales, en el caso de haber sentido de nuevo la sensación de rechazo, y a hacerse cada mañana esta pregunta:
¿Qué haría hoy diferente de lo que suelo hacer, si me sintiese una persona que agrada a los demás?
Y cada día deberá elegir la cosa más pequeña imaginada y ponerla en práctica, cada día una cosa diferente.
En la tercera sesión Silvia aparece ya más sonriente (…): se ha inscrito en un curso de pintura, cosa que soñaba hacer hace tiempo (…) y se ha encontrado con personas agradables y simpáticas. Con algunos de ellos ha comenzado incluso a salir y a tomar alguna pizza (…)
El miedo al rechazo en el trabajo se mantiene: amabilidad y sonrisas
Me cuenta que en su trabajo todavía hay al menos un par de personas con las que continua percibiendo hostiles rechazos. “Son personas desagradables y malas y no consigo dejar de ponerme rígida y fría cuando estoy con ellas porque sé que quieren herirme” (…)
En este caso, le digo, es necesario adoptar una estratagema distinta, que es aprender a matar a la serpiente con su mismo veneno. Me mira curiosa. Añado: ¿cuál sería, en tu opinión, el comportamiento que menos se esperarían de ti estas personas? ¿Qué tipo de comportamiento sería capaz de sacarlos de quicio? (…) Si yo fuese amable y sonriente. Exacto. Te pido entonces que tengas siempre muchos caramelos en tu poder. De ahora en adelante, cada vez que alguien sea descortés contigo, tendrás simplemente que sacar un caramelito con una sonrisa. Así matarás a la serpiente con su propio veneno. Silvia parece divertirse, es el arma secreta que le faltaba.
La veo tras dos semanas y (…) me cuenta que las otras personas habían aceptado sus caramelos con cierta sorpresa y que, a partir de ese momento, las relaciones parecían haberse serenado.
En este punto, le había venido la duda : ¿Y si esto también ha sido siempre efecto de mi actitud defensiva? (…)
La indicación del caramelito funciona en todos los casos: si el otro es una víbora lo pondrá en su sitio con un acto de amabilidad inesperada, y si no lo es, ser amable le servirá a ella para gestionar su rigidez y se verá de todas formas como una cosa agradable a los ojos de los demás. Por tanto, de ahora en adelante la indicación servirá para discriminar a quién tenemos delante, puesto que funciona en ambos casos (…)

(Este libro ya lo puedes encontrar en español)