Niños, trastornos de conducta y familiaTerapia Ericksonianaresistencia a órdenes

El siguiente ejemplo permite comprobar en qué complejo instrumento de influencia puede convertirse la resistencia, unida a una ilusión de alternativas y a la pluriforme lógica de las comunicaciones “inyuctivas”, cuando es utilizada por un experto:

Lal, hijo de Erickson, declaró una noche, cuando tenía ocho años de edad, que en adelante su padre no podría darle ya más órdenes y que, para demostrarlo, aquella noche no cenaría y su padre no podía hacer nada por impedirlo. Erickson aceptó el desafío y se limitó a manifestar que sería una lástima que por aquella causa Lal tuviera que renunciar a su cena. ¿No lo podría demostrar también renunciando a beber solo un gran vaso de leche? El muchacho afirmó que sí. Después de cenar, puso Erickson un vaso de leche en medio de la mesa y puso en marcha el ritual que había planificado cuidadosamente.

El plan de órdenes:

Comenzó por ordenar al niño: Lal, bebe la leche. A lo que Lal replicó con cerrada determinación: No quiero y tú no puedes obligarme. Entonces su padre le ordenó: ¡Derrama la leche! El muchacho se quedó un momento sorprendido, pero se rehízo inmediatamente y se negó a ejecutar la orden. Erickson repitió su mandato. unas dos veces más, pero Lal se negó, como la vez primera. Entonces su padre le mandó tirar el vaso al suelo y tampoco esta vez obedeció el muchacho.

El siguiente mandato del padre fue: ¡No levantes el vaso de leche! Tras un instante de reflexión, Lal levantó el vaso desafiantemente, pero al momento recibió una nueva orden: ¡No dejes el vaso en la mesa! Y Lal lo dejó al instante. A continuación, Erickson escribió en una pizarra las dos órdenes: Levanta el vaso y Deja el vaso y explicó al muchacho que cada vez que cumpliera una de estas dos indicaciones pondría una raya debajo de la frase correspondiente.

Entonces el juego tomó un sesgo grave para Lal, porque su padre le mandó: No levantes el vaso; el muchacho lo levantó al instante y su padre subrayó la frase: Levanta el vaso. A continuación recibió la indicación: No dejes el vaso. Lal lo dejó y su padre subrayó debajo de Deja el vaso. Tras repetir varias veces estas dos órdenes, a las que Lal se iba negando con el ánimo cada vez más decaído, su padre escribió en la pizarra dos nuevas instrucciones, a saber, Bebe la leche y No bebas la leche.

Luego, mandó: No bebas la leche. Con desconcierto, se llevó Lal el vaso a los labios. Pero antes de tomar el primer sorbo, recibió para alivio suyo la siguiente orden: Bebe la leche. Y a continuación, Erickson subrayó las órdenes Deja el vaso y No bebas la leche. Tras varias repeticiones de este curso de comunicación, Erickson dio la orden de no tener el vaso sobre su cabeza, sino que la derramara, lo que, al parecer dejaba al muchacho sin otra alternativa que la de poner el vaso sobre su cabeza.

“Todo esto es ridículo”

Erickson abandonó el cuarto, regresó con un libro y otro vaso de leche y observó con tono ligero:

Todo esto es ridículo. No pongas el vaso en la mesa. Con un suspiro de alivio, Lal dejó el vaso y declaró que estaba de acuerdo en poner fin al juego. Erickson vació su vaso y tras un momento de reflexión, Lal hizo lo mismo con el suyo.

Como el lector puede advertir, en este ejemplo es digno de nota no solo la utilización compleja de varias formas de intervención, sino también la precavida manera con que Erickson permitió a su hijo “salvar la cara”.

(Extraído de aquí)

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